miércoles, 14 de octubre de 2015

11 de octubre: Día de la Mujer Boliviana  Mujeres decididas y exitosas

Reconocimiento. Hoy es un día especial para todas las bolivianas, porque se resalta su importancia dentro de la sociedad. La revista Así se une a este festejo con tres historias de vida.

Hoy el país conmemora el “Día de la mujer boliviana”, fecha elegida en alusión al nacimiento de Adela Zamudio, ícono de la lucha constante por la equidad en la población femenina.

Las mujeres tienen varias razones para celebrar este día, pero en el corazón de cada una de ellas no hay ninguna razón más valedera y sentida como la lucha por la vida misma.

Ellas encaran el futuro de la sociedad con la esperanza de ser mejores y con la oportunidad para desarrollarse íntegra, intelectual y profesionalmente.

En este número se destaca la vida de tres destacadas profesionales cochabambinas: Iracema Saavedra, cirujana plástica; Fabiola Rivero, empresaria, y Adriana Espinoza maquilladora.

Entre el arte y la ciencia

Iracema Saavedra Pozo es hija del doctor Fanor Saavedra Ríos y Deisy Pozo de Saavedra, propietarios de la Clínica Saavedra. La pareja educó a sus seis hijos conviviendo diariamente con pacientes; por lo tanto no era de extrañarse que ellos decidieran estudiar medicina. “Uno de los recuerdos más importantes fue ver a mi padre junto a su equipo de cirujanos en la sala de operaciones; por eso decidí ser doctora”, señala Saavedra.

Paralelamente a los estudios de colegio, Iracema Saavedra comenzó a practicar natación, impulso que llevó más allá de un simple deporte; puesto que ella descubrió la pasión y compromiso que significaba el deporte en su vida. Es así como en la década de 1980 y 1990 su nombre comenzó a figurar en la lista de seleccionados departamentales y nacionales.

“Todo deporte inculca disciplina, constancia y trabajo duro”, asegura Iracema, al tiempo de recalcar que esas enseñanzas se aplican en la vida diaria.

La exigencia de los estudios profesionales la fue alejando de la natación; pero para ella el fin de su carrera solo significaba el inicio de una nueva vida.

Entre las muchas especialidades médicas Iracema eligió la cirugía plástica, por múltiples razones; pero, principalmente porque la considera un arte. “La cirugía plástica representa una unión delicada del arte con la ciencia”, afirma la galena.

Su especialización la alejó de su tierra por siete años; al poco tiempo de su retorno comenzó a trabajar en su consultorio privado y en la Caja Nacional de Salud.

Durante su experiencia laboral en la CNS atendió algunos casos de niños que no tenían orejitas, situación que la conmovió y sensibilizó. Es así como poco a poco se fue interesando en el tema, y en 2011 dejó el país rumbo a Francia para subespecializarse en cirugía de reconstrucción de orejas.

Con la reconocida doctora Francoise Firmin. Al concluir su formación retornó a Bolivia para trabajar por el desarrollo de la técnica en el país.

En su vida personal, hace dos años nació Fabio, su primer hijo, quien trajo a su vida nuevas emociones y afectos.

Actualmente, Iracema Saavedra busca un equilibrio entre rol de madre y su agenda laboral.

“Soy muy feliz y estoy agradecida con la vida porque todo lo que me brindó. La maternidad y mi trabajo me traen grandes satisfacciones, es verdad que la carrera de medicina requiere de sacrificios y hay que estar dispuesto a hacerlo para alcanzar el éxito”, asegura Saavedra.

Joven empresaria

A sus 36 años, Iris Fabiola Rivero Cas- tillo logró concretar sueños y desafíos personales. Es una reconocida ex miss cochabambina, modelo, empresaria y recientemente mamá.

Es hija de Fernando Antonio Rivero y Ana Castillo y tiene dos hermanos. Fabiola asegura que gran parte de su éxito se debe al ímpetu y a la constancia con la que enfrentó los desafíos.

“Todo en mi vida giró en torno a los retos, siempre quería alcanzar metas más altas, me proponía y lo conseguía”, señala Rivero.

Apenas había cumplido los seis años, -por consejo de su pediatra que le detectó pie plano-, Fabiola comienza a practicar la gimnasia olímpica. Con el tiempo esta disciplina deportiva se convirtió en su pasión y no escatimaba esfuerzo ni tiempo para practicar.

“Renuncié a todo. Vacaciones familiares, fines de semana, cumpleaños y todo porque yo así lo decidía”, asegura Fabiola; pero todo sacrificio y perseverancia tiene su recompensa y pronto Rivero comenzó a formar parte de la selección departamental y nacional.

Al finalizar sus estudios en el colegio Alemán Federico Froebel ingresó a la Universidad Privada Boliviana a la carrera de Ingeniería de Producción. “Tenía en mente dos carreras, pero elegí la correcta, porque me trae muchas satisfacciones”, sostiene.

En el año 2000, Rivero recibió la invitación para participar del Miss Cochabamba, donde salió Señorita Cochabamba, título que le permitió competir en dos eventos internacionales representando a Bolivia. El primero, un certamen internacional de belleza en Grecia, donde clasificó entre las siete finalistas y ganó el concurso de traje típico; y el segundo, “Miss América” en Nicaragua donde ocupó el tercer lugar.

Al retornar al país, Fabiola Rivero pudo desempeñar nuevos roles, todos en el campo del modelaje.

“La experiencia en los concursos me abrió varias puertas en el modelaje, también fui imagen de instituciones y empresas grandes y representativas del medio”, recuerda.

Rivero se tituló con honores de la UPB y continuó sus estudios con una maestría. Era momento de ingresar al campo laboral. Comenzó como empleada de una empresa de informática, pero luego se hizo cargo de la Gerencia Comercial de la empresa familiar: Librería y Papelería París. Cargo que desempeña desde hace 12 años.

Hace tres años, su vida dio un vuelco significativo cuando conoció a su pareja Hagen. Ahora disfruta de su hijo Hagen Antoine, que tiene dos meses. “No sabía que se podía amar así. Ahora estoy dedicada tiempo completo a mi rol de madre; pero debo aprender a combinar ese rol con mi profesión”, asegura Rivero.

Autodidacta con sueños

Ni ella hubiera imaginado como cambiaría su vida de universitaria, cuando logró publicar su primera portada como maquilladora en esta Revista, el 2012.

Un sueño que el destino cumplió y que a partir de entonces se convirtió en el motor que impulsó el rumbo de su vida. Adriana Espinoza Irigoyen es una de las maquilladoras más reconocidas del medio cochabambino. Sus padres Carlos Alberto Espinoza y Patricia Irigoyen le dieron un hogar tranquilo lleno de amor, pero sobre todo con libertad para soñar. En la primera etapa de su vida compartió sus juegos y travesuras junto a tres hermanos; aunque ella tiene una relación especial con su gemela.

“Mi juego favorito era pintar, con crayolas o con el maquillaje de mi mamá, combinar colores y dibujar era mi mayor diversión; creo que eso despertó mi pasión por el maquillaje”, confiesa.

Al finalizar sus estudios en el Instituto Americano comenzaron las dudas. ¿Qué profesión elegir?. “No era fácil, sabía que debía tener una carrera pero no tenía nada claro”, asegura Adriana.

La presión por una carrera universitaria era tangible en su hogar, pero nuevamente el destino le mostraba lo mágico y especial que podía ser el maquillaje, poniendo personas o circunstancias en las que sí o sí la ponían en contacto directo con este oficio.

Sin embargo, la sugerencia de querer dedicarse al maquillaje profesional despertaba mucho recelo, especialmente de su padre; un hombre que ella respeta mucho y quería complacer. Pero, todo cambió aquel domingo cuando su trabajo se reflejó en la tapa de la Revista Así.

“Esa portada cambió mi vida. Desde ese momento tenía todo el apoyo de mi familia. Para mi fue recibir la bendición de mis padres y extender mis alas para volar”, asegura Espinoza.

Aunque fue un largo proceso para consolidar su profesión, en medio hay mil historias motivacionales, sueños, esperanzas y trabajo en una carrera que poco a poco va ganando terreno.

“Soy autodidacta... esa palabra significa mucho para mi. Es investigar, observar y practicar, lo mucho o poco que la vida me ofrecía para nutrir mi conocimiento y yo cogí todo lo que pude y hasta un poco más”, finaliza Adriana con una sonrisa en los labios.


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