Dice Cynthia que si sales de tu pueblo tiene que valer la pena. Siempre tuve claro que mi sacrificio debía ser por algo grande, importante… también tienes que tener disciplina, adaptarte al ritmo acelerado de este sistema y ser completamente independiente. Esto sumado a la capacitación y trabajo continuo, resultará en éxito.
Primeros pasos
Hace 18 años Cynthia salió de Bolivia animada por el deseo de cambiar su vida. Terminaba de pasar por un divorcio y la propuesta del entonces presidente de YPFB, Mauricio González, para trabajar en la oficina de la petrolera en Houston, Texas, le pareció la oportunidad que estaba esperando. Todo estuvo bien un tiempo, pero con la capitalización la subsidiaria cerró y
Cynthia se quedó sin trabajo. En ese momento comenzó su verdadera historia.
Se dijo a sí misma “no he venido hasta acá por poca cosa, haré algo ligado a lo que siempre me gustó pero diferente”. Comenzó vendiendo ataúdes y decidió capacitarse para maquillar cadáveres. A su instituto ingresaron 60 alumnos y se graduaron apenas 12. “A medida que veían de qué se trataba no aguantaban y desertaban”, cuenta entre risas. “Yo lo superé, pero es irónico, porque en Bolivia no iba ni a velorios porque era ‘miedosísima’. Cuando me gradué trabajé en una empresa que atendía como 90 funerales al mes. Mi jornada era de 8 horas, maquillaba hasta 8 difuntos al día y en ese ritmo estuve durante casi 4 años, pero valía la pena porque ganaba muy bien”. Cynthia cuenta que así entendió el valor de la vida y conoció las necesidades de la gente.
El impacto sicológico de su trabajo la hizo tomar la decisión de cambiar el rumbo nuevamente.
Ingresó como voluntaria al Hospital MD Anderson Cáncer Center y allí la suerte le permitió conocera un cirujano famoso que le sugirió ampliar sus conocimientos y capacitarse en estética, con la promesa de darle trabajo. Y así lo hizo.
Rumbo a la independiencia
Luego de poco más de un año de estudios, Cinthya se dedicó a tratamientos de rejuvenecimiento y reconstrucción de pieles dañadas por el acné, manchas y secuelas de quemados. En ese tiempo también tomó clases de venta y la representación de la línea polonesa de productos de belleza “Dra. Eris” y luego de tres años vendiendo cremas para las arrugas, manchas y cicatrices, estaba relacionada con importantes dermatólogos y cirujanos plásticos del medio. Este era el primer paso para convertirse en una maquilladora internacional, consentida de los ricos y famosos.
Una llamada la condujo hacia su destino
Su hermano, desde el estado de Virginia, le dijo: “¡Cynthia, vení a vivir conmigo!” Así lo hizo. Y el amor fraternal la llevó hacia el hombre con el que se casaría. En Maryland conoció a Alí Sadri, un iraní estadounidense que le propuso matrimonio en 4 meses. Y ella aceptó, seducida por su personalidad, su aplomo, su cariño y profundo respeto; sentimientos que ahora, con diez de casada, Cynthia ama y valora.
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