A un año de su salto a la fama –gracias a la cobertura internacional iniciada por la agencia AP (Associated Press)– Lidia Huayllas (50), su hija Suibel Gonzales (32), Cecilia Llusco (30), y Domitila Alaña (45), llegaron a nuestra ciudad a través de las gestiones de ACHcom, para ser oradoras de la Jornada Motivacional para la Mujer, llevada a cabo el pasado fin de semana.
El coloquio en el que ellas disertaron se denominó “Cómo llegar a lo alto”… algo que ellas conocen metafórica y literalmente. Más allá de los metros escalados en el Illimani o el Huayna Potosí, lo que todas ellas tienen en común es la fortaleza que impulsa a las personas a desafiar las montañas de la vida, y que se manifiesta, de una forma particular, en la mujer indígena aymara.
CAMPO ALTO
“Viajábamos con ellos; ellos iban de guías, nosotras de cocineras”, así describe Huayllas los inicios del grupo en la actividad. En ese entonces, la rutina de estas mujeres era simple – pero nunca sencilla–, tras llegar a “campo alto” (a una altura aproximada de 5.130 metros), mientras los escaladores se alistaban, ellas preparaban el desayuno y para la una de la madrugada, despedían a los hombres, en su camino hacia la cima.
Después, 10 horas de espera y contemplación. “Yo siempre tenía esa curiosidad, de ir y también hacer la cumbre, pero siempre cada varón nos decía ‘tú anda ve, y recién vas a saber’”, recuerda Lidia. Con el tiempo, los relatos no bastaron y Lidia decidió subir.
“Yo no fui la primera, hubo otra señora que lo logró y antes de ella, una que está aquí”, aclara, en referencia a Alicia Quispe Tincuta, considerada una de las primeras mujeres de pollera en llegar a la cumbre del Huayna Potosí, y a Domitila, quien ascendió a esa cumbre (tercera del país, tras el Illimani y el Sajama) el año 2004.
“Hacía caminatas con los clientes y me preguntaban si alguna vez había subido a la montaña”, cuenta Domitila, quien siempre contestaba que no. Fueron turistas españoles los que la convencieron de ascender la primera vez, grabada en su memoria con la imagen de la última pared antes de alcanzar la cima; pese a que los europeos le prometían que faltaba poco, sentía que se alejaba más. "Yo decía ´basta, hasta aquí nomás´, pero me seguían jalando… y llegué, hasta la cumbre del Huayna Potosí", narra Alaña. Cuando al año siguiente, se vio escalando el Janq´u Uma –con turistas austríacos que hasta instalaron una cuerda fija para su mayor seguridad– su motivación fueron sus cinco hijos. "Ya no tenía señal para comunicarme, sí había en la cumbre, así que sí o sí tenía que llegar", recuerda. Al culminar el ascenso, la felicidad de hablar con sus pequeños fue mayor. "Para eso yo ya estaba sola, era padre y madre, y para mantenerlos tenía que aguantar hasta 20 días en la montaña", confiesa Domitila, de cuyas proezas Lidia no sabía hasta muy entrada su curiosidad. Fue con ese conocimiento que comenzó a organizar a un grupo más grande de mujeres.
"En principio éramos cinco, para la noche ya éramos 11", relata Huayllas, sobre esa madrugada del 17 de diciembre de 2015, cuando, por primera vez como grupo, ascendieron los casi 6.200 metros del Huayna Potosí.
Para fines de ese mes, distintos medios extranjeros escritos daban cuenta de la proeza.
FAMA SÍ, APOYO NO
A segundos de abordar el vehículo que nos llevaría a la cumbre emblema de Cercado, Eulalio, quien pasó décadas escalando sobre los cuatro mil metros sobre el nivel del mar, tose un poco, su esposa le pregunta qué tiene. “Mucho oxígeno”, responde ocurrente.
De hecho, todo el grupo dice disfrutar mucho del clima cochabambino. En el camino, se entusiasman al ver la palestra de escalada en una zona de la Costanera. “Tenemos que venir”, exclama una, y el resto apoya la sugerencia. Generar espacios como este es el propósito final del grupo, escuelas donde niños y jóvenes puedan aprender y practicar este deporte.
Mientras avanzamos sobre la colina de San Pedro, Lidia y Cecilia hacen un reconocimiento del lugar, para Suibel y Domitila es un descubrimiento, es su primera visita a la Llajta. Ya en la cima, los grupos de paseantes concentran sus miradas en ellas. Además de sus llamativas polleras y mantos, se han colocado sus equipos, que constan de más de 10 herramientas, que deben alquilar cada vez que quieren escalar (¿dónde está el apoyo estatal?)
Ya a los pies del Cristo de la Concordia, miran la ciudad. ¿Cómo se sintió la primera vez, en la cumbre del Huayna Potosí? "Sientes como si estuvieras encima del cielo. Ayer hemos volado en el avión, es lo mismo. Las nubes abajo de nosotros", describe Cecilia.
LAS MONTAÑAS DE ABAJO
Arriba, si no es el viento helado o la nieve, es el calor del sol o la falta de respiración. La montaña no es amable, pero “abajo” no es mejor. ¿Cuál es la peor montaña que las cholitas escaladoras encontraron en “la llanura”? "La discriminación”, contestan a unísono. “En la ciudad siempre te miraban, como al decir ´esta´", dice Suibel; Domitila rememora insultos y humillaciones. Aunque reconocen que la situación ha mejorado, no pueden negar que la exclusión sigue presente, sobre todo a nivel económico y laboral.
"Ahora por lo menos tenemos fuerza, entre hartas", añade Domitila."Regresando hemos escuchado comentarios como "¿qué hacen las mujeres en la montaña? ¿no pueden estar en la casa?", cuenta Cecilia –"Peor va a derretir el hielo" escuchó Domi– "eso un poquito nos ha dolido pero seguimos adelante, seguimos queriendo escalar otras montañas más, demostrar que las mujeres no se caen", finaliza.
En realidad, han soportado más de una caída, pero ninguna las detuvo definitivamente: tras cada retroceso, se acomodaron la pollera y continuaron la marcha. Apoyadas por sus familias, las 16 cholitas escaladoras tienen en la mira las siguientes cimas: el Aconcagua y su propia escuela de escalada.
Polleritas
“La pollera a veces perjudica", admiten las cholitas escaladoras. A pesar de eso, ni siquiera imaginan subir sin ella. Domitila cuenta que la primera vez que subió lo hizo "como una gringa”, con pantalón; nunca más lo haría así.
¿Por qué realizar una travesía que por sí sola es tan trabajosa usando esa indumentaria?
Para ellas, llevar la pollera no responde solo a la tradición, están subiendo como mujeres aymaras bolivianas, y simbólicamente, están acompañadas por todas “las de abajo”.
Alquiler
Pese al reconocimiento que han ganado en la esfera internacional, ninguna de las cholitas escaladoras tiene equipos propios para escalar, por lo que deben alquilarlos, lo que cuesta entre 300 a 500 bolivianos por persona, por una noche de escalada. "Es carito, pero tal vez, Dios mediante, con la ayuda de otras personas, podemos conseguir nuestro propio equipo y ya no alquilar", dice Lidia. "Nuestro sueño es tener nuestros propios equipos", acota Cecilia.
Objetivo
“Queremos compartir lo que sabemos, tener una escuela, con palestras artificiales y enseñar a los niños, incentivarlos en este deporte, porque no solo es fútbol", comenta Lidia, riendo.
Su esposo, Eulalio, actual presidente de la Asociación Andina de Promotores de Turismo en Aventura y Montaña (AAPTAM) cuenta que ya presentaron una propuesta de ley para profesionalizar a los guías turísticos, lo que permitiría la creación de una escuela.
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