domingo, 16 de octubre de 2016

“Juanita la cariñosa” y su lucha detrás del ring



Tenía 15 años cuando se le presentó la oportunidad, cuenta que era una mujer muy activa, practicaba deportes extremos, hacía taekwondo y levantaba pesas en la ciudad de La Paz. Fue justamente mientras hacía su rutina en el gimnasio que conoció a “Kid simonini”, un legendario luchador de aquella ciudad, que al verla se le acercó y le propuso que sea una cholita luchadora.

La idea le emocionó y es que desde pequeña veía lucha libre en la televisión y soñaba con algún día poder ser una luchadora. Así que entre el temor al qué dirán, los golpes que podría recibir y la emoción de estar en un ring, ella optó por hacer la prueba sin el conocimiento y mucho menos, el consentimiento de su madre, ni de su familia.
Así, empezó a entrenarse por el lapso de dos años con “Kid simonini” y otras cinco cholitas, que ya se dedicaban a este deporte. Cuando estaba por cumplir 17 años llegó el momento de salir a un ring, recuerda que le tocó pelear en ese entonces con una señora conocida como la “Guerrillera”, una veterana del rubro que usaba malla y botas. Su iniciación fue en una carpa instalada sobre la avenida Buenos Aires.
“La primera lucha creo que siempre es trágica para todas porque una no sabe lo que va a pasar, además que me puse nerviosa ante el público. Creo que me pegaron hasta por debajo de la lengua, pero es que a veces cuando una es joven cree sabérselas todas, sin embargo la experiencia siempre se impone”, recuerda Mery Llanos Saenz, conocida como “Juanita la cariñosa”.
“Ese día aprendí que en la lucha libre no hay amigos, tienes compañeros de trabajo nada más, porque ella podía hablarme lindo en los entrenamientos, pero en el ring era una luchadora”, añade.
Dice que ese día le dolió hasta el “cabello” y ahí fue cuando confirmó que los golpes en el ring no son fingidos. “A veces ven a la lucha libre como algo irreal, pero las caídas y los golpes son reales; mucho más aquellos silletazos que a veces te toca meter o que te toca recibir”, afirma.
De esa manera Mery se introdujo al mundo de la lucha libre y si bien fue difícil para su gremio a principios del año 2000- por ser una época de mucho conflicto social-recuerda que empezar fue duro. Cuenta que eran discriminadas, no las aceptaban y había mucha crítica, por lo que ocasionaban a la imagen de la chola paceña.
Sin embargo, decidieron seguir con sus sueños y de a poco, motivadas por la curiosidad de muchos e impulsadas por el respaldo de las empresas de turismo, continuaron las peleas y poco a poco se consolidaron en la ciudad.

Mery, la mujer y madre
Empero, Mery tenía otro reto, debía aprender a combinar la lucha con su vida de mujer y madre. Al hablar de este tema revela que a los pocos meses de haber cumplido 17 años quedó embarazada. Se dio cuenta recién de su gestación a los dos meses y sin embargo continuó luchando dos meses más porque sentía pasión por el deporte. Finalmente paró por los consejos y reprimendas de su madre, de su pareja y de Simonini.
“Ahora recién me pongo a pensar en eso y la verdad que Dios es tan bueno que realmente me cuidaba. Ahora después con los años uno ve que realmente pudo habernos afectado”, dice al ser consultada sobre el riesgo que implicaba luchar embarazada.
Sin embargo, como su deseo de volver era tan grande y se presentó una gira por Cochabamba, justo después de dar a luz, volvió al ring a la semana de haber nacido su primer hijo.
“Viajé con mi bebé y seguí así hasta que tuvo cuatro años, después lo tuve que dejar porque él tenía que entrar a la escuela y aprender, entonces lo dejaba con mi hermana y mi mamá”, recuerda.
Dice no saber de dónde sacaba fuerzas y energía para llevar ese ritmo de vida, llevando una maleta llena de pañales con ropa para el bebé y otro equipaje con su ropa y vestuario de presentación.
De hecho, cuando sucedían las presentaciones ella esperaba su turno de lucha con su bebé en brazos, y cuando llegaba la hora de pelear sus compañeros agarraban a su hijo en brazos y esperaban que ella baje del ring. Cuando concluía la lucha, Mery bajaba directo a darle pecho a su hijo.
“Ha sido una vida dura la que llevé como mamá, como luchadora, y por eso creo que Dios me bendice y ahora tengo muchos logros gracias a este deporte”, agrega.
Más aún, las peleas y sus giras constantes la alejaron de su primogénito durante toda su infancia, por lo que con un visible nudo en la garganta admite que es el precio más caro que pagó por dedicarse a la lucha. Hoy su hijo mayor tiene 15 años y tiene otro de cinco, con el que evita cometer los mismos errores.
Así, “Juanita la Cariñosa” cuenta que combinar su profesión con su vida de mujer fue muy complicado. Revela que no se casó, pero tiene su pareja que es el padre de sus hijos y con el que tuvieron momentos complicados; empero sigue con él.
Dice que para la gran mayoría de las cholitas luchadoras tener un hombre como pareja es complicado, por lo que asegura que un 90% de ellas son divorciadas y el resto solteras.
Según relata, es difícil para los hombres ver a una mujer en este oficio y aunque no está segura de los motivos por los cuales casi todas son solteras, ella atribuye esto al machismo y “orgullo de hombre”.

Un día en la vida de Mery
Mery además de ser luchadora profesional es también comerciante y tiene un negocio de venta de cosméticos en la ciudad de La Paz. Por lo que sus jornadas comienzan muy temprano, pues debe levantarse a hacer el desayuno y despachar a sus hijos al colegio.
Cuando hace esto y ordena un poco su hogar sale rumbo a su tienda, donde instruye las acciones del día a su personal, pone algunos pendientes en orden y con todo encaminado regresa a su hogar a cocinar para esperar a sus hijos con el almuerzo.
Después de la comida, cerca de las dos de la tarde vuelve a su tienda para ver cómo marcharon las ventas y controlar que todo esté en orden. A las cinco de la tarde debe entrenar en el gimnasio, donde por lo menos está un par de horas; luego vuelve a su casa, prepara el té o la cena para sus hijos y a las ocho de la noche, entrena y enseña algunos movimientos de lucha libre a algunas aprendices.
Su pasión por este deporte es tal que tiene en su casa su propio ring, donde practica con sus compañeras de trabajo. Cuando todo esto termina, llega la hora de descansar.

Lo bueno y lo malo
Luego de tantos recuerdos, Juanita la Cariñosa, dice que el camino que lo tocó seguir para poder llegar a ser hoy una de las más reconocidas y exitosas cholitas luchadoras de Bolivia no fue fácil. Comenta que gracias a este deporte tuvo la oportunidad de conocer todo el país, pero además llegó a otros países que tal vez haciendo otra cosa, nunca los hubiera conocido.
Detalla que tuvo presentaciones en Argentina, Ecuador, Brasil, Perú, Chile, Ecuador, Colombia, México y Estados Unidos. Asegura que una sus más grandes experiencias la vivió en Norte América y en México el país de “El Santo”, un legendario luchador.
“Ir a EEUU y compartir con luchadoras grandes del cuadrilátero, además de haber estado hace poco en México, conociendo a las estrellas que veía en la tele de niña, como a la dinastía Moreno, son los más grandes recuerdos que tengo”, afirma.
Sobre lo malo, subraya que haberse perdido la infancia de su hijo mayor fue lo más duro, pero también revela lo mucho que le duele a su madre verla dedicarse a la lucha libre. De hecho, relata que su madre sólo la vio una vez en el ring, en una presentación que tuvo con luchadores mexicanos, y en ese evento ella lloró y le pidió una vez más que se aleje de la lucha libre.
“Recuerdo que ella me decía ‘cómo hija si yo nunca te toqué un pelo voy a ver que ahora desconocidos te den semejantes golpes’. Desde ese entonces nunca más quiso volver a verme pelear”, finaliza.

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