Graças recibirá una compañía que factura aproximadamente 138 mil millones de dólares por año. Lo cual no impide que su objetivo sea aumentar aún más la producción de petróleo, según las primeras indicaciones de Rousseff.
Hasta ahora, quien tuvo a cargo durante seis años la administración de la gigante brasileña fue José Sergio Gabrielli, un dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) en el Estado de Bahía, apoyado por Lula da Silva. Según trascendió, Dilma prefería para el puesto a alguien surgido de la militancia más cercana a ella y con estilo gerencial más semejante al suyo.
María das Graças Silva, la primera mujer en liderar Petrobras, se ganó la confianza de la Presidenta desde los inicios de la campaña electoral y más aún, al seguir de cerca su carrera profesional dentro de la petrolera, en donde ingresó a la edad de 24 años como “estudiante en práctica” tras formarse en la Universidad Federal Fluminense.
Las historias de vida tanto de Dilma como de María, nacida el 26 de agosto de 1953 en Minas Gerais, se asemejan en cuanto a su lucha diaria por sobrevivir cada una en un escenario diferente: la Presidenta militaba contra la dictadura, en ocasiones desde la clandestinidad, mientras que la elegida titular de Petrobras vivió desde los dos años en la favela Alemão. Hija de una empleada doméstica y un vendedor, Graças debió trabajar durante parte su infancia y juventud como cartonera para ayudar con la economía familiar. Una vez alejada de su entorno inicial, se casó en tres oportunidades. Actualmente, tiene una hija médica y un hijo, estudiante de periodismo y exjugador de básket, que tiene tatuado el nombre de su madre en su brazo.
Según consignó el diario brasileño Folha do Sao Pablo, Graças se autodefine como “carioca de corazón”, le encanta el Carnaval y es una fanática declarada de Los Beatles. En más de una ocasión tuvo que defender su perfil: “Sé que las personas no se alegran de tenerme como jefa. Soy muy difícil de tratar, lo reconozco, pero también sé abrazar y besar a quienes trabajan bien”, explicó a la revista Examen.
Los medios de Brasil califican a la dupla femenina en el poder como “creador y criatura”. El carácter de la nacida en la favela, hizo que la presidenta Rousseff la quisiera como una de las caras de su gabinete –pretendía nombrarla al frente del Ministerio de la Casa Civil–, aunque por pedido expreso de Lula, debió congelar sus intenciones hasta pasado el primer año de su mandato.
Tan rigurosa y exigente como Dilma, María das Graças está obsesionada con los plazos y objetivos. Es usual encontrarla inspeccionando personalmente las obras por ella encargadas, incluso durante los fines de semana. Como consecuencia del alto nivel profesional, el Financial Times la eligió en 2010 como una de los cincuenta ejecutivos más influyentes del mundo.
Tal vez la única mancha sea que su marido, el multiempresario Colin Vaughan Foster, haya sido acusado de haber realizado negocios no del todo claros con el Gobierno: firmó 42 compras de las cuales 20 habrían sido sin licitación.
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