lunes, 21 de septiembre de 2015

Capacita a mujeres y les enseña el arte de la bisutería

Revela que se siente feliz haciendo lo que más le gusta: obras artesanales de bisutería, lo que le permite tener una vida cómoda llena de buen humor, el cual lo transmite cuando da clases a organizaciones de mujeres solas que precisan aprender una forma de ganarse el sustento diario. Es la vida de Raquel Moro Menacho (34), que hace 12 años decidió dejar de trabajar como secretaria para poner en práctica sus habilidades en artesanía.

Su pequeño taller, donde trabajan tres operarias, lo ha montado en su propia casa de la calle 6 del barrio Simón Bolívar, en el Plan Tres Mil, donde su esposo, José Trujillo, también tiene su carpintería.

Raquel se siente más orgullosa cuando recuerda su participación en la feria municipal de artesanos, llevada a cabo en septiembre del año pasado, en la que ganó el primer premio con su creación, un collar hecho de semillas de ochoó, pajarilla y asaí, las cuales recolectó en Terebinto y en las cabañas del río Piraí. Uno de los requisitos del concurso era el uso de materiales tradicionales, por lo que lo denominó ‘recuperando lo nuestro’.

Actividades
Cuando quiso cambiar de actividad, Raquel se capacitó durante algunos meses en San Pablo (Brasil) donde buscó nexos para adquirir el material que hoy usa en sus creaciones, como piedras semipreciosas, cristales y resinas.

En sus inicios, a principio de la década de 2000, la materia prima usada eran alambre, canutillo y mostacilla con los que hacía accesorios de estilo hippie, los cuales eran llamativos y fue recibiendo encargos de sus familiares y amigos.
“En poco tiempo hacía entrega de pedidos a boutiques, luego distribuía mediante promotoras a las que conocí en las ferias que participé”, recuerda.

Después vinieron más encargos, incluso del extranjero, porque hizo varios envíos a España e Italia donde supieron apreciar su arte.
Ha participado en seis ferias de Fexpocruz y en cinco de Expomujer, con rotundo éxito.

Raquel también trabaja para la ONG Fautapo y para los hogares Don Bosco y ha enseñado en la escuela El Maná y ocasionalmente en la Alcaldía, siempre capacitando mujeres.
“Cuando las cosas se hacen con amor salen creaciones que le gustan a la gente, eso me da ánimos para seguir creciendo”.

Nostálgica
Aunque asegura que forma un hogar feliz con su esposo y sus dos hijos, Lissy (12) y Sebastián (6), recuerda emocionada a sus hermanos, tres varones y una mujer, que partieron hace más de una década en busca de otros horizontes en España. “No tuve valor para dejar mi tierra, sea buena o mala aquí prefiero vivir porque me siento feliz”

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