Siempre fuera de casa, pero con sus retoños. Desde hace dos décadas, la rutina de la mujer se resume a levantarse temprano para preparar el almuerzo y trasladarse con su familia hasta su lugar de trabajo, ubicado a dos cuadras de la avenida Tres Pasos al Frente y cuarto anillo. "Debo llevar todo hecho porque no da para ir dos veces. Es que cuando Roberto empezó en esto, no teníamos casa", dijo la mujer, que radica en el barrio Primavera, en la zona del Plan 3.000.
La necesidad de buscar un trabajo llevó a la pareja a migrar desde Oruro a Santa Cruz y aunque en un principio él trabajó como albañil, luego se dedicó a la zapatería, oficio que no abandonó hasta la fecha. Ella no se queda atrás en esta habilidad, ya que sabe de puntadas, arreglos y refacciones. "De tanto mirar y acompañarlo aprendí lo básico, aunque él dice que lo hago bien. Los clientes tampoco se quejan", dice sonriendo.
Ella confiesa que las circunstancias que atraviesa y la lejanía de su trabajo hasta su casa impiden que esté más tiempo en su domicilio, aunque afirma que esto no imposibilita que atienda a sus hijos. "Nunca los he dejado, siempre los he tenido aquí conmigo, aunque ahora solo la menor viene acá, pues los más grandes ya trabajan y van a la 'U'", expresa con orgullo.
"Uno de ellos ya es bachiller y el otro está en la Normal, la menor me dice que quiere acabar y estudiar una ingeniería", dice emocionada, aunque no deja de ocultar que estos logros le han costado mucho sacrificio.
"Nada es color de rosas, ni se logra nada sin sacrificios. Todos hemos pasado muchas penas en contra del viento y la lluvia, pues no tenemos un techito. Dios va a querer que todo mejore y la zapatería crezca más", apunta.
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