jueves, 30 de mayo de 2013

Gral. Carmen Irma Cerruto: ‘Es una oportunidad para la mujer’



¿Qué la llevó a elegir la profesión de policía?

Hace muchos años, unos 35, que decidí ser policía. Me presenté a la primera convocatoria de la Academia Nacional de Policías. Respecto a los motivos... me imagino que cuando uno es niño o adolescente sueña con ser veterinario, médico o nuestra profesión de adultos. En mi caso, me di cuenta de que la profesión de policía es una alternativa para trabajar por los demás.

¿Sabía que además de la formación rígida debía estar cuatro años en la Academia y el resto de su carrera en una institución de estructura vertical?

Claro que sí, más allá de que una de las primeras enseñanzas policiales es: “para mandar hay que saber obedecer”. Sé que pertenezco a una organización en la que la disciplina debe ser el pilar y la estructura misma que la mantiene. Soy muy amiga de la disciplina y la exijo a todos con quienes trabajo.

¿La verticalidad no ha sido un obstáculo en su formación?

No, provengo de un hogar en el que había mucha disciplina. Don Néstor Cerruto y doña Cristina Ticona, mis padres, vienen de esas enseñanzas antiguas en las que se inculcaba el respeto, por consiguiente, el someterme a la disciplina policial, a esa jerarquía vertical, no significó esfuerzo porque fue desde el primer año de cadete. Cuando se tiene 17, 18 años no cuesta asumirlo y se convierte en la constante para los ascensos.

Son cuatro años de régimen cerrado...

Eso sí me costó asimilar. Una en la casa es hija caprichosa, como todo hijo. Tiene a papá y mamá que la miman, que le dan la comida, pero el cambio es radical en la Academia. Hay que levantarse a las cinco de la madrugada al toque del clarín. No está la mamá para decir “levántate, ve a la escuela”, “ve al colegio”. Ya no se escucha el silbar de la caldera para tomar desayuno. Sonaba el clarín y todos, hasta contar diez, teníamos que estar vestidos en el patio.

¿No tenían un trato más suave con las mujeres?

Pienso que no. Estoy hablando de hace más de 30 años y eran muy pocos los que consideraban que éramos damas. Éramos 16 las que aprobamos la postulación e ingresamos ocho, y cuando egresamos de la Academia se preguntaban qué hacen estas mujercitas en una institución que durante más de 100 años ha sido exclusiva de varones. Al contrario (del trato suave), sentía que no era bien recibida.

¿Cómo lo superó la general Cerruto?

Ingresé a la Academia inmediatamente después de graduarme de bachiller. Era muy joven y me adecué a esta vida durante unos tres meses. El primer mes surgió la idea de volver a casa. Creo que a todos los cadetes se les cruza esa idea por la cabeza al menos por unos segundos.

¿Sea hombre o mujer?

Es independiente de que uno sea varón o mujer. Pienso que eso les ocurre a los cadetes en el primer mes porque es muy fuerte el cambio. A los tres meses, más o menos, ya nos acostumbramos y nos gusta esa vida.

Una vez egresada de la Academia vienen los ascensos y otras aspiraciones profesionales. ¿Cómo los combinó con su vida familiar?

Tenía 21 años cuando ya era oficial de Policía. Esa es una de las etapas más bonitas porque uno vuelve soltera, con papás y hermanos, a la familia. Una come de la olla grande. Papá paga la luz, el agua y el teléfono mientras mamá cocina para todos. Mi única responsabilidad era cumplir los turnos policiales y me esperaban en casa.

¿No pensó en formar su propia familia?

De subteniente no, además que las normas nos obligaban a pedir un permiso escrito para casarnos. De alguna forma teníamos que hacer saber a nuestros superiores con quién íbamos a contraer nupcias. Y de subtenientes no estaba permitido el matrimonio. Tuve a mi hija cuando era teniente efectiva, pero todo el grado de subteniente la he pasado sola, cumpliendo y trabajando para la Policía.

Con los ascensos vienen los destinos, ¿cómo le fue con esos cambios?

Eso es hermoso. Siento que es un privilegio conocer distintos departamentos del país. Hasta para mis hijos, cuando eran pequeños, era todo entusiasmo el hacer las maletas y partir. Había que buscar otra escuela, un lugar donde vivir, conocer otra gente durante nuestra vida profesional, personas extraordinarias. Estos cambios de destino permiten que una conozca costumbres diferentes. Comparo la decisión de ser policía con la de ser monja, porque cuando una dama toma la decisión de ser monja renuncia a la mayor bendición que es ser mamá y cuando una elige ser policía acepta ir con su hogar a donde le destinen.

¿Fue destinada a todos los departamentos?

No. He trabajado en La Paz —recién egresada—, Cochabamba, Tarija, Oruro y Chuquisaca. A los departamentos del oriente he ido en comisiones, así llegue a todo el país.

¿Y el destino que más le gustó?

El Chaco, fui comandante de frontera.

¿Ya había formado una familia?

Yo puedo hablar de mis hijos. Ellos han sido la luz de mi vida, aún lo son. Son mi compañía de siempre. La parte más difícil ha sido estar lejos de ellos para cumplir un destino, pero siempre he tratado de estar con ellos, sea por teléfono, encomienda o viajes. Una tiene que darse modos de hacer sentir que ahí está la mamá.

¿En qué área se ha especializado?

En 30 años de trabajo he estado en casi todas las unidades de la Policía Boliviana. He estado en el 110, Tránsito, Narcóticos, Aduana, FELCC, Interpol. Creo que mi andamiaje es bastante rico en lo que se refiere a destinos, sin embargo, he trabajado mucho más tiempo en la Brigada de Protección a la Familia, una unidad especializada conformada por mujeres policías. Cuando era capitán fui la primera comandante de la Unidad en Cochabamba y he podido ver cuánta violencia existe dentro de los hogares. Muchas veces las personas piden seguridad ciudadana, pero ellas mismas no ofrecen seguridad en su casa. Pienso que todo comienza por casa. De los hogares emergen los grandes profesionales y también personas que rompen las normas, ladrones, atracadores, en fin.

Ingresó a una institución vertical tradicionalmente conformada por hombres.

¿Cómo le fue al impartir órdenes a varones?

Lo más importante es mostrar trabajo. Soy enemiga de predicar lo que no hago. Soy enemiga de las personas que dicen una cosa y en sus acciones muestran lo contrario. A partir de eso no he tenido mayores dificultades; con el grado de mayor estaba como jefa de personal de más de 900 policías del Batallón de Seguridad Física. He sido directora de la Escuela Básica de Cochabamba y de la Academia Nacional de Policías, en la que hay algo más de 1.000 cadetes, la mayoría varones. Hubo alguno que otro lunar, pero ya no tenemos esas dificultades por el grado.

¿Pero cómo le fue en la experiencia de ordenar a varones

Esto es gradual. Han habido capitanes que decían “¡Una mujer mi jefe!”, pero en el día a día ellos veían que me integro al trabajo y demuestro trabajo; en ese entendido, no he tenido dificultades a la hora de aplicar la verticalidad en la institución policial.

¿Qué significa su llegada al grado de general, una de las dos primeras en la Policía?

Considero que juega un papel importante la decisión del presidente Evo Morales —obviamente está la convocatoria de hace más de 30 años como punto de partida— de incluir a la mujer y darle oportunidades. Tenemos mujeres en el Ejecutivo, en el Legislativo, ahora tenemos mujeres generales en el Ejército y la Policía. No es una oportunidad a Cristina Cerruto, es una oportunidad a la mujer para obtener este grado y estar en los niveles de mando de la institución.

Cuando se emitió la convocatoria, hace más de 30 años, había dudas de que puedan ser generales. ¿Cuál es el futuro ahora que lo hicieron?

Cuando éramos cadetes de tercer año había una propuesta. Para ser subteniente había que estar cuatro años y no ofrecieron el egreso. No aceptamos el recorte a tres años y exigimos cumplir el mismo periodo de estudios que los varones. En ese tiempo no se reconocía a las cadetes mujeres, por eso creo que es determinante la decisión de que optemos al grado de general cumpliendo todos los requisitos que exigen las normas y las leyes.


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