lunes, 12 de septiembre de 2016

Mujeres en competencia



La más reciente “acción” de Mujeres Creando en La Paz ha sido una polémica serie de graffitis que señalan como falso el programa de empoderamiento “Yo soy mi primer amor”, dirigido por Maricruz Ribera. No creo que falten quienes analicen tanto este programa como el propuesto por el colectivo de María Galindo, por lo que quisiera proponer tocar el tema de forma lateral: si hay algo de lo que se habla muy poco en las posturas feministas es sobre violencia, agresión y competencia femenina.

Maryanne Fisher, en un análisis publicado en 2015, propone un estudio etiológico de la forma de competencia intrasexual femenina; es decir la forma en que competimos entre las mismas mujeres. Para comenzar, encontró que la competitividad intrasexual femenina usa muy distintas estrategias, en las que la mayoría no son directas sino “encubiertas”. Entre ellas están las siguientes: agresión indirecta (ostracismo, chismes, ridiculización de la otra); agresión verbal (como la difamación, recurrir a insultos como “puta” y otros similares) y por último la agresión directa (donde ya podemos encontrar contacto físico y hasta golpes).

Esta competitividad intrasexual es dinámica, cambia dependiendo de muchas variables que van desde cuestiones hormonales a estatus económico o según el entorno en el que se encuentren las mujeres en competencia. Competencia que puede dispararse por muchos motivos, desde el hecho de tener un mismo interés en una pareja, un tema o hasta cuando se ve a la otra como amenaza al propio estatus.

A pesar de que es muy incómodo hablar de esto, es necesario hacerlo: es innegable que hombres y mujeres somos distintos pero similares. Distintos en estructura física, estructura hormonal, programación sexual; y por tanto también distintos en rendimientos, intereses, aptitudes. Pero somos iguales (o similares) en otras características: dignidad, capacidad de aprendizaje, capacidad de hacer el bien y de hacer el mal.

Hay toda una serie de estudios que se están llevando a cabo en algunos países como Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, España, etc., donde solo recientemente se propusieron estudiar la posible agresividad femenina [hay que recordar que es a partir de los años 90 cuando algunos estudiosos propusieron que también las mujeres podían ser agresoras]. Los resultados son sumamente interesantes:

Murray Straus, en un artículo publicado el 2010 en la revista Partner Abuse de la Universidad de New Hampshire, revisó 200 investigaciones sobre patrones de violencia doméstica, hallando que hay una simetría en la perpetración de violencia entre hombres y mujeres, al igual que en los motivos para ejercerla: el control del otro. En ese estudio se revisaron, sobre todo, los patrones de agresión entre los adolescentes, ya que, al estar al inicio de su vida adulta, pueden ser más susceptibles a mostrar y sufrir violencia.

Uno de los resultados sorprendentes fue notar que la necesidad de control es ligeramente mayor en mujeres que en varones adolescentes, especialmente con el control del celular, el comportamiento agresivo hacia los conocidos del entorno del varón y deseo de transformar al otro.

Estos mismos resultados se pueden encontrar en estudios que se hicieron sobre violencia íntima entre parejas homosexuales. Badenes-Ribera y su equipo publicaron en 2014 un artículo para la revista Sexuality Research and Social Policy donde encontraron que la prevalencia de violencia de pareja entre mujeres que se identifican como lesbianas es muy similar a la que se puede encontrar en parejas heterosexuales. Es decir: las mujeres son tan capaces cuanto los hombres de ser agresivas o violentas. La diferencia en el número total de lesiones y muertes, entonces, hay que buscarla en otra parte: tiene relación con rendimiento físico, la forma de ejercer la violencia y con características socioambientales.

¿Lograste leer hasta aquí? Bien, aquí va la cosa: creo que es muy importante reconocer la capacidad de la mujer de ser agresiva y violenta. No, no creo que solo las mujeres lo sean; ni tampoco que algo justifique una agresión. Hay una gran diferencia entre comprender un fenómeno y justificarlo.
Por otra parte, se suele confundir predisposición con predeterminación. Hombres y mujeres tenemos una cierta disposición a competir con miembros de nuestro mismo sexo y a querer controlar a nuestra pareja. Pero eso no significa que necesariamente esto se deba dar: una de las características del humano es transformar lo dado en función de la estimulación del entorno y a su autodeterminación.

Reconocer que las mujeres también tienen la posibilidad de ser mezquinas, crueles o violentas —por sí mismas— nos permite poder cambiar la estrategia de lucha contra la violencia. Permite dejar de invisibilizar las víctimas que no responden al modelo que hemos utilizado hasta ahora, según el cual la violencia es algo que se relaciona con varón-agresor/mujer-víctima; es decir, permite visibilizar la violencia de pareja que sufren varones heterosexuales, homosexuales y lesbianas.

Pero hay algo que me parece fundamental: pensar en la mujer como una víctima indefensa de su destino, sin agencia ni acción, es infantilizarla. Dejar de ver a la mujer solo como víctima nos permitirá devolverle humanidad.

Es muy importante reconocer la capacidad de la mujer de ser agresiva y violenta. No, no creo que solo las mujeres lo sean; ni tampoco que algo justifique una agresión. Hay una gran diferencia entre comprender un fenómeno y justificarlo.

Mujeres Creando ataca a Maricruz Ribera y ella responde con un artículo

- María Galindo, del colectivo Mujeres Creando, el lunes pasado se dio a la tarea de postear en su cuenta de Facebook seis grafitis —dos con mensaje repetido— en los que pone en tela de juicio la belleza y los proyectos de Maricruz Ribera, ex reina de belleza y actual primera dama de La Paz, según informó El Deber.
- “Maricruz no tiene amor, todo es pura ambición”, “Lo que hace Maricruz es domesticación, idiotización y barbieficación, eso no es liberación”, “Lo bonito es ser libre y bocona y no como Maricruz barbie con silicona” y “Maricruz hace idiotización y barbieficación no educación”, son las leyendas firmadas por Mujeres Creando y han generado voces encontradas en la vidriera virtual de Facebook.
- Por ejemplo, Cintya Gutierrez Tapia escribió: “Qué pena. ... María Galindo es peor que un hombre machista... ¡ENVIDIOSA!”, mientras que Roxana Padilla Cabrera anotó: “Cómo se atreven a decir que son #Mujeres_creando? ¿Qué están creando? ¿Confrontación entre mujeres? ¿Malos ejemplos para los jóvenes pintarreajando por donde sea (lo) que se les ocurra? ¿Faltas de respeto hacia la mujer con esa mala actitud que usted tiene? Dígame Sra.#Maria_Galindo ¿qué esta creando?”.
- Sin embargo, Galindo también tiene quienes le aplauden este accionar, como Inti Waira que validó su apoyo a la activista con un “es cierto”.
- En un artículo titulado 'El amor tiene que valer la alegría, no la pena', Maricruz Ribera señala que el programa “Yo soy mi primer amor” trabaja con niñas y adolescentes para comprender que el amor verdadero empieza por el amor propio. “¿Cómo puedo amar o pretender que me amen si yo misma no lo hago? ¿Cómo puedo pretender que me valoren si permito una relación que no es de iguales, sino de dependencia?”, pregunta en su texto, publicado el miércoles en el diario La Razón, después de los ataques de Mujeres Creando.
- Entre otras cosas, dice que “no buscamos quitar la responsabilidad al hombre maltratador, y está claro que para eso existen instituciones, autoridades y leyes encargadas de esa tarea. Buscamos prevenir y alertar algunas señales que indican que una relación puede terminar en violencia o cuándo deben denunciar si un toque o 'caricia' les incomoda; o peor si ya son víctimas de violencia...”.
- “También enseñamos a las escolares y universitarias... que una mujer que aprende a tomar decisiones correctas en su vida no tiene un embarazo no deseado; enseñamos la importancia de conocer sus derechos, tener un plan de vida, ser responsable de sus actos; tener amor propio, amarse y amar sin justificar ningún tipo de violencia para disminuir el riesgo de encontrarse con un maltratador...”.


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