Su tercer aniversario en la Casa Blanca quedó marcado con la apertura de la cuenta de Twitter @FLOTUS como primera dama, icono de moda y activista, a la que muchos ven incluso como futura presidenta de Estados Unidos.
"Michelle es 'Superwoman'. ¿Hay algo que no pueda hacer?", dijo el actor Samuel L. Jackson en una entrevista con la revista Newsweek el mes pasado.
"Podría estar en el Tribunal Supremo y dondequiera. Podría ser presidenta. Ella es historia, y seguirá siéndolo porque es increíblemente inteligente", aseguró el actor.
Su altísimo nivel de popularidad supera en ocasiones al de su marido, como en una reciente encuesta de Gallup en la que ella registró un 65 % de valoración, diez puntos más que Barack; y un 73 % de los estadounidenses aprueban su gestión como primera dama, de acuerdo con un sondeo de CNN en diciembre.
Y con la marcha de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y la elección de varios hombres para las principales posiciones del gabinete de Obama, Michelle se perfila como la segunda mujer más poderosa de la Casa Blanca, sólo por detrás de otra afroamericana: la asesora presidencial Valerie Jarrett.
Pero Michelle mantiene que su trabajo más importante, por encima de todo, es el de "Madre En Jefe", y por el momento se muestra reticente a emprender la carrera política que tantos le reclaman.
"No sé lo que me deparará el futuro, y aún quedan cuatro años. Eso es mucho tiempo. Quiero estar abierta a lo que me depare el futuro, pero la probabilidad de que me meta en política es extremadamente baja", afirmó Michelle en una entrevista con un programa de radio nacional a finales de diciembre.
Katherine Jellison, una experta en primeras damas de la Universidad de Ohio, cree que la esposa de Obama "podría tener una carrera política exitosa si la quisiera".
"Pero probablemente valora demasiado la perspectiva de una mayor privacidad y control de su vida cuando abandone la Casa Blanca. Pero creo que sí podría volver a ejercer como abogada, dedicarse a alguna fundación o a alguna de las causas que ha adoptado", dijo a Efe Jellison.
Las causas que Michelle ha elegido para cumplir con la tradición de las primeras damas en EE.UU. son dos: el apoyo a las familias de los veteranos de guerra y la lucha contra la obesidad infantil, a través de una campaña nacional sobre la alimentación y el ejercicio.
Michelle parece decidida a continuar esas causas y profundizar en ellas durante el segundo mandato de Obama, en el que contará con mayor libertad ahora que sus hijas, Malia y Sasha, han crecido y no requieren tanta atención.
"Sospecho que puede interesarse por alguna causa más, o dos", pronosticó Jellison. "Es el momento ideal en su vida y en la presidencia de su marido para un nuevo proyecto. Y si lo hace, eso resultará inevitablemente en una evolución en su papel como primera dama", añadió.
No obstante, Michelle es muy consciente de que su cargo no proviene de las urnas, como el de su marido, y por eso suele advertir que su trabajo "no es el de resolver Afganistán, sino el de añadir valor a la Administración".
A juzgar por el éxito que tuvieron sus intervenciones durante la campaña de reelección de Obama, Michelle ha cumplido con ese cometido. No en vano, el mandatario solía saludar a sus simpatizantes en los mítines con un "sé que esperaban a Michelle, pero tendrán que conformarse conmigo".
Su labor a la hora de "humanizar" la figura de Obama tuvo como colofón su presencia en la fotografía de la victoria de la campaña, en la que el mandatario le daba un sentido abrazo y que se convirtió, el pasado 6 de noviembre, en la imagen más retuiteada de la historia de Twitter.
Siendo Michelle el icono de moda desde que llegó a la Casa Blanca, la expectativa fue apreciar su look en la investidura. La primera dama y Malia, de 14 años, llevaban vestidos en tonos azules, mientras que el de Sasha, de 11, era de color rosa. Michelle Obama aprovechó este acontecimiento para lucir un nuevo corte de pelo, una media melena perfectamente alisada y un moderno flequillo, que le daba un aire mucho más juvenil.
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