La joven paquistaní Malala Yousafzai se ha transformado en un símbolo mundial de la lucha contra la intolerancia religiosa y la defensa del acceso de las niñas a la educación.
“Si pensaron que las balas me silenciarían, fracasaron", dijo con voz firme Malala el viernes ante la ONU, nueve meses después de que los talibanes le dispararan en la cabeza por defender la escolarización de las niñas. Pero "del silencio han salido miles de voces", afirmó la joven de 16 años, que se cubrió la cabeza con un chal rosa, el mismo que vestía Benazir Bhutto cuando fue asesinada en 2007.
Los talibanes dispararon a la cabeza de la joven paquistaní, gran defensora de la escolarización de las niñas, el 12 de octubre del año pasado cuando regresaba a su casa en un autobús escolar en el valle de Swat.
Tras el ataque, su familia se trasladó a vivir a Birmingham (centro de Inglaterra), donde la joven fue sometida a múltiples operaciones. Los médicos tuvieron que colocarle una placa de titanio para cubrir el agujero en su cráneo, pero uno de sus oídos ha quedado gravemente afectado.
La revista Time la nombró en abril como una de las personas más influyentes de 2013 y es considerada una de las candidatas más fuertes para ganar el próximo Premio Nobel de la Paz. Además, ya ha firmado un contrato de tres millones de dólares para escribir su biografía.
Los talibanes dejaron claro que atacaron a Malala para decir al mundo que las niñas no tienen derecho a recibir una educación. Han señalado que la joven sigue siendo su objetivo.
Malala empezó a escribir con 11 años un diario, bajo el seudónimo de Gul Makai -una heroína pashtún-, que la BBC publicaba en su sitio en urdu.
Una historia increíble
A sus 11 años, Malala Yousafzai gastaba toda su propina en libros. Su mochila de Harry Potter era en realidad un cofre de tesoros. Ahí guardaba la biografía con tapa roja de Benazir Bhutto –la primera mujer que ocupó el cargo de primer ministro de un país musulmán y que fue asesinada en el 2007– y su copia de El Alquimista de Paulo Coelho.
Malala amaba su escuela. Ese edificio de concreto deteriorado era su lugar favorito. Cada día que asistía a clases, Malala estaba más cerca de alcanzar el sueño que perseguía desde que tenía dos años: ser médica.
Sin embargo, para mediados del 2008 la gran terraza abierta del colegio era un palco preferencial con vista no solo a las montañas nevadas que rodean el valle de Swat, en el norte de Pakistán, sino también a la cruzada de los militantes talibanes liderados por Maulana Fazlullah para tomar el control de la zona.
La facción político-militar fundamentalista islámica de Afganistán llegó para enfrentarse con el ejército y luchar contra la secularización. Por la radio, Fazlullah dictaba prohibiciones: a ver televisión, escuchar música, a que las mujeres fueran de compras.
Pero hubo una orden del Talibán que Malala no podía soportar: suprimir la educación de las niñas.
Entonces, en septiembre de ese año, Ziauddin -su padre- la llevó para participar en un evento de la asociación de prensa de la capital provincial, Peshawar. Allí, delante de los medios nacionales, Malala dio un discurso titulado "¿Cómo se atreven los talibanes a quitarme mi derecho fundamental a la educación?", que terminó recibiendo una lluvia de aplausos.
Muchos temían que enfrentar a los talibanes tan abiertamente podría poner a Malala en riesgo.
¿Suficientemente madura?
Algunos opinan que Malala simplemente no era lo suficientemente madura para tomar la que fue una decisión de vida o muerte. "Creo que Zia estaba imponiéndole sus ideas acerca de la educación de las niñas", dice el Dr. Mohammad Ayub, un psiquiatra de Swat.
Sin embargo, la gente que conoce personalmente a Malala insiste en que ella sabía lo que hacía. "Nadie en este mundo puede dictarle qué hacer a Malala", opina Samar Minallah Khan, un documentalista que conoció a la familia Yousafzai en el 2010.
Aún así, la revista Time considera que una pionera como ella no habría sido posible sin su padre. Poco después de su nacimiento, Zia incluyó el nombre de su hija en el registro familiar, un hecho sin precedentes en una sociedad dominada por los hombres y que solo reconoce a los hijos varones. Tres años antes había fundado la Escuela Khushal, a la que asistía Malala, convencido de que una nueva generación de mujeres líderes transformaría Pakistán.
¿Cuál de ustedes es Malala?
De inmediato, Maulana Fazlullah lanzó amenazas en su contra en periódicos y en cartas que deslizaban debajo de su puerta. Cuando esto no funcionó, en una reunión celebrada a mediados del 2012 los líderes talibanes acordaron por unanimidad matar a Malala.
El 9 de octubre, Shazia Ramzan, de 13 años de edad, estaba sentada junto a Malala cerca de la parte trasera del camión que hacía las veces de bus escolar. Entre risas las niñas discutían su tarea. Shazia fue la primera en ver al pistolero encapuchado.
"¿Cuál de ustedes es Malala?" gritó el hombre. Las chicas no respondieron. Shazia cree que varias debieron mirarla pues enseguida el hombre le disparó a Malala.
La bala atravesó el tejido justo detrás de su ojo izquierdo, rozó el exterior del cráneo, rompió el borde de su mandíbula, pasó por el cuello y se alojó cerca de su hombro.
Su atacante, Attah Ullah Khan, un estudiante de química de 23 años, huyó a Afganistán.
El mundo gritó indignado. Con protestas y vigilias Pakistán y toda la comunidad internacional rechazaron el atentado.
Con el libro bajo el brazo
Durante los tres meses de tratamiento y recuperación que Malala pasó en el hospital Queen Elizabeth en Birmingham, Inglaterra, regalos y tarjetas de todo el mundo llegaron hasta su habitación para expresar solidaridad y apoyo.
Malala en respuesta, en las pocas apariciones públicas que hizo, se encargó de dejar claro que su lucha no ha terminado. Para las fotos tomadas luego de su primera cirugía, ella insistió en que se le fotografiara con un libro en la mano y el pañuelo envuelto cuidadosamente para ocultar los daños a su cráneo.
En febrero de este año, luego de su última cirugía para colocarle una placa de titanio y de ser nominada al Premio Nobel de la Paz, Malala retomó sus labores.
Ahora es un símbolo de la lucha de las mujeres, especialmente niñas y jóvenes, por su acceso a la educación y el combate a la intolerancia política y religiosa
FRASES DEL DISCURSO DE MALALA ANTE LA ONU
“Queridos, el 9 de octubre de 2012 los talibanes me dispararon en la parte izquierda de mi cabeza. Dispararon a mis amigos también. Pensaron que la bala me silenciaría, pero fracasaron”
“Los terroristas pensaron que cambiarían mis objetivos. Nada ha cambiado en mi vida, excepto esto: la debilidad, el miedo y la desesperanza han muerto; la fortaleza, el coraje y el fervor han nacido”
“No estoy en contra de nadie. Tampoco estoy para hablar de venganzas contra los talibanes u otros grupos terroristas. Estoy aquí para defender el derecho a la educación de todos los niños”
“Ni siquiera tengo odio al talibán que me disparó. Si tuviera un arma en mi mano y él estuviera en frente de mí, no le dispararía. Esta es la compasión que he aprendido de Mohama, de Jesucristo y de Buda”
5 MILLONES DE NIÑOS NO VAN A LA ESCUELA
La situación general de la educación en Pakistán es de extrema precariedad y, según la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el país tiene unos cinco millones de menores de entre cinco y once años sin escolarizar, de los que dos de cada tres son niñas.
Este país asiático ocupa el tercer peor puesto en el índice mundial relativo a igualdad de sexos en el sistema educativo.
Además, el presupuesto de educación de Pakistán se sitúa en alrededor del 2% (menos de la décima parte que el de defensa), aunque los recientes presupuestos regionales parecen arrojar datos esperanzadores en ese aspecto.
Como recordaba hace unas semanas el destacado bloguero local Faisal Kapadia, la provincia noroccidental de Khuyber-Pakhtunkhwa, de donde es originaria Malala, aumentó en un 30% sus recursos destinados a educación.
Aún así, Pakistán enfrenta una dura guerra interna contra el Talibán.