Combatieron por la libertad del Alto Perú -por entonces parte del Virreinato del Río de la Plata primero y de las Provincias Unidas después- desde la revolución de Chuquisaca y La Paz en 1809 -que fueran ahogadas en sangre desde Lima y Buenos Aires.
Y en particular guerrrearon sin descanso y sin cuartel desde el grito de libertad del 25 de mayo de 1810.
Ellos y los 105 caudillos indios y gauchos como Vicente Camargo, el Cacique Buscay, el Coronel Warnes, el padre Muñecas, Francisco Uriondo, Angulo, Zelaya, el Marqués de Tojo, el Marqués de Yavi, José Miguel Lanza, Esquivel, Méndez, Jacinto Cueto, el indio Lira, Mendieta, Fuente Zerna, Mateo Ramírez, y Avilés entre muchos otros, junto a Güemes en Salta, fueron quienes impidieron que luego de las sucesivas derrotas de los ejércitos porteños al Norte, los realistas pudieran avanzar sobre Buenos Aires y destruyeran la revolución.
Juana y Padilla eran oriundos de Chuquisaca -también llamada La Plata o Charcas- sede de la universidad. Allí estudiaron -y conspiraron- Mariano Moreno, Juan José Castelli y Bernardo de Monteagudo.
HEROÍNA DE LA INDEPENDENCIA
Juana Azurduy es la máxima heroína de la Independencia Americana. Su vida es un verdadero ejemplo de la entrega a la revolución y a la lucha por la libertad de sus semejantes.
Esta hermosa mujer de familia criolla, habría podido tener una vida acomodada de mujer casada, pero en lugar de ello prefirió el combate sin cuartel por la libertad.
En esa lucha perdió de la manera más cruel a sus cuatro hijos pequeños, destruidos por el hambre, penurias y el paludismo. Vio la cabeza de su esposo -el héroe Padilla- clavada en una pica carcomida por los gusanos.
Vio además a los ejércitos elitistas porteños, subir hasta la garganta del Desaguadero y ser destruidos uno tras otro por las tropas del Virrey del Perú.
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