“Nunca imaginé que mi padrastro me haría daño porque él nos trataba bien, era un buen padre para nosotros. Mis hermanos se fueron a otro lado a trabajar y yo me quedé sola con él y fue cuando comenzó mi calvario. Después de que se fue mi madre, él se dedicó a beber seguido y entonces llegaba a la casa y me violaba. Me amenazaba con matar a mis hermanos o a mi mamá si es que yo lo denunciaba. Por eso callé durante dos años hasta que no pude más y me escapé”, relata con un dejo de tristeza.
Se sentía culpable
Cuando tenía 13 años escapó. Se fue donde una tía que vivía en Cotoca y se cambió de colegio. No le contó a nadie su drama. Sentía miedo y al mismo tiempo vergüenza, incluso hasta culpabilidad, porque pensaba que quizá ella lo provocaba.
María no entendía por qué sentía punzadas y dolores en su vientre, hasta que un día se desmayó en el colegio. Para sorpresa de su tía, su maestra, sus compañeros y de ella misma, había quedado embarazada. Fue así como se conoció su verdad. Sentaron la denuncia en la Unidad de Víctimas Especiales contra su padrastro. Lo buscaron pero él huyó y hasta la fecha no lo encontraron. Sigue prófugo.
El rechazo
“No quería tener al bebé, lo odiaba, sentía rechazo y lo único que pensaba era en darlo en adopción apenas naciera. Cuando me trajeron al Centro para madres adolescentes de la aldea Padre Alfredo ya tenía seis meses. Aquí recibí orientación y ayuda sicológica y fui aceptando mi condición. Cuando nació mi niño mi mundo cambió. Al verlo sentí una ternura indescriptible. Pese a mi corta edad, un amor muy grande se apoderó de mí y él se convirtió en la luz de mis ojos. Tenemos un vínculo muy hermoso y todo lo que hago es por mi niño”, dice con la voz entrecortada esta jovencita que en junio cumplirá 17 años, pero que ve la vida con la madurez de una mujer adulta.
Lo mejor para su hijo
Al nacer el bebé, que está próximo a cumplir los tres años, María volvió a retomar sus sueños de niña. Aunque dejó los estudios durante su embarazo, luego decidió luchar para salir adelante. Ahora está cursando el primero de secundaria y al graduarse quiere estudiar Repostería para complementar sus conocimientos en panadería, dado que ella es la encargada de este sector en el hogar de acogida a madres adolescentes, donde, además, aprendió a cocinar, a costurar y a bordar manteles y chinelas.
“No puedo negar que a veces me da miedo de lo que va a pasar, pero cuando miro a mi bebé me siento segura de que juntos vamos a salir adelante”, afirma.
Algunas recomendaciones
Aconseja a las niñas o adolescentes que están pasando o han pasado por su misma situación a no quedarse calladas, que denuncien y que no tengan miedo porque sus agresores siempre amenazan con hacerles daño o matar a sus familiares para evitar ser descubiertos.
“Sufrí mucho en silencio durante dos años por no atreverme a denunciar a mi padrastro. Ahora me he dado cuenta de que si hablaba, mi calvario no hubiese durado tanto tiempo. Gracias a Dios y al apoyo de las sicólogas y de las hermanas del centro de acogida, pude perdonar a mi agresor, a mi madre, que me dejó en su poder, y a mirar la vida de una manera diferente, teniendo siempre pensamientos positivos”, resalta.
Hogares desestructurados
Ana Rosario Calvo, sicóloga del Departamento de Adolescencia de la Maternidad Percy Boland, explica que generalmente los hijos de madres adolescentes productos de violación, tienen mayor probabilidad de ser rechazados por sus madres y por la familia materna. Además, prosigue, tienen mayor probabilidad de ser cedidos en adopción o su cuidado es asumido por terceras personas en las que no está incluida la madre.
Agrega que la mayoría de los casos de embarazos en niñas de 10 a 13 que se atienden en dicho servicio, son por violaciones del entorno familiar. Asimismo, se puede evidenciar que estas chicas provienen de hogares desestructurados con diversos cambios de figuras parentales y un importante nivel de inestabilidad y disfuncionalidad familiar.
Madre a los 15 años
La incertidumbre se apoderó de Jenny Chávez (18). La prueba de embarazo resultó positiva y a sus 15 años no sabía cómo darle la noticia, especialmente a su madre, ya que su papá, que tiene problemas con el alcohol, era un padre prácticamente ausente. En el vientre llevaba una nueva vida y sobre sus espaldas estaba cargando el peso de convertirse en una mamá adolescente.
A los 16 ya tenía entre sus brazos a su pequeño, que en tres meses cumplirá dos años. Lo lamentable, como en la mayoría de los casos, es que tuvo que enfrentar su nueva vida sola como madre soltera, ya que el papá del bebé primero se negó a reconocerlo, diciendo que no era su hijo, y ahora su ayuda es casi nula, puesto que alguna vez que ve al niño, llega con las manos vacías y ni siquiera le lleva un paquete de pañales.
Presa del temor
“Cuando me enteré de que estaba embarazada tuve mucho miedo. No quería tenerlo, incluso pensé en abortar. Primero le conté a mi hermana mayor y luego mi madre se dio cuenta de la situación. Lo primero que preguntó fue quién era el padre, ya que ella ni siquiera sabía que yo tenía un enamorado en el colegio”, rememora.
Luego su madre la llevó a la maternidad y comenzó a recibir la atención prenatal. Cuando nació el bebé, su vida cambió por completo y decidió ser una buena madre y luchar para sacarlo adelante. Agradece el apoyo que tuvo de su progenitora, puesto que sin su ayuda, nada hubiera sido posible.
Desde chica a Jenny le gustó trabajar para comprarse sus cosas y, de paso, colaborar con su mamá. Por su estado de gravidez, dejó el trabajo en una gasolinera pero no abandonó el colegio. Iba a clases y se esmeraba en sacar buenas notas. Este año se graduará y quiere hacerlo con honores para tener el ingreso directo a la universidad estatal, porque uno de sus sueños, que al enterarse que estaba embarazada pensó que quedarían truncados, es convertirse en una gran sicóloga y ayudar a las personas a superar sus problemas y sus conflictos internos.
Se puede sola
“Primero pensaba que sola con mi hijo no iba a poder salir adelante. Ahora sé que no hace falta un hombre para que nos superemos y que un bebé no es un impedimento para triunfar en la vida... En mi caso, él se convirtió en mi fuerza para luchar. Solitos podemos alcanzar nuestros sueños y objetivos, siempre y cuando nos lo propongamos”, dice Jenny.
Actualmente trabaja en un centro comercial vendiendo ropa y ella mantiene a su hijo, a quien trata de que no le falte nada. Cuenta, además, con el apoyo de su hermano, que la ayuda a cuidar al niño mientras ella sale a trabajar, durante el día, y a estudiar, por las noches.
“Lamentablemente cuando tenemos un padre ausente que nunca está para darnos el cariño que necesitamos, buscamos llenar ese vacío con nuestros enamorados, nos dejamos engañar y caemos en la trampa de entregarnos. Ellos prometen que no va a pasar nada y que si uno se embaraza, se casarán y estarán con nosotras para toda la vida, lo cual no es cierto. Hay muchas historias iguales a la mía, por eso aconsejo a las adolescentes a que piensen bien antes de hacer algo de lo que luego se puedan arrepentir toda la vida”, recomienda Jenny.
Una historia que se repite
Ana (19) cuenta que la virginidad nunca había sido importante para ella, pero siempre había soñado con dar ese salto con el hombre y en el momento que ella elija. No tuvo esa suerte. Fue drogada y violada por el que era su novio en aquel entonces, un estudiante de tercer año de Medicina. Ella solo tenía 16 años.
Fue un golpe muy duro, porque no solo fue violada, sino que también quedó embarazada. Pese a que en un primer momento rechazó al bebé y quería abortar, finalmente decidió tenerlo. Logró superar ese trauma y salir adelante con orientación y ayuda sicológica. Terminó sus estudios y ahora está cursando su primer semestre de licenciatura en Enfermería.
“Mi proyecto de vida es ser una gran profesional porque aprendí que en la vida uno puede tropezar y caer, pero que es posible levantarse. Quiero trabajar y ayudar al que ahora es mi pareja, que estuvo a mi lado y supo ayudarme a criar a mi hijo, que ya tiene dos años. Sé que juntos, con el apoyo de mi familia, vamos a salir adelante”, narra.
Acaba de ser mamá
La historia de Sara, que acaba de cumplir 16 años, no es diferente. Hace poco más de una semana se convirtió en mamá de un varoncito. Su vida cambió a los 15 años cuando descubrió que estaba embarazada y al decirle a su novio, este desapareció sin dejar huella.
Su madre refiere que ella se dio cuenta del embarazo de su hija menor cuando veía que no soportaba los olores ni de su perfume y que después de comer salía corriendo al baño a vomitar. “Fue un golpe duro. Como padres no nos queda más que apoyarla. Es nuestro primer nieto y se ha convertido en nuestra chochera”, remarca la mamá de Sara.
Sara dice estar feliz por su bebé y se alegra de no haber aceptado la propuesta que le hizo su enamorado de abortar. Se queja un poco de los desvelos que lo delatan las ojeras en los ojos, pero al mirar a su bebé y acariciarlo, se olvida de las malas noches que la hace pasar.
“No entré al colegio este año, pero sí lo haré el próximo. Tengo que salir bachiller para luego entrar a la universidad. Debo prepararme bien y trabajar porque ahora tengo una hermosa razón para luchar”, puntualiza.
En cifras
Un informe del Departamento de Adolescencia de la Maternidad Percy Boland da cuenta de que en 2011 se atendieron 106 partos y cesáreas en niñas de entre 10 y 13 años, y 743 en adolescentes de 14 a 16 años. Mientras que en 2012 disminuyó notablemente la cifra a 43 embarazos, en niñas de 10 a 13 años, y a 450 en las adolescentes de 14 a 16 años.
De acuerdo con datos del INE y del Fondo de Población de las Naciones Unidas, en Bolivia la tasa de embarazos precoces se incrementó en el último tiempo del 14 al 18%. Pobreza, falta de educación, falta de uso de preservativos y violaciones son los principales factores de riesgo.
El informe sobre la Población Mundial 2012 de Naciones Unidas muestra que en México, 87 de cada mil niñas de 15 a 19 años quedaron embarazas. En Honduras la cifra llega a 108, en Venezuela a 101, en Ecuador a 100 y en Guatemala a 92.
Violación y embarazo
La terapeuta familiar Liliana Zabala expresa que en el caso de las mujeres que resultaron embarazadas producto de una violación, es muy importante trabajar en la aceptación del bebé, de manera que se rompa la asociación entre el niño o la niña con las circunstancias tan violentas en las que fue procreado.
“A veces estas chicas resultan muy buenas mamás; otras mujeres que han sido maltratadas se vuelven sobreprotectoras y en ciertos casos descargan sus frustraciones en el hijo que nació como producto de la violación, razón por la que es el más desnutrido o el que siempre se atiende de último”, remarca.
Zabala relata el caso de una paciente adolescente que quedó embarazada a raíz de una violación a la que le brindó ayuda sicológica durante bastante tiempo porque no admitía su estado y no quería tener al bebé. Con el apoyo que recibió, logró aceptar a su hijo. Ahora ha retomado su vida, sus estudios, y su sueño es ingresar a la universidad.
Consecuencias sicológicas
Entre los síntomas que manifiestan las víctimas de la violencia sexual se encuentra el miedo a salir a la calle y al contacto con personas del sexo opuesto, el retraimiento, la depresión, la vergüenza, un sentimiento de culpa y la pérdida de la autoestima. Otro sentimiento común es el odio y el resentimiento.
Si la víctima no recibe atención sicológica inmediata, puede desarrollar trastornos depresivos o ansiosos que pueden resultar en tentativas de suicidio. Muchas veces no se recupera la seguridad de amar a una persona del sexo opuesto. Se requiere de una terapia altamente delicada por parte de profesionales idóneos con la ayuda de la familia para superar los traumas. El abordaje del abuso sexual es ciertamente doloroso, pero el no atenderlo garantiza un sufrimiento mayor por el resto de la vida. Es pues sumamente necesario acudir con el profesional de la salud pertinente que acompañe en el proceso de lograr un equilibrio en las emociones.
Recomendaciones
Calvo expresa que las madres adolescentes a menudo tienen que saber y necesitan conocimiento del desarrollo de sus hijos, aun cuando ellas puedan tener experiencias previas en el cuidado de niños de otras personas como, por ejemplo, de hermanos o sobrinos.
Además, añade, ellas deben aprender a posponer sus propias necesidades para darles paso a las de sus niños. Es necesario enseñarles cómo estimular el lenguaje de sus hijos de acuerdo con su etapa de desarrollo y también es conveniente que conozcan sobre comunicación no verbal para que sepan leer las señales de su bebé y respondan a las mismas.
Complicaciones ginecológicas
La ginecóloga Mónica Raya explica que el embarazo en una adolescente está asociado con un mayor índice de morbilidad y mortalidad para la madre y el bebé, en especial en las adolescentes menores de 16 años.
Las niñas embarazadas tienen un riesgo mucho mayor de sufrir complicaciones médicas causadas por falta de desarrollo físico y madurez apropiada, ya que las adolescentes no tienen una pelvis totalmente desarrollada y esto trae como consecuencia embarazos que no llegan a término y también partos prolongados por la desproporción que existe entre la cabeza del bebé y la pelvis de la madre.
Además, se pueden presentar complicaciones como placenta previa, infecciones del tracto genital, amenaza del parto pretérmino, ruptura prematura de membrana, preclampsia, retardo, complicaciones en el parto, hemorragia, desgarros cervicales, anemia, parto prematuro, además de todas las complicaciones que conlleva un embarazo precoz.
Entre los problemas que puede afectar al niño destacan: bajo peso al nacer, distrés transitorio, hipoxia, bronco aspiración del líquido amniótico meconial, membrana hialina, crecimiento intrauterino retardado y prematuridad con todas las complicaciones asociadas
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