Sin embargo, la otra noche tuve un sueño donde reflexionaba sobre los mitos del machismo y el feminismo. Temática de la que escribí en otras ocasiones, pero sobre la que vale la pena seguir insistiendo a raíz de la eterna polémica que trae esta postura en una formación social tan conservadora y corta de vista como la nuestra. Comencemos:
El feminismo no es un antónimo del machismo. El machismo se reduce a una serie de prejuicios y estereotipos que justifican el sometimiento del género femenino, no por los hombres, sino por una cultura marcada por supuestas cualidades y roles esencialistas de los sexos. El feminismo es una respuesta política y epistemológica a eso, es un intento de deconstrucción de aquellos mitos. Por tanto, el feminismo bien entendido no es “hembrismo”, ni una guerra contra los hombres.
El machismo no es atributo exclusivo de los varones. Es parte de praxis y creencias muy arraigadas. Incluso, suelen ser las mismas mujeres las más reacias al cuestionamiento de ciertos papeles “femeninos” y “masculinos” y las primeras en tirar piedras a sus congéneres cuando hay una mínima rebeldía frente a ello. Las madres siguen enseñando a sus niñas que su principal función en la vida es la maternidad y el cuidado del “esposo”, las jóvenes continúan aspirando a seguir los patrones de “belleza” que alimentan la industria cultural y, paradójicamente, entre los sectores más pudientes (por lo que se esperaría, con mayor grado de educación) se considera “prestigioso” que las hijas “inauguren” sus “encantos femeninos” en las portadas de revistas y calendarios o en eventos tan sugerentes como “las magníficas” o “chicas premier”, ello, hasta que se casen. Cuando una mujer se atreve a cuestionar tales funciones, suele ser tildada, por hombres y mujeres, de “amargada”, “envidiosa”, “puta”, “loca” y “fea”, porque, de otra manera, sería una más en enladrillar el mercado de la carne y del espectáculo, para luego terminar sus días en el encierro reproductivo y/o monógamo por obligación.
El machismo también afecta a los varones. Ellos igualmente, están constreñidos a alcanzar roles y funciones sumamente pesadas, como el papel de “proveedor” y de “mujeriego” como símbolos de “masculinidad”, sin contar que se habitúan a un clima de violencia desde pequeños como requisito de la “hombría”. Y en la alimentación de estos estereotipos, hombres y mujeres, tenemos similar responsabilidad.
Para demostrar lo dicho con un botón, sólo quisiera poner un ejemplo de cómo nuestra pueblerina sociedad se ensaña con las mujeres que en su activismo político y, principalmente, en su forma de vida, tratan de dibujar su destino allende los estereotipos y roles de género. Me refiero a “Mujeres Creando” y especialmente a María Galindo. No desprecia a los hombres como acusan y menos está en batalla perdida contra ellos, solamente ha tenido las agallas de definir su sexualidad yendo más allá de todo prejuicio, de cuestionar cualquier forma de abuso de poder y de realzar, valorar y luchar por su derecho al libre albedrío y a la diferencia siendo mujer y ser humano. Bastó eso para que (algunas/os) mujeres y hombres, poco más la coloquen en la hoguera, si pudieran.
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