El caso más reciente y cercano es, sin dudas, el de la actual presidenta de Argentina, Cristina Fernández, que tras ser la primera dama de ese país durante la gestión de 2003 a 2007 se postuló a las elecciones y recibió el cintillo presidencial de su esposo, Néstor Kirchner. Posteriormente ganó las primarias de su partido (celebradas por primera vez en ese país) y fue reelegida en 2011 y asumirá el cargo hasta 2015.
Sin embargo, hay que reconocer que Fernández nunca podría haber logrado semejante ascenso político si no habría tenido como precursor la construcción simbólica que hicieron los argentinos en torno a la primera dama de Juan Domingo Perón, Eva Perón. Antes de que su esposo asumiera su cargo, el pueblo la quería como candidata a la Vicepresidencia, pero Eva renunció a la postulación. Tras morir, se tejió toda una leyenda, que comienza con el secuestro de su cadáver por parte de la dictadura militar de Pedro Eugenio Aramburu. La gente comenzó a atribuir milagros a la literalmente de- saparecida exprimera dama y llamarla hasta hoy Santa Evita.
Michelle Obama es otra primera dama en ascenso. Según la revista Forbes, fue la mujer más poderosa del mundo en 2010; luego, de acuerdo con este mismo medio, descendió al octavo puesto en la misma lista del siguiente año (2011). Si bien es difícil determinar cuanta influencia política pueda tener la primera esposa de raza negra que llega a la Casa Blanca, es evidente que tiene un impacto muy fuerte en el aspectos más evidente de la cultura pop (la moda). Además, responde muy bien a la imagen que demanda por el puritanismo yanki de que sólo una mujer ejemplar puede ser la compañera de su presidente, sirviendo así mucho más a una imagen moralista de una mujer moderna que equilibra su tiempo entre la familia y el trabajo (cuando ejercía como abogado) o actualmente con su vida pública y privada que a una de poder político. Se ha visto que esta idea de familia perfecta que parece tener la obligación de sostener todo núcleo familiar que llegue al poder para no descontentar lo que los estadounidenses piden simbólicamente no sólo es inverosímil, sino que inclusive muchas veces en la historia ese país se tornó irrisoria por episodios que perturban y retuercen ese ideal inexistente, como cuando la familia Clinton se vio envuelta en el escándalo sexual entre el exmandatario Bill Clinton y la pasante Monica Lewinsky, o por el mismo George W. Bush y su pasado toxicómano, o las andanzas amorosas de Jhon F. Kennedy.
Por otro lado, es coincidente la casualidad regional de los presidentes solteros de Latinoamérica: ni Hugo Chávez de Venezuela ni Cristina Fernández, quien dejó acéfalo el puesto de primer caballero, al igual que lo hiciera durante su gestión la chilena Michelle Bachelet; ni Fernando Lugo (Paraguay), quien nombró como primera dama a su hermana Mercedes Lugo de Maidana; ni Evo Morales o Dilma Rousseff (de Brasil) tienen una pareja oficial.
Sí se ve lo que sucede en Perú, Nadine Heredia Alarcón de Humala, primera dama del Perú, se involucra en la política. Este título, sin embargo, no es más que honorífico; pues, en 2006, el gobierno de Alan García disolvió el despacho de la Primera Dama. A pesar de esto, Heredia viene del mundo de la política al haber sido fundadora y miembro del Partido Nacionalista Peruano (actualmente transformado en Gana Perú).
Sólo como un ejemplo reciente de un rol político que ha asumido la esposa de Humala está su pronunciamiento sobre la crisis que se vivió la semana pasada en la Amazonía de ese país. Los mineros informales defienden su condición de tal protestando contra una ley que criminalizará sus actividades en caso de no regularizarse (por las protestas, el miércoles, hubo tres mineros muertos). La Primera Dama peruana opinó al respecto en la prensa de ese país: “La minería ilegal es un flagelo nacional. [...] Ahora se ha tomado, como se dice, al toro por las astas y no se va a dar un paso atrás”, dictaminó como lo haría un ministro de Estado.
En este mismo país fue muy sonado el caso de la esposa de Alberto Fujimori, Susana Higuchi Miyagawa. Siendo la primera dama, denunció a la hermana de su exesposo, Rosa Fujimori, de corrupción por donaciones de ropa del Japón. Por esto fue torturada y abandonada por sus hijos, según Higuchi afirmara. Al año siguiente quiso incursionar en la política como candidata a presidenta con la agrupación contraria al fujimorismo Armonía Frempol; y resultó una situación inédita e incómoda para la familia del Chino; sin embargo, como éste tenía controlado el Jurado Nacional de Elecciones, fue arbitrariamente impedida y deshabilitada. Posteriormente fue electa como congresista por el Frente Independiente Moralizador (opositor a (Fujimori) de 2000 a 2006.
Otra exprimera dama que hoy siguió una carrera política es Hillary Clinton. Tras superar el escándalo Lewinsky, ganó la senaduría de Nueva York y se convirtió, en 2000, en la primera mujer que ocupaba ese cargo. Luego fue reelecta en 2006. Posteriormente perdió, frente a Barack Obama, las elecciones primarias para ser candidata a presidenta por el Partido Demócrata. Sin embargo, Obama la invitó a uno de los puestos de mayor poder de la política del mundo occidental: la Secretaría de Estado de Estados Unidos.
Si bien los ejemplos ascendentes de estas mujeres no son aún de lo más comunes para América Latina, cada vez son más los puestos de importancia que ocupan. Seguramente, en poco tiempo, se verán más esposos bajo el título de “primer caballero”.
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