domingo, 6 de septiembre de 2015

Emiliana: “Con las 25 puñaladas a mi hija, me mataron a mí también”

Emiliana Quispe siempre tuvo que batallar para alcanzar cada victoria en sus 55 años de vida y ella misma se reconocía como una mujer fuerte, de temple, invencible. De largas trenzas negras, una amplia pollera qhochala y piel curtida, su presencia, a pesar de su baja estatura, impone la autoridad ganada a pulso por una mujer luchadora e incansable. Sin embargo, desde el 21 de agosto, cuando un hombre le arrebató a la penúltima de sus cinco hijos, Emiliana es otra.

“Estoy deshecha”, confiesa con los ojos llenos de lágrimas, mientras se desploma en una silla de plástico del puesto de internet que tiene en la casita que ocupa en Arocagua, a media cuadra de la parada del trufi 233. Viene de la misa de 9 días de su hija María Lizeth Carvajal Quispe sin poder creer aún que “su niña” ya no esté. Debe prepararse para liderar una marcha de mujeres que pedirá justicia por las calles de Cochabamba, pero aprovecha las dos horas que faltan para contar su tragedia.

Vestida de negro, Emiliana cierra los ojos y rememora. Todo comenzó hace cinco años cuando ella y su familia tomaron en anticrético unas habitaciones en la misma zona en la que hoy vive. El hijo de la dueña de casa era Johnny V.A., quien quedó prendado de María Lizeth desde que la vio.

“Un día yo viajé a Santa Cruz y mi pareja, el padrastro de mis hijos, salió a tomar. Al volver, lo pilló a Johnny saliendo del cuarto de mi hija María Lizeth que estaba muy resfriada y, según él, fue a verla para ver si necesitaba algo. Me contaron y yo me enojé, le reclamé a Johnny, le exigí que respete a mi hija y mi pareja le gritó también, pero su respuesta no me gustó, debía darme cuenta entonces lo peligroso que era”, llora.

El muchacho le advirtió al padrastro de María Lizeth: “Yo soy nervioso y si no fueras un viejo te respondería”. La atracción entre la joven y el hijo de la dueña de casa creció y Emiliana decidió enviar a María Lizeth con dos de sus hermanas a trabajar a la Argentina. “Ella soñaba con estudiar Medicina, yo podía ayudar con parte de los gastos, pero no con todo, por eso le pedí que vaya a trabajar para ahorrar un poco”. Ella lo hizo. Iba y venía constantemente.

“Mi hijita, tan trabajadora, me mandaba 300 dólares mensuales para construir una casita en un terreno que compramos. A fines de diciembre de 2014 me dijo que quería venirse, que se había cansado y retornó”. Apenas volvió, María Lizeth, con 24 años cumplidos, le dijo a su madre que seguía enamorada de Johnny y había decidido convivir con él.

“Mi corazón me decía no, le pedí que no lo haga, le conté que mientras ella estaba en Argentina Johnny golpeaba a su hermana de 15 años. Yo le dije que si le hacía eso a su hermana, también la pegaría a ella. Mi hija me respondió que él estaba cambiado y que ella nunca se dejaría tocar”.

Hace tres meses María Lizeth y Johnny se fueron a vivir juntos e instalaron un internet. Según los vecinos, él la golpeaba porque la celaba con el técnico que se encargaba del mantenimiento de las computadoras, pero ella jamás le contó a su familia lo que soportaba. “No sé por qué se calló, tal vez porque me detectaron diabetes y no quería preocuparme o porque él la tenía amenazada, no sé, pero se calló y terminó muerta”, dice llorando Emiliana.

El 21 de agosto, luego de comprar carne, María Lizeth fue asesinada con 25 puñaladas. Johnny V.A. fue visto por los vecinos tocando la puerta, presuntamente para tener una coartada, pero minutos más tarde abrió con su propia llave y pidió ayuda diciendo que entraron a robar al internet y que su esposa estaba herida. Empero, lo hallaron con sangre en las manos y huellas de arañazos de defensa en parte de su cuerpo. Fue enviado a la cárcel de El Abra, no sin antes desafiar a la familia de María Lizeth a probar que él la había matado.

Un sobrino le avisó a Emiliana que su hija se había convertido en otra mujer víctima de la violencia machista. “Sentí como si me hubieran echado un balde con agua helada, la llamé y no me contestaba, corrí pidiendo que todo fuera un error, pero mi hija ya estaba en la morgue”. Desde ese momento Emiliana vive como suspendida en el tiempo, respirando apenas.

“Cuando mi hija estaba en Argentina, yo senté a mi mesa a Johnny, le daba desayuno, almuerzo y cena, porque él vivía solo en un cuarto de la casa que ocupábamos. Su madre es dueña de un radiotaxi y se casó de nuevo. Él vivía solo, me daba pena y yo le daba de comer, nunca pensé que me iba a matar en vida quitándome a mi hijita”, le corren de nuevo las lágrimas por las mejillas.

Toda su vida Emiliana trabajó de sol a sol para mantener a sus cinco hijos. Trabajó como costurera, vendiendo sándwichs, humintas y chompas. Tuvo que lidiar con el abandono de los padres de sus hijos. Pero la batalla que ahora le toca enfrentar, ante la trágica muerte de María Lizeth, la ha devastado. “No puedo….si ella hubiera sufrido un accidente o enfermado, podría aceptar, pero que muera de esta forma no, su cuerpo estaba como un cernidor, no puedo aceptarlo”.

Emiliana dice que no deja de pensar un solo minuto en su hija. “Era tan alegre, sociable, se llevaba bien con todos y muy trabajadora, nunca pudo estrenar la casita que me ayudó a construir. Voy a ir donde sea para hallar justicia y ver a este hombre en la cárcel por 30 años”, se propone.

En la autopsia, los forenses descubrieron moretones en el cuerpo de la joven, causados por golpes propinados unos dos días antes de ser asesinada. “Me duele tanto no haberme dado cuenta de lo enfermo que estaba éste”, se lamenta Emiliana.

Su hija menor, de 16 años, dice que las golpizas que Johnny le propinaba a su propia hermana le dejaban moretones en el pecho, en las piernas, brazos, costillas. “Muchas veces yo le dije que lo denuncie, pero me respondía que si lo hacía, era capaz de matarla. Estamos deshechos, pero estamos sacando fuerzas por mi mamá, ella está muy mal, no duerme, no come”, cuenta.

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