miércoles, 7 de noviembre de 2018

“Mamá Julia”: Cuando lo imposible puede ser posible



Julia Flores Colque nació el 26 de octubre de 1900 en Japo K’asa de San Pedro de Buena Vista, al norte del departamento de Potosí, pero hace décadas que radica en Sacaba, Cochabamba. Algunos atribuyen su longevidad a que ella nunca se casó ni tuvo hijos. ECOS la visitó el día de su cumpleaños 118 y constató que “Mamá Julia” —como todos la llaman cariñosamente— es un tributo a la vida, una mujer indígena excepcional.

Las barreras que ella encuentra en su cotidianidad son muchas: desde movilizarse sola en el interior de la vivienda que habita, ya sea para ir al baño, a la cocina o al jardín. Hasta hace poco, antes de que su vivienda fuera mejorada, el piso era un peligro constante porque las desigualdades de la superficie del suelo —un combinado de tierra y piedras— podían ocasionarle una caída. Pero nada nunca le impidió que derrochara buen humor y felicidad.

Por el trabajo y los estudios, los cuatro integrantes de su familia, entre sobrinos, nietos y biznietos, se ausentan de la casa casi todo el día y la más que centenaria se queda sola. Entonces, queda expuesta a cualquier eventualidad; por ejemplo, cuando algo cae al piso se ve obligada a recogerlo sola, y en ese ínterin podría perder el equilibrio y caer; o al estar a la intemperie los cambios bruscos de temperatura podrían afectar su salud.

Dos frondosos y verdes higüeros, las plantas y los animales de la casa son mudos testigos de lo que vive a diario la mujer más longeva del país…

¿Cómo se puede vivir tanto?

Julia quedó huérfana desde muy niña y no conoció el amor que prodiga una madre o un padre a sus hijos. Se crio con su hermano mayor.

Todos los días se sienta en el patio para tomar el sol; cuando ve que los demás hacen algo va y les ayuda. Observándola tan llena de vida y alegre, es inevitable preguntarse cómo es que esta mujer llegó a tener 118 años.

Unos lo atribuyen a su alimentación sana, consistente en alimentos naturales y sencillos.

Rosa Lucas Berna, sobrina nieta de Mamá Julia, cuenta a ECOS que a su tía abuela le encanta comer mucha y variada fruta, además de papa, chuño, charque y sarsa (ensalada de tomate con cebolla).

Los que no hablan de su alimentación recuerdan que ella nunca se casó ni tuvo hijos por decisión propia. Y entonces concluyen que su organismo no se desgastó con la maternidad.

En vez de esa vida tan propia de la mayoría de las mujeres, se puso a trabajar desde muy chica y aprendió a ser económicamente independiente, algo nada usual para la época en la que vivió su juventud y madurez.

Trabajó de todo lo que pudo: en agricultura, jardinería, construcción con pala y picota; también vendió en el mercado, fruta y otros artículos, durante muchos años.

Ahora, pese a los años que carga encima, su condición y fortaleza son admirables.

Otra sobrina nieta, Juana Flores, relata que a veces la anciana se despierta tempranísimo, como a las 4 de la madrugada, pero otras entre las 8:00 y las 9:00. Y que su mayor afán es estar con su gata, los perros y los pollos.

Dice que Mamá Julia es carismática, activa y cariñosa. “Siempre nos ha tratado bien, se hizo cargo de nosotros, ella nos cuidaba. Ahora nosotros le damos todo lo que podemos, de acuerdo con nuestras posibilidades”.

Su casa mejorada

Hace tres años una fuerte caída le provocó una fisura en la cadera, quedando postrada en la cama. Como la situación era crítica, su familia decidió pedir la donación de una silla de ruedas; entonces, Mamá Julia tenía 115 años.

De esa forma se hizo visible ante la sociedad, pero las autoridades poco hicieron por ella: solo la visitaban para su cumpleaños.

Un programa de televisión, D'Grandes S.R.L., que trabaja con adultos mayores, Condominio Senior Villa Fratterna y Soto Quiroga Construcciones decidieron brindar un apoyo real para mejorar el lugar corriendo con todos los gastos (9.000 dólares). Por entonces el patio de la casa era un verdadero caos y el baño, precario.

La vivienda fue mejorada con un muro perimetral, se hizo un acceso con ladrillos, el alcantarillado, se instaló una bomba de agua. También se construyó un baño con todos sus implementos, se colocaron barandas y gradas en su habitación (antes tenía solo una piedra de apoyo); incluso le dieron un batán, donde prepara los alimentos para sus gallinas, y le crearon un bonito jardín para su ocio.

No se tocó la casa de adobe con tres cuartos pequeños, muy austeros, de paredes internas y externas sin planchar ni pintar. “Para no alterar mucho el hábitat de la abuelita”, explica la directora de D’Grandes, Rilma Guzmán.

Mientras otros caen en depresión o se frustran por las penurias que pasan en su vida, Mamá Julia vive agradecida por la existencia que le tocó, por su familia, sus animales, las plantas que tanto quiere y las personas que la apoyan. Ella asiste a la Iglesia Asambleas de Dios Esmeralda y tiene una alegría que parece imposible de igualar.

Sus familiares dicen que alguna vez confesó que no entendía por qué Dios le daba un día más de vida… •

“¡Todavía sopla…!” La anécdota de la torta

El día de su cumpleaños, Julia Flores Colque, “Mamá Julia”, fue visitada por cientos de personas en su casa, adonde acudió también ECOS.

Sus 118 años de vida son considerados una verdadera hazaña, tanto que entre los asistentes se anunció que la postularán al libro Guinness de los récords, para que sea reconocida como la mujer más anciana del planeta.

En su humilde morada, pequeños, jóvenes y adultos no desprendían los ojos de ella. Parecía que tenía un imán con el que atraía la atención y las miradas. Todos estaban absortos con la más que centenaria. Carismática, alegre, sociable y tierna, Mamá Julia cautiva con su forma de ser.

Estaba feliz. Disfrutó de su cumpleaños y apagó las tres velas de su torta ¡de un solo soplido! Y entonces, alguien bromeó: “¡todavía sopla…!”.

De rato en rato cantaba y aplaudía, hasta que llegó la hora de comer su propio pastel que, según se conoció aquel día, es su postre favorito.

Después se animó a tocar su charango, que combinó con la interpretación de la tarka. En otro momento, y para sorpresa de todos, ¡bailo!

Recuerdos en quechua

También empezó a hablar en quechua y nadie pudo detenerla un buen rato. Sus recuerdos giraron en torno a la casa donde vive, dijo que a veces algunos hombres rondan el lugar con intenciones de robar, y que alguien quiso entrar a la casa por la pared, pero los perros comenzaron a ladrarle.

Cuando ECOS le preguntó si tuvo miedo, ella respondió con un tono alegre y seguro “¡mana!” (no, para nada), moviendo graciosamente la cabeza y el dedo índice.

En el festejo, Mamá Julia demostró que pese a los años no olvidó su femineidad. Le pusieron un espejo delante y, cuando se vio, lo primero que expresó, sorprendida, agarrándose la cabeza, es: “¡no me gusta mi cabello!”. Su comentario hizo reír a los presentes.

Dos miradas de afuera

El cumpleaños de “Mamá Julia” despertó gran interés en el ámbito local, nacional e incluso internacional, con la llegada de medios extranjeros a Cochabamba.

Yolanda Salazar, periodista boliviana de la agencia española EFE, contó a ECOS que asistió al cumpleaños porque le interesaba la historia de cómo una persona puede vivir tanto tiempo.

“He visto que es una persona muy activa, con mucho brillo, chispa y humor. Pienso que eso y cómo toma su vida influyeron para que sea tan longeva. Espero que cumpla muchos años más y que siempre tenga las condiciones necesarias de vida”, manifestó.

La periodista argentina Graciela Achabal, que trabaja como periodista independiente para varios medios y a su vez es propietaria del diario digital convergencia.com.ar, recorrió 3.000 kilómetros por carretera, acompañada de su esposo y su hijo, para conocer de primera mano la vida de Mamá Julia.

Achabal dijo que la condición de vida humana de la anciana es excepcional, que se tiene que “ver para creer”. ¡Ese es el desafío de mi visita!, exclamó entusiasmada.

Esta periodista aseguró no entender cómo Mamá Julia llegó a los 118 años cuando los demás todos los días sienten dolores. En cambio esta mujer, despojada de toda materialidad, es dueña de una alegría y una conexión con sus plantas y sus animales imposible de igualar. También dijo que no visualiza gran presencia de parte del Estado.

Ella abogó por “que toda la estructura del Estado pueda llegar a Julia, porque ahora no está llegando. Su vida pone en jaque a los sistemas de salud y pone en jaque a la humanidad. Es un modelo a seguir”.

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