Domitila de Chungara tose. Está sentada tomando el sol y tose porque su pulmón izquierdo tiene cáncer. Es el tercero de su vida y el sueño que la mantiene de pie es poder vivir muchos años más, a pesar de que los médicos le han dicho que ya no más quimioterapias y que solo queda esperar...
Pero el viento que sopla a su favor es que todavía no siente dolor. Eso, dice ella, es una ventaja porque ya le anticiparon que después tendrán que aplicarle morfina para que no grite. Pero como ahora solo tose, tiene tantas ganas de vivir como medallas y pergaminos que ha recibido a lo largo de su lucha por un mundo mejor. Esos trofeos los guarda en una habitación que está al lado de la silla donde está sentada y tosiendo. No tiene casa propia, vive en la escuela de formación política que se encuentra en una calle empinada de Cochabamba y en el patio se sienta al sol por las mañanas porque así se siente viva...
- ¿Desde cuándo empieza su lucha contra el cáncer?
- En 1984 me apareció el cáncer en la matriz, me sacaron el útero. Me venían hemorragias terribles. En 1999 apareció otro en mi seno izquierdo, me sacaron un tumor. Pensé que ahí acababa la cosa. Hace tres años me dio tos, vinieron los análisis, las recetas, pensaban que era tuberculosis y de repente empecé a vomitar sangre, me internaron, no me hicieron nada y en el hospital cubano me detectaron cáncer, pero para confirmarlo me fui a Cuba y ahí me dijeron que lo tenía de nuevo y esta vez en el pulmón izquierdo.
- Cada revelación de la enfermedad fue en una época diferente.
- Con tanto que hay que hacer, las mamás no nos damos cuenta de la gravedad de una enfermedad. Me operaban y otra vez había que hacer las cosas de la casa.
- ¿La última vez la encontró más desocupada?
- Luché contra las dictaduras, contra las injusticias, estaba con el pueblo, con mis compañeras. Pero esta es una lucha personal, ni siquiera el ser que más te quiere puede hacer algo. Es una lucha interna.
- ¿Cómo está luchando?
- Sometiéndome a los tratamientos, teniendo bastante paciencia. Tengo 74 años y quiero vivir muchos años más. Mi interés por luchar por un mundo mejor tal vez se lo debo a mi padre. Él era un campesino de Toledo que después de la guerra del Chaco se fue a trabajar a la mina. Durante los tres años de la guerra (1932 - 1935) murieron su madre, sus ovejas y perdió todo lo que tenía.
Le ofrecieron trabajo en Siglo XX con buen sueldo, pero al llegar la realidad era diferente, si le dijeron que le iban a pagar 10 pesos, le daban cinco. Se crearon las famosas pulperías, que eran tiendas que daban sus productos a crédito. Toda la vida estábamos endeudados. Mi padre reclamó, en 1942 hubo la masacre en el campo de María Barsola y él fue apresado. Yo ya había nacido, nos llevaron a Pulacayo, que era un centro cerca de Uyuni y donde el frío es eterno. Se puede comparar con los hielos de Suecia. Usted se lavaba la cabeza con agua caliente y luego metía el peine y ya salía hielo del cabello. Ahí lo llevaron confinado a mi padre, para que se muriera de frío, y lo pusieron en la lista negra para que no le dieron empleo. Pero él era sastre y lo contrató la Policía minera, un capitán quería tener un asistente que le lustrara las botas y le planchara el traje.
En el campamento vimos tres tipos de familias: los hijos de los técnicos, que tenían buenas ropas que hacían traer del extranjero; los obreros mineros, que no se morían de frío porque las mamás tejían mediecitas y guantecitos; y aquellos que vivían en covachas alrededor de la mina y cuyos hijos paraban desnudos, no tenían qué vestir y cuyas mamás iban de puerta en puerta ofreciéndose para lavar ropa o cocinar. ¿Quiénes eran estas personas? Eran los familiares de los mineros muertos. Resulta que la empresa minera, después de los 90 días que fallecía un trabajador dentro de la mina, quitaba todo a los deudos y los dejaba en la calle. Una insensibilidad increíble.
Mi padre paticipó de la Revolución de 1952. Lo vimos llegar a la casa y gritamos de felicidad, mi madre había muerto y él llegaba con la boca seca, con la carita con polvo. Me miró y me dijo: “Ya nunca más los niños van a sufrir de frío ni de hambre”. Si volviera a vivir mi padre ¿qué diría, no?, porque muchos niños no tienen dónde dormir ni qué comer.
Éramos cinco hermanitas. Mi madre había muerto y mi papá siempre decía que había que aumentar un plato por si alguien de afuera llegaba a tocar la puerta diciendo que tenía hambre. Y yo le decía a mi papá: “¿Y si vienen dos personas?”. Él me respondía que se aumenta un vasito más de agua a la sopa y así comemos todos.
- ¿Cómo empieza a luchar?
- Me casé, me fui a Siglo XX, participé del Comité de Amas de Casa en 1963 y en 1965 me hice cargo de la dirección. Justo me tocó vivir las etapas más difíciles: entre ellas, la masacre de los mineros. Apareció el famoso militar René Barrientos Ortuño con un odio a los mineros. Cuando entró al poder, mediante golpe de Estado, los mineros ganaban nueve pesos diarios y le pedimos que nos aumentara a 15, pero el nos rebajó el 50% del salario.
- A usted se la conoce por llevar a cabo una huelga de hambre que ayudó a retomar la democracia, ¿cómo fue ese pasaje en su vida?
- Yo continué la lucha de mi padre, todos los días analizábamos en casa lo que pasaba en el país. Eso nos ayudó para darnos cuenta de la realidad. En 1978 realizamos una huelga de hambre.
- ¿El Estado le brinda alguna ayuda económica?
- La Federación de Mineros pidió una renta para las cinco mujeres que hicimos la huelga de 1978. En 2003, en el Gobierno de Carlos Mesa aprobaron una renta que iba a estar anexada al 2% del sueldo de los senadores. En 2006 el Gobierno rebajó el salario de los parlamentarios y automáticamente nos bajó el 50% de ese beneficio. Ahora recibo solo Bs 2.000. Eso no me alcanza para cubrir los gastos de mis enfermedades. Una quimioterapia más hospitalización me costaba Bs 12.000. Tengo diabetes, presión alta.
Yo no tengo casa, vivo en la escuela de formación política. Los siete hijos que aún tengo están fuera del país, García Meza me los sacó de Bolivia y cuando volvieron, por el 21060 salieron como exiliados económicos. Quisiera vivir muchos años más, espero que la enfermedad no me gane...
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