“Llegué el otro día a la oficina con la cara moreteada y le dije a todo el mundo que me había emborrachado, que me caí. Todos bromeaban: ‘seguro tu mujer te pegó’ y se reían. Yo me reía también. María me reventó una botella en la cara”.
Mario no es ningún alfeñique: mide más de 1,76 y tiene el cuerpo bastante rellenito. Es técnico en computación y trabaja en una oficina pública. No tiene muchos amigos, pues desde que conoció a María, se ha alejado del que antes era su mundo. “No siempre fue así. Los problemas empezaron cuando bebíamos. Cuando María estaba con unos tragos de más, se enojaba porque no sentía que yo no la valorara. Entonces me lanzaba lo que estuviera a su alcance y luego lloraba. Como sólo pasaba en sus borracheras, yo me aguantaba, porque creía que podía cambiar. Ahora ya casi ni me habla, creo que tiene un amante, pero no le puedo decir nada, que me empieza a gritar. Yo no atino a responderle, porque me asusta cómo se pone, no es normal”.
Cuando surgió la idea de la separación, ella lo chantajeó con quitarle a su pequeña Lucía y dejarlo en la calle. “Ella sabe que la justicia estará de su lado. A veces le pega a la niña y, cuando tiene marcas, le dice a la gente que yo he sido”.
Afortunadamente, Martín rompió el silencio y acudió a terapia. “Ahí me di cuenta de que no me valoraba y que la ocasional violencia física que sufrí no era nada en comparación a la psicológica. Ella sabía que me acomplejaba mi físico y mi origen, así que cada vez que me decía ‘gordo cholo’, me dolía peor que una cuera. Hoy me respeto más y estoy tratando de salir. Aún siento que es mi culpa”.
La amargura e impotencia se apoderó de Martín en esta relación. Aunque mucho menos frecuente, la víctima de violencia intrafamiliar también puede ser un hombre. “La violencia no discrimina, se instala en cualquier sexo y cualquier estrato social.
El alcohol, las drogas y pasiones exacerbadas suelen ser detonantes comunes en estas relaciones”, comenta el psicólogo Marcelo Cadena.
De todas formas, los casos femeninos y masculinos son diferentes. “La mayoría de los hombres ni siquiera trata de divulgar su condición. Y es que se siguen adjudicando características y roles que varón y mujer deben desempeñar dentro de la pareja: la mujer es el ‘sexo débil’ que representa vulnerabilidad y emociones, mientras el hombre es el proveedor ‘macho’ enérgico y valiente”.
El hombre también puede ser agredido física, psicológica, emocional, económica y sexualmente, si bien no sucede en el preocupante porcentaje en víctimas femeninas. El hombre también puede ser víctima de otro.
GOLPES EN EL EGO MASCULINO
Carlos es gay y vivió dos años con una pareja golpeadora. “Vine de Oruro a vivir con Gustavo. Mientras estuvimos juntos, él se moría de celos. No me dejaba salir a la calle, me encerraba, me prohibió tener amigos y me gritaba. Yo aún no tenía dinero como para vivir solo. Una tarde me salí y él esperó hasta la noche. Mientras dormía, me golpeó en la espalda con el cable de la plancha”. Carlos tardó dos años en dejar esa relación.
Los factores para que el varón víctima no se separe o haga la denuncia, se relacionan con los estereotipos rígidos que lo colocan como macho. “El esquema social de proveedor, jefe de familia y protector puede venirse abajo con una denuncia de agresión. Se supone que él ‘lleva los pantalones’ y está seguro que el aceptar su vulnerabilidad puede tener severas consecuencias sociales. ¿Cómo reirían sus amigos? Es muy duro aceptar que tu esposa, tus hijos o tu pareja gay, como en el último caso, te puedan quitar ‘la hombría’ a golpes, pero la verdadera valentía radica en denunciar la verdad”, expresa Cadena.
Hay sentimientos comunes en el hombre que es maltratado: soledad, sufrimiento, culpa, vergüenza, pobre autoestima, inhibición, propensión a la humillación o temor a tomar una decisión. Sobre estos sentimientos está un gran manto de silencio, la principal arma de la violencia. Por ello, romperlo y compartir las historias vividas puede servir para curar las heridas y seguir adelante.
APUNTES
• Causas. La violencia, provenga del hombre o de la mujer, tiene el mismo origen: poder y control sobre la relación. Las motivaciones, sin embargo, pueden ser distintas, pueden surgir con el fin de mantener control sobre la relación y la vida de la pareja, obtener algún beneficio económico, cuando se rompe la relación, cuando uno de los dos tiene una relación extramarital o cuando esa relación pretende ser formal.
• Diferencias. La violencia en el hombre no suele ser tan prolongada ni extrema. A pesar de que en ocasiones la mujer puede golpearlo, el hombre no siente peligro de daño físico ni temor por su propia seguridad. Tiene, además, independencia social y económica. El maltrato es psicológico y sutil, basado en la humillación y la manipulación, y el económico, a través del engaño, el robo o el chantaje.
• Ayuda. La atención que actualmente se le puede brindar al hombre víctima de violencia familiar es todavía limitada, por lo que es aconsejable recurrir a un especialista en psicología. Los estudios sobre masculinidades dan mayores luces sobre este fenómeno. En http://www.masculinidadesbolivia.info/ se pueden acceder a documentos que tocan el tema con mayor profundidad. Las brigadas de Protección a la Familia son útiles para hacer la denuncia y buscar asesoría legal.
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