- ¿Cómo recibió la noticia del fallecimiento de Domitila?
- Con mucha tristeza. Domitila, a sus 75 años, tenía una mente muy lúcida y un corazón apasionado por su país, por su pueblo. Me dio mucha pena que la enfermedad tomara cuenta de su cuerpo y que ella no pudiera resistir.
- ¿Cuándo fue la última vez que habló con ella?
La última vez que vi a Domitila fue hace dos años, cuando estuve en Cochabamba para la Cumbre de los Pueblos. Ella ya estaba bastante debilitada. Hablamos mucho y me dijo que lamentaba no estar realizando actividades en las que consideraba que podía ayudar.
- ¿Qué cosas le preocupaban en esta última etapa de su vida?
- Domitila reconocía que habían sucedido grandes cambios en Bolivia. Me habló de varias leyes nuevas que se habían hecho y de una forma diferente de querer gobernar el país y de que eso podría ser el anuncio de algunas transformaciones que necesitaba el país para llegar a ser verdaderamente soberano. Pero, de lo que más hablamos fue de su vida personal, de sus hijos que no estaban con ella, porque todos se fueron a Europa.
Yo entiendo esa actitud de sus hijos, porque sufrieron ¡tanto! Durante las dictaduras militares vivían escondidos, asustados y escapando de aquí para allá. Fueron experiencias muy fuertes que sufrieron durante su infancia. Ella me dijo: “yo comprendo que ellos busquen un poco de paz en otro lado”, pero sentía bastante su ausencia.
- ¿Cómo fue su primer encuentro con Domitila? ¿Cómo se conocieron?
- Yo estaba exiliada en México, porque era época de dictaduras en Brasil. Mi marido había estado muchos años trabajando en Bolivia y salió cuando se instauró la dictadura de Banzer. En México no teníamos ninguna organización de exiliados brasileños y por eso empecé a participar del Comité Democrático Boliviano, que agrupaba a los de Bolivia. Entre ellos estaban Marcelo Quiroga Santa Cruz y René Zavaleta Mercado. A través de esas reuniones aprendí mucho de su país. En aquellos años también se realizó la Tribuna Internacional de la Mujer, un encuentro paralelo a la Primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer, Desarrollo y Paz. Yo me uní a la delegación boliviana y allí me llamó la atención las intervenciones de Domitila, porque intentaba hacer uso de la palabra cada vez que podía, pero allí solo se permitían intervenciones de dos minutos. Luego las compañeras organizaron una reunión con Domitila. Me impresionó lo que contaba y como se expresaba de lo que se estaba viviendo en el campamento minero Siglo XX y en Bolivia bajo la presión de los militares. Y bueno, como vi que la buscaban bastantes periodistas y representantes de otros países, me acerqué a ella y le dije: “mira, yo hablo cinco idiomas y te puedo traducir las preguntas y lo que quieras decir”. Ella aceptó y así fue que me convertí en su intérprete esos días.
- ¿Cómo surgió la idea de registrar su testimonio?
- Después del encuentro, el Comité Democrático Boliviano se reunió para celebrar el 6 de agosto y allí le comenté una idea que me rondaba desde que la había escuchado hablar.
Le dije lo importante que sería que lo que estaba contando llegara a las mujeres y hombres de lugares donde se vivían situaciones similares. Entonces, ella dijo: “Tu eres la cuarta persona que me lo pide, pero bueno, ya. ¿Qué es lo que quieres saber? Por mi parte me gustaría que sea algo que llegue al pueblo, que no sea algo que quede en las librerías y que sea accesible a la gente que no sabe leer”.
Al día siguiente con mi pequeña grabadora empecé a entrevistarla y en los meses que se quedó en México grabé todo lo que decía en los encuentros con universitarios, sindicatos y en todos los lugares donde la invitaban a hablar. Incluso fuimos a visitar a algunos exiliados, entre ellos a Francisco Juliao (activista de los derechos de los campesinos brasileños) que vivía en Cuernavaca.
De todo ese material, al final, me quedaron 1.800 páginas transcritas. Luego pasé a organizar ese material intentado abordar los temas que ella trataba y de que tuviera la fuerza testimonial como cuando hacía uso de la palabra. Posteriormente, antes de entregar el material a la editorial, viajé a Bolivia para corregir el texto con ella y ver si se reconocía en él. Así fue que trabajamos. Después de la publicación del libro, Domitila empezó a ser invitada a muchos lugares y a eventos de los más diversos. Yo también fui invitada a divulgarlo en varios países. Ella se convirtió en un ícono, en un referente de la defensa de los Derechos Humanos.
- ¿Cómo fue la recepción del libro?
- Llegó en un momento en el que por todas partes se pedía que acabaran las dictaduras de nuestros países y por eso tuvo buena acogida no solo en los países de América, sino también en Europa. No obstante tuvimos mucha dificultad para que el libro se difundiera en Bolivia. Una vez logré que se enviaran 200 ejemplares, pero se quedaron retenidos en el aeropuerto de La Paz. Era muy difícil hacer entrar cosas que cuestionaran el sistema imperante. Creo que tuvo más difusión afuera que dentro del país.
- ¿Intuía que el testimonio de Domitila tuviera tanta repercusión internacional?
- Para nosotros fue una sorpresa y cada vez que recibía una traducción nueva se lo comunicaba a Domitila, porque hasta en japonés y griego ha sido traducido. El objetivo nuestro no fue buscar esa popularidad, porque al principio pensamos en publicarlo como cuaderno pedagógico y no como libro. Creo que para su difusión tuvimos bastante ayuda de exilados bolivianos que estaban en Europa y de instituciones solidarias con lo que vivía Bolivia, que para aquella época había sufrido varios golpes de Estado. También gente como Regis Debray se impresionó mucho con el libro y otros intelectuales que fueron conociendo el libro y lo recomendaban.
- ¿En el proceso de escritura que parte le impresionó más de la vida de Domitila?
- Muchas cosas. Primero fue sus intervenciones en laTribuna Internacional de la Mujer y después la sabiduría que tenía y que ella decía no venía de los estudios académicos. Todos esos ideales que le fueron transmitidos por su padre, que había luchado por las reformas de la revolución de 1952, y que fueron un marco para su vida y ella se comprometió continuar. Domitila realizaba análisis de la sociedad que mucha gente tiene dificultad de entender, incluso hasta los que tienen estudios académicos. Además, que tenía el don de la palabra y daba ejemplos concretos de las cosas que afirmaba.
Otra cosa que me impresionó mucho fue lo difícil de la vida de la clase trabajadora minera y toda la lucha de la clase obrera en Bolivia. La insanidad en la que vivían, la gente que había sido asesinada y hechos como la vez en que Domitila fue estuprada dentro de la cárcel cuando estaba embarazada.
- ¿Volvió a realizarle otra entrevista tan extensa a Domitila?
- Tuve la oportunidad de entrevistarla una segunda vez, cuando el libro cumplió 25 años de su primera edición. Fue como un complemento del libro, pero que solo fue publicado en portugués ya que no logramos que sea traducido a otros idiomas.
Domitila había experimentado un cambio grande. De tener toda su vida organizada en torno del campamento minero y el sindicato a vivir en un barrio popular en Cochabamba. Me parece que para ella fue un esfuerzo muy grande, pero trató de adaptarse y conocer mejor la realidad nueva de Bolivia.
Me hizo entender muchas cosas que en un primer momento yo no comprendía, como por ejemplo, que si uno quiere cambiar la sociedad debe hacerlo también con las desigualdades entre hombres y mujeres para que juntos puedan conseguir la liberación del país y lo importante que es para nuestros países lograr la paz, no la de los cementerios, sino la que te permite estar en tu tierra sin tener que pasar por tanta guerra y violencia.
- ¿Cuál considera el mayor aporte de Domitila al movimiento de mujeres de América Latina?
-Muchas veces me han hecho esa pregunta y pienso que ella trajo a la luz muchas cosas que con el tiempo las organizaciones de mujeres empezaron a trabajar mejor, que son las relaciones de género como relaciones sociales que estructuran las sociedades humanas de las diferentes clases sociales. Es decir la necesidad de pensar la relación entre mujeres y hombres en función de las relaciones de clase, raza, edad, cultura, etc. por la que están cruzadas. Por ejemplo, el hecho de que aquí en mi país una mujer negra pobre sufre más explotación, incluso, que un hombre negro pobre, lo mismo pasa con las mujeres indígenas. Por otro lado, creo que ejemplos como el de ella contribuyeron a que los sindicatos y la clase trabajadora, creara comisiones de mujeres y fueran reconocidas como parte importante de las organizaciones sociales.
Perfil
dedicada a los temas de género
Moema Libera Viezzer / Sociologa, educadora y escritora
-Es brasileña descendiente de italianos y alemanes. Actualmente tiene 73 años y es socióloga, maestra en ciencias sociales, escritora y educadora de adultos. Ha trabajado mucho con organizaciones rurales de mujeres de Sao Paulo, de la Amazonia, de los sectores populares y últimamente en políticas para la mujer. El ultimo trabajo que realizó fue traducir a un lenguaje más popular el Plan Nacional de Politicas para Mujeres.
Desde 1983 trabaja también en educación popular conectada con la gestión ambiental y ha sido designada para coordinar las jornadas de discusión de Sociedades Sustentables que serán parte del encuentro Rio más 20, que se celebrará este año. Actualmente vive en Toledo en el estado de Paraná (Brasil). Está casada con Marcelo Grodim, ex sacerdote que vivió 17 años en Bolivia y es autor de libros de enseñanza del quechua y aimara y otros libros. Viezzer es autora de varios libros acerca de investigaciones y acciones relacionadas con problemáticas de las mujeres. También ha sido coordinadora de trabajos sobre temáticas medioambientales. El único libro testimonial que escribió fue Si me permiten hablar....
Una vida dedicada a defender los derechos humanos
Domitila Barrios de Chungara nació en 1937 en el distrito minero de Siglo XX, en Potosí, madre de siete hijos y con 13 nietos, Domitila, como se le conoce popularmente, fue maltratada, encarcelada y perseguida por las dictaduras militares
En 1967 denunció el asesinato de trabajadores de las comunidades mineras de Catavi y Llallagua a manos del Ejército en la denominada Masacre de San Juan, por lo que fue encarcelada y golpeada y torturada hasta perder el hijo que llevaba en su vientre. Luego fue deportada y encarcelada en los Yungas.
En los años 70 lideró el grupo de mujeres mineras que realizó la huelga de hambre que terminó con la dictadura del general Hugo Banzer Suárez (1971-78).
En los años 80 salió al exilio con el golpe de García Meza. Recibió asilo político en Suecia, pero dejó las comodidades y un prestigio bien ganado para volver a Siglo XX, de donde tuvo que salir luego del cierre de las minas por el decreto 21060. Desde mediados de los años 80 vivió en Cochabamba y pese a su edad avanzada siguió trabajando en favor de la clase trabajadora. Falleció el pasado 13 de marzo aquejada por un cáncer.
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