miércoles, 16 de marzo de 2011

Arminda Vargas de Campos, 50 años dedicados a la enseñanza

Se jubiló en la educación fiscal en el año 1992, pero continua enseñando como en tiempos pasados.

“El enseñar es mi pasión que lo llevo siempre en el corazón”, dijo Irma Arminda Vargas de Campos, una profesora de 73 años que dedicó 50 de ellos a la enseñanza. Actualmente trabaja en el colegio Bancario como maestra de primaria.

“La profe”, como le dicen actualmente aquellos que aprendieron de sus enseñanzas, viene de una familia humilde, y con su esfuerzo logró la superación, gracias al apoyo de su madre Joaquina Vargas que cumplió al mismo tiempo el papel de padre para criar y atender a ella y a sus dos hermanos, Germán Vargas y Lilí Vargas.

La profesora Irma , desde muy niña ya tenía la aptitud para ser maestra y educadora.

Su primera enseñanza la recibió a los seis años en el colegio Santa Ana, de donde además salió bachiller. Cuenta que sus primeras alumnas fueron Linda Choque y Alicia Molina, a quienes en el primer curso les dio todo su apoyo para enseñarles a leer.

“Yo entré al kínder a mis cinco años, y la profesora que era una monjita dijo a la madre superiora que estaba preparada para pasar al curso superior y me pasaron a primero. Con el tiempo seguí estudiando hasta que la madre María Tapia me dio dos alumnas para que les enseñara, ellas eran mis compañeras, entonces yo les enseñaba lo que las madres nos enseñaban, como los sonidos, palabras, e incluso ya les enseñaba a leer”, comenta al hablar de sus primeras experiencias.

Pero no fue la primera vez que ella comenzaría a ejercer aquella función, pues en sexto curso nuevamente se puso de maestra, ante la petición de su profesora que se había enfermado. “Tuve que remplazarla por un mes, era una monjita que recayó y yo iba a visitarla para que me explicara lo que debía enseñarles a mis compañeras y de esa forma me hacía cargo de la clase”.

“Pala, lima, mano”, eran algunas de las palabras que ayudaba a las alumnas a aprender, entre muchas otras cosas, y las alumnas a pesar de ser de la misma edad y condición respetaban a la profesora Irma.

La experiencia de aquel tiempo y la buena voluntad que tenía hacia sus compañeras hizo que los mismos padres de familia invitasen a ella a sus casas, para que continuara con la enseñanza. No era remunerada, pero sí se ganaba el cariño de los padres, a tal punto de que cuando necesitaba alguna ayuda estos se la brindaban.

“Había algunos padres de familia que me llevaban a sus casas para que enseñe a sus hijas y ahí me invitaban algo de comer, de tomar y era lindo”, dice ella mientras continúa contando que en secundaria, ella vivía en el colegio María Laura, donde su madre trabajaba de portera, y el gusto de enseñar y compartir con sus compañeras, hacía que aquellas compañeras que tenían dificultades en el estudio, vayan hasta aquel lugar para que Irma pueda enseñarles. Con preferencia eran los días domingos.

ENTRE EL ESTUDIO Y EL TRABAJO

En el año 1958 Irma Arminda Vargas salió bachiller del Colegio Santa Ana y su esperanza era terminar su carrera que la había iniciado desde muy pequeña, pero los problemas económicos no daban para que Irma cumpla su sueño de ser profesora y decidió trabajar para juntar dinero e irse a la escuela normal de la ciudad de Sucre.

“Tenía, creo, 17 años y me tenía que ir a Sucre y lamentablemente no tenía dinero, y de ahí que empecé a trabajar de maestra, tuve un curso que era el quinto básico y estuve tres meses dando clases, luego entre de maestra interina por otro tiempo, luego trabajé de secretaria y pagaba incluso los sueldos a los maestros y reuní en ese tiempo un buen capital y me fui a cumplir mi sueño a Sucre”.

Irma, mientras trabajaba y para no perder el hábito de la lectura entró a la carrera de Derecho, donde logró sacar las mejores notas y competir con sus compañeros. Eran sólo tres mujeres.

“Por mis notas fui a la normal en el año 1959 y de acuerdo al examen nos recibían. Sólo hice dos años en la normal y estudie sólo para primaria, porque mi madre no tenía más dinero para que ingresara a secundaria que era lo que mas quería para ser profesora de Matemáticas”, explica con un rostro de tristeza.

Mientras cursaba esos dos años en la normal, Irma por sus notas excelentes estaba becada, ingreso a los 19 años y salió a los 21 como profesora titulada de la escuela de maestros de primaria de Sucre.

(RECUADRO)

SUS INICIOS EN EL COLEGIO CARMEN MEALLA

Quien lo diría pero Irma Vargas, no necesitó pedir trabajo en la Dirección de Educación de Tarija, pues su plaza ya estaba reservada porque dos directoras pedían que sus años de servicio comenzaran en sus unidades. En aquel entonces estaba el colegio María Laura y el colegio Carmen Mealla, prefirió quedarse éste debido a que en el primero se encontraba trabajando su madre.

“Me inicié en el colegio Carmen Mealla y trabaje 23 años, y recuerdo que no tuve problema de ir al SEDUCA a solicitar un trabajo, porque ya había dos directoras que querían que trabajase en sus colegios, me decidí por el Carmen Mealla porque no quería estar en el María Laura, debido a que no quería ser autoridad donde mi mami trabajaba, así que rechace esa propuesta”, explica.

Al tiempo, la profesora Vargas decidió trasladarse al colegio Litoral, una nueva escuela que estaba ubicada en el centro, que posteriormente pasó a ser el colegio San Bernardo, ahí trabajó por dos años y la escuela se cerró.

“Mire, a pesar de haber ocurrido aquello, la directora del Carmen Mealla me dijo, Irma aquí hay campo, y retorné a mi colegio querido, pero luego de ello empecé también a trabajar en Villa Abaroa, donde ahora es el colegio José Manuel Ávila, daba clases en un inicio en la capilla del Cementerio a personas mayores y luego me entregaron un curso con tres alumnos y al final terminó con 18 de ellos, para que después de algún tiempo se creen otros cursos”.

Niños, niñas, adultos y muchas otras personas pasaron por las enseñanzas de esta reconocida profesora, que no solamente estaba dedicada a enseñar lo cotidiano, sino también a formar valores sobre todo a aquellos niños que tenían problemas, y muchas veces hacía espacios de tiempo para atenderlos en su casa y ayudarles a que fueran los mejores de la clase.

“Los alumnos que tienen problemas y no captan rápido yo les doy clases particulares y no les cobro nada, porque es mi vocación de enseñar, siempre inculco valores porque ellos son los que perduran y ayudan a uno a superarse”, comenta.

SU HIJA SIGUIÓ SUS PASOS

Con los años de trabajo al que le dedicada más de 12 horas diarias, se dio un espacio personal para casarse y tener una hermosa hija a quien llamó Miriam Campos Vargas, quien actualmente es auditora, pero a pesar de esa profesión sigue los pasos de madre enseñando clases particulares de Matemáticas, Lenguaje, Sociales, Ciencias Naturales y hasta Religión, como lo hace Irma.

La profesora comenta que no quiso que su hija estudiara la profesión de maestra, debido a que los salarios muchas veces eran injustos y no compensaban el esfuerzo que ellos brindaban y decidió que ella estudiase esa otra profesión, pero sin duda los rasgos de profesora aun los lleva en el corazón.

Irma aún a su edad sigue demostrando ese vigor de cuando era joven, sigue entusiasta, sigue atenta, sigue estudiosa y siente que ese amor por los niños y la enseñanza nunca acabará, sobre todo al haber conocido e impartido sus conocimientos a grandes personas, que hoy por hoy son autoridades, médicos, abogados, ingenieros, arquitectos y profesores, entre muchos otros.

APUNTE

Nunca aceptó el cargo de directora

Pese a las oportunidades de ser directora de varios establecimientos, nunca aceptó por una simple razón, por estar siempre en contacto con los alumnos, para seguir brindándoles sus conocimientos.


“ A los alumnos que tienen problemas y no captan rápido yo les doy clases particulares y no les cobro, porque es mi vocación de enseñar”

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