Miles de viudas, después de consagrar su viudez, se quedan a vivir en la ciudad santuario de Vrindavan. Algunas organizaciones estiman que las viudas constituyen entre un tercio y un cuarto de la población de Vrindavan, situada a caballo entre la capital india, Nueva Delhi y el Taj Mahal.
Pese a la magnitud de su número, las viudas son un colectivo silencioso poco visible por las laberínticas callejuelas de acequias abiertas de Vrindavan. Algunas mendigan junto con los cientos de templos y deambulan por la ciudad en las horas de poco sol y escasa actividad comercial, pero la inmensa mayoría se recluyen en alguno de los muchos “ashram” o centros de meditación. DISCRIMINACIÓn. Las viudas sufren a menudo el rechazo familiar, lo que ha convertido a Vrindavan en una cara visible de la discriminación de la mujer en un país con 40 millones de viudas, según el censo de 2001.
Para algunos sociólogos, la viudez significa de hecho “la muerte social” de la mujer en una comunidad patriarcal en la que se define al sexo femenino con base en su relación con el marido. Por lo que, en este esquema, si él deja de existir, ella también. Antes, se practicaba incluso la muerte física de las viudas en una hoguera.
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