Si le preguntas a mi marido si soy feminista, te responderá inmediatamente con un sí y de yapa te aconsejará no hablar mal de mi género en mi presencia. Y está en lo cierto. Intento apartarme de las personas que critican a las mujeres, sean estas empresarias o prostitutas, porque considero que esa actitud reafirma la violencia y las diferencias de género en todos sus aspectos. Y no intento mantener una postura neutral sobre la controversia que provoca conversar sobre machismo y feminismo pues estoy de acuerdo en el principio de esta corriente: lograr la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Gracias al feminismo se ha logrado un avance favorable para las féminas que, en otras épocas, sofocaban su esencia para languidecer y morir, invisibles, envueltas en su batón de casa. Ahora tenemos estudios de género, leyes que favorecen la igualdad, la superación y una mirada diferente del mundo respecto a la mujer.
Puede ser que otras mujeres vean de una forma distinta al feminismo, que muchas se excedan o pierdan el enfoque, y que muchos hombres tengan una posición negativa y se sientan amenazados, tanto como para criticar o despreciar a quienes vemos esta ola mundial con el sentido humanista con el que nació, sin deformar la idea de respeto mutuo y la innegable necesidad de tratarnos entre todos como iguales.
Y, si esta corriente se está volviendo una ideología, me anoto en las filas del feminismo, en el ala que ama a los hombres, pues falta mucho por hacer para erradicar viejas posturas que aún persisten.
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