La mujer, madre, periodista, escritora, defensora de los derechos humanos y política Ana María Romero de Campero dejó una profunda huella en la historia de Bolivia a lo largo de sus 70 años de vida.
En un reportaje realizado por el suplemento Informe Especial se reflejó el retrato de la mujer que fue amada por el pueblo y temida por los políticos.
Anamar como la conocían sus amigos y la población en general, nació en La Paz el 29 de junio de 1941, hija de Gonzalo Romero Álvarez y Tina Pringle.
El carácter firme, disciplinado y tesonero lo heredó de su abuela paterna con la que vivió junto a tres de sus cinco hermanos en los años 50, cuando su padre sufrió una persecución política y tuvo que ser exiliado. Obtuvo una licenciatura en Periodismo en la Universidad Católica Boliviana, al mismo tiempo que cumplía sus roles como esposa, dirigente del Centro de Estudiantes de su carrera y, además, se convertía en madre. Sus hijos Fernando, Marcia y Natalia destacan la dedicación que tenía tanto a su trabajo como a su familia.
Ella creyó que podía ser un puente entre los sectores polarizados, pero el cáncer terminó devorando sus sueños el 25 de octubre de 2010.
LA PERIODISTA
Pero, ¿cómo era Anamar en su profesión? La respuesta se resume en que fue una de las mejores periodistas de la historia nacional.
Romero no iba en busca de primicias sino de información bien respaldada, lo cual le permitió alcanzar el patrimonio más valioso de un periodista: la credibilidad.
Ella fue la primera periodista en dar la noticia al mundo del asesinato de Marcelo Quiroga Santa Cruz, el 17 de julio de 1980, durante el golpe de Estado del dictador Luis García Meza, a través de la Agencia Alemana de Prensa (DPA, Deutsche Presse Agentur) para la que trabajaba como corresponsal.
En una época en la que las mujeres periodistas eran pocas, Anamar se destacó como cronista en la revista semanal de El Diario (1968) y como la primera reportera mujer de la agencia de noticias y la radio Fides.
Por 31 años, ejerció el periodismo como corresponsal de Nueva Época y de las agencias internacionales de noticias DPA, Inter Press Service (Italia), United Press International (UPI), diario ABC (España), Hoy (Ecuador), La República (Uruguay), revista Time (Estados Unidos), Proceso (México) y como columnista en La Razón (Bolivia). También fue jefa de prensa, subdirectora y directora del diario Presencia.
Uno de los hechos que recuerda su secretaria Lucy Gutiérrez fue que entre 1992 y 1993 cuando Anamar fue directora de Presencia, el periodista José Luis Exeni escribió una nota sobre la Embajada de Estados Unidos y su relación con la política nacional. El embajador de ese entonces, Robert Gelbard, la llamó para pedirle cuentas sobre esa nota y le alzó la voz. “Doña Anita lo mandó al cuerno luego de advertirle que él no le iba a decir qué escribir ni le iba a enseñar cómo hacerlo. Luego le colgó el teléfono”, cuenta.
Tuvo varios roces con ministros, autoridades y presidentes, pero no aceptaba telefonazos para cuestionar la información.
Anamar consideraba que recibir regalos de sus fuentes era deshonesto, Una anécdota que quedó en la memoria de sus colegas fue el incidente que surgió con el expropietario de la Cervecería Boliviana Nacional (CBN) Max Fernández que, además era candidato a la presidencia de la República. Él le envió un enorme canastón y ella lo devolvió. Sin embargo, Fernández no se dio por vencido y le reenvió el presente hasta que la periodista le explicó porqué no podía aceptarlo. En represalia, el empresario le quitó la publicidad que tenía en la tapa de Presencia.
DEFENSORA DEL PUEBLO
La designación de Anamar como la Defensora del Pueblo en 1998 fue un reto que tuvo que enfrentar no solamente para desempeñar el cargo en el que se mantuvo hasta el 2003, sino también para conseguir el financiamiento y la infraestructura de esta institución que en un principio funcionó en su propia casa y ad honorem.
Como Defensora apoyó a los grupos más vulnerables como los niños y adolescentes trabajadores y actuó de mediadora en los conflictos que se presentaban en el país.
Su destacado trabajo, su intachable conducta ética y el clamor popular para su continuidad en el cargo de Defensora posibilitaron que no haya ningún argumento suficiente para que la coalición política que encabezaba el expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada reeligiera en 2003 a Ana María Romero de Campero en su cargo. Y es que los méritos de la funcionaria eran vistos como una temible amenaza para los partidos encumbrados en el poder.
“La nueva postulación de Romero -afirma el expresidente de la Asamblea de Derechos Humanos, Waldo Albarracín- fue boicoteada por Goni, fundamentalmente porque, si bien a ella en su primera gestión la eligieron los partidos tradicionales y conservadores del Parlamento, éstos pensaban que su trabajo como Defensora iba a ser tibio y no un problema para el Gobierno. Pero fue al revés, porque ella cumplió a cabalidad su mandato de defender al pueblo, y estaba permanentemente en choque con las autoridades gubernamentales de Banzer y luego del MNR”.
En 2003 su reelección fue cuestionada por el MNR y luego de más de media docena de reuniones Goni pidió a su partido votar en contra de la reelección. Pero antes de la votación y tras conocer que su nombre estaba siendo manoseado, Anamar renunció a la postulación.
Semanas después y pese a no estar de acuerdo con la medida de la huelga de hambre, porque atentaba contra la vida de las personas, Romero de Campero lideró esta medida de presión para pedir la renuncia de Goni, tras la represión de su Gobierno a las protestas del pueblo por el intento de vender el gas boliviano por puerto chileno.
En el 2009 recibió la invitación del presidente Evo Morales para ser la primera senadora por La Paz. Ella aceptó y realizó una intensa campaña pese al cáncer intestinal que padecía. En enero de 2010 fue posesionada como presidenta de la Cámara de Senadores, pero en menos de un mes tuvo que pedir licencia a causa de su enfermedad con la que batalló hasta el 25 de octubre de ese año, fecha en la que murió.
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