martes, 27 de marzo de 2012

La pobreza con rostro de mujer en las calles de Tarija

Romelia trabaja vendiendo caramelos y ha elegido como lugar de venta una estación de gasolina, su compañera de todos los días es una pequeña canasta de caraguata llena de dulces. Se acerca a la ventanilla del auto y ruega para que le compren una golosina, “un chiclecito” dice de manera insistente. Cuenta que tiene tres hijos, una niña que está ahora con ella y dos varones que viven en Potosí. Dice que viene sólo por 15 días y que ya mañana deberá volver a Colquechaca su lugar de origen.
Aparenta tener 50 años, sus ojos rasgados y a simple vista impasibles se conmueven cuando escucha llorar a su niña a quien trae de la mano. De la espalda, con dificultad, desata su aguayo, saca un pequeño amarro de tela donde guarda su comida y acomoda a su pequeña, la carga en el aguayo y retoma su trabajo.
En menos de tres minutos se ha acercado a diez autos que hacen fila en la estación de servicio y sólo el conductor de uno de ellos se ha animado a comprarle unos chicles, los demás están concentrados en avanzar el medio metro que apenas recorre la larga fila de desesperados conductores que intentan cargar gasolina.
Es sábado y al parecer en la “tierra de los hidrocarburos” escasea el combustible. Sin embargo, a Romelia parece no importarle eso, ella está convencida de que “en Tarija hay plata”.
Aunque relata que siente nostalgia por el campo potosino, cuenta que allí la pobreza es más fuerte debido a que los cultivos han reducido en gran medida. Cuenta que su esposo se interna en el campo de las principales ciudades como Santa Cruz y La Paz para trabajar en cafetales y campos zafreros, mientras ella y otras mujeres se trasladan a las calles de Tarija y Santa Cruz.
Una investigación realizada por el Defensor del Pueblo afirma que la migración “norpotosina” no es un fenómeno circunstancial sino que responde a una estrategia económica consolidada debido a la pobreza y a la carencia de recursos existentes en sus tierras de origen. La mayoría de los migrantes “norpotosinos” que piden limosna o se dedican al comercio informal son mujeres con niños y niñas, siendo ésta la cruda expresión de la feminización de la pobreza.
Los procesos migratorios temporales y permanentes de los pueblos indígenas del Norte de Potosí van en tránsito hacia La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y ahora a Tarija. No es sorpresa ver a los migrantes potosinos pidiendo limosna sobre las calles Sucre e Ingavi de nuestra ciudad. “Hay varias otras mujeres que piden limosna pero yo me vendo dulces”, dice Romelia.
Un estudio revela que el fenómeno de la migración tomó fuerza desde 1983 cuando la sequía azotó al país y en especial al occidente de Bolivia de manera drástica, este hecho ocasionó el problema de la tierra por agotamiento.
Entre las causas están los cultivos intensivos por décadas y la proximidad de los mismos con los centros de producción minera como son los yacimientos de Siglo XX, Catavi, Huanuni, Colquechaca y otros. Esto, según el análisis, provocó la consiguiente infertilidad de extensas áreas de cultivo y tierras de pastoreo.
Una consultoría hecha por la Gobernación potosina reveló que en verano migran a Tarija 50 familias por semana y a La Paz 200. El gobernador de Potosí, Félix Gonzales, ha afirmado que ésta situación es indignante y ha destinado en la gestión 2011, 250 millones de bolivianos para proyectos en el norte de la región, de los cuales ya se invirtieron Bs. 150 millones en educación, proyectos productivos, riego, provisión de agua, electrificación y habilitación de tierras para cultivo.

Vida de los migrantes
en las calles de Tarija
Las mujeres y los niños que quedan en la ciudad de Tarija generalmente pertenecen a una misma comunidad o pueblo indígena, se alojan en el andén de la terminal de buses o en las calles. Durante el día las mujeres y sus hijos deambulan por las plazas y lugares públicos pidiendo caridad, aunque ahora están cambiando esta costumbre por la de vender algunos insumos como limones, dulces masticables, y otros.
Algunos niños y niñas provistos de su indumentaria típica tocan instrumentos musicales, bailando y cantando canciones de su tierra con lo que obtienen monedas para incrementar sus recursos familiares. Durante su estadía estos grupos de migrantes eventuales van recolectando ropa, víveres, juguetes, y otros objetos que luego serán empacados para llevarlos hasta su comunidad cuando se produzca el retorno. En su alimentación consumen residuos de frutas, panes y otros.
Según la Defensoría del Pueblo, el estado de los derechos humanos de estos grupos es alarmante. La mendicidad y los alojamientos inadecuados conllevan a la violencia física y sexual contra las mujeres y los niños.

Migraciones temporales
En cuanto a las migraciones temporales éstas se dan sólo en épocas de chaqueo, desmonte, siembra, cosecha y zafra, donde mayormente concurren los varones dejando en las ciudades a las mujeres y sus hijos menores.
El retorno se produce cuando el jefe de familia ya ha cumplido su trabajo eventual en el campo y cuando éste ya ha obtenido su paga por los servicios prestados, que muchas veces son pagados parcialmente en especie.
Estos flujos migratorios se producen dentro de un calendario agrícola perfectamente sincronizado entre el año agrícola de la comunidad y el año agrícola de la zona de trabajo donde se desplazan.
Dentro de estos accionares los ancianos quedan en las comunidades y en algunos casos son trasladados a poblaciones cercanas a sus comunidades a cargo de algún pariente, donde se los pueda tener en contacto con el resto del grupo.

Defensor del pueblo en Tarija afirma que
este tipo de migración respalda la trata y tráfico de niños
El defensor Departamental del Pueblo, Andrés Tablada, informó que la mendicidad de niñas, niños y adolescentes no proviene solamente del norte de Bolivia sino también de otros departamentos, sin embargo dijo que los mismos llegan de diferente forma, ya sea con sus propios padres, familiares o padrinos.
“Es un tema que tienen que ver con diferentes situaciones que desembocan en este tipo de necesidad, es parte de la migración. La situación del departamento de Potosí es recurrente y tiene que ver con la explotación de niñas, niños e incluso adolescentes”, añadió. La situación de pobreza para Tablada es uno de los problemas de donde emerge la trata y tráfico de personas en Bolivia hacia otros países.
Asimismo, indicó que la Defensoría del Pueblo está promoviendo la organización de la red nacional de Lucha Contra la Trata y Tráfico de personas, en cuya tarea deben intervenir las organizaciones estatales, públicas y privadas que están vinculadas a la protección de niñas, niños y adolescentes. “El 22 de marzo hemos realizado una reunión en Bermejo para reforzar el trabajo de la red que ya se organizó el año pasado en Bermejo y Yacuiba, ahora estamos en esta etapa de reforzamiento”, dijo Tablada.
Dio a conocer que no existen estadísticas sobre niñas, niños y adolescentes que trabajan pidiendo dinero en las calles de la ciudad de Tarija, pero resaltó que hicieron llegar al gobernador interino, Lino Condori, una propuesta para crear un centro de diagnóstico que permita recoger estos datos estadísticos.

PARA SABER
- Vida. Muchos campesinos de la zona norte de Potosí alternan el cultivo de sus tierras con la minería. Algunos migran a la capital para dedicarse al comercio.

- Repunte. El ingeniero especializado en minas, José Padilla, asegura que el norte de Potosí, colindante con Cochabamba y Oruro, es donde más se han abierto nuevos emprendimientos mineros, sea por parte de empresas o cooperativas.

- Vulnerabilidad. Mujeres, niños y ancianos son los que más migran para mendigar o sobrevivir con la venta de dulces y galletas. Un estudio de la Gobernación de Potosí, evidencia que hay abuelas que llegan a las ciudades con al menos cinco niños ajenos y que los reparten en diversos puntos para pedir limosna.

- Más pobres. Los municipios de Llallagua, Caripuyo y Chuquiuta son los que más sufren la emigración en el norte de Potosí.

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