Con solo 29 años Gabriela es la primera mujer que llegó a este cargo en su país, con una mayoría arrasadora de votación. Los medios de comunicación describen este logro como un verdadero récord: 3.498.379 votos en todo el territorio.
El 24 de mayo asumió el cargo, y no es la única mujer en la Asamblea, la acompañan en las vicepresidencias: Rosana Alvarado y Marcela Aguiñaga.
"Seré la mujer más joven que dirige un Parlamento y lo asumo como un desafío colectivo", sostuvo en su discurso de posesión.
De consenso
Cuando en Quito, Manabí o Esmeraldas se pregunta sobre quién es la mujer más querida del país, la gente inmediatamente dice su nombre y algunas personas se refieren a ella de un modo familiar: ‘Gaby’.
No solo ocurre entre la gente de a pie, sino con los líderes de opinión, como el periodista editor de la RevistaQ, Alfonso Espinoza Andrade, que ratifica su popularidad.
Para algunos analistas de los medios quiteños, el haber sido Reina del Yamor, la fiesta más tradicional de Otavalo, en el año 2000, le dio notoriedad y ella supo aprovechar el momento, pero lejos de encandilarse con las lucesitas del mundo fashion, dio un giro hacia la política e inició una carrera vertiginosa llena de hitos: fue la primera mujer en ser nombrada como gobernadora de Imbabura y la más joven en ese cargo, fue la concejala de menor edad en llegar al Concejo de Otavalo, tenía solo 20 años.
Y en realidad la juventud es su primera bandera. Lo dijo, no refiriéndose a sí misma, sino a la figura de Rafael Correa.
“Es el más joven de la región y eso marca una ruptura; la institucionalidad pública ha estado centrada en hombres adultos y por lo general de las élites. Es un joven muy ligado a la iglesia, voluntario, boy scout, sumamente inteligente y sobre todo con una gran visión humanista. La oportunidad que dio Rafael Correa a que los jóvenes podamos asumir el rol de la historia, es un factor fundamental de su política”, declaró al diario Expectativa.
Lograr un cita con ella es una tarea de alta dificultad. Sus responsabilidades oficiales hacen que su agenda no tenga espacio para una breve cita codiciada por periodistas de distintas partes del mundo. Aprobaciones de leyes, viajes al otro lado del país y eternas reuniones marcan sus jornadas.
En el edificio de la Asamblea Nacional, ubicado entre la avenida 6 de Diciembre y Piedrahita de Quito, muy próximo al complejo hospitalario Eugenio Espejo, la actividad es incansable.
Amables guardias extreman la seguridad y el equipo de prensa de la Asamblea despliega todos sus tentáculos con el uso de todos los medios: televisión, prensa escrita, radio y las redes sociales. La actividad es interminable. Periodistas, fotógrafos, camarógrafos y reporteros están atentos a las movimientos de la presidenta. Entre ellos, se ven profesionales con la vestimenta de las comunidades de donde son originarios; y es que esta ‘moda étnica’ no solo está en las bases. La propia presidenta luce blusas, como las campesinas de Otavalo y otras regiones de su país.
Un buen vivir
Como en todo país y en todo gobierno hay aciertos y desaciertos; sin embargo, para el que llega al Ecuador, resulta gratamente sorprendente encontrar un país en crecimiento y con un alto grado de satisfacción ciudadana. Las carreteras están en excelentes condiciones y en las urbes es notoria la decisión politica de mejorar la vida de los ciudadanos, a esto llaman ‘la revolución ciudadana’. Por ejemplo, en Quito, los espacios públicos tienen acceso para las personas con discapacidad, los domingos el centro se cierra para dar paso a los ciclistas, entonces, numerosas familias salen a ‘hacer bici’ como dicen, y no solo hacen bici, sino que se generan espacios masivos de actividad física para mejorar la salud en general.
En la Asamblea Nacional se cuecen las leyes diseñadas con la filosofía del Buen Vivir, Sumak Kawsay, en quechua, y su aplicación afuera está logrando buenos resultados.
La utopía del siglo XX
En una entrevista publicada por El Telégrafo, su esposo Luis Flores recordó que Gabriela siempre fue crítica con la situación de su país desde que estaba en colegio. Así nació la Fundación Mirarte, como una forma de expresión y lucha en contra del sistema de gobierno. “Nuestra forma de reclamar fue a través de murales y grafitis, Gaby dirigía los talleres para jóvenes y siempre participaba en actividades relacionadas a este tema”, contó.
El proyecto Mirarte ganó un premio de la Unesco y produjo la primera película infantil del país: Sara la Espantapájaros. En la cinta Gabriela actuó como la Curiquingue, un ave mitológica de
Imbabura que avisa la llegada del amor.
Gabriela declaró a la prensa que “hay que cambiar las armas por la palabra y por eso es tan importante que la nueva generación política reconozca el poder de la palabra”.
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