domingo, 6 de marzo de 2016

Día Internacional de la Mujer

Estos aniversarios no deberían caracterizarse por una retahíla de deseos nihilistas que no se consuman en realidades tangibles en su vigencia, pues se trata del ser más importante de la creación: la mujer.

Los derechos conculcados y postergados para la mujer, han asumido un tema de agenda en los Derechos Humanos, siendo una lacra que se origina o deviene de la sociedad patriarcal o la familia monogámica. Creer en los derechos plenos de la mujer requiere una nueva cultura de concepción de esta injusticia atávica, y de la metamorfosis necesaria y sobreviniente que debe experimentar todo hombre en su mentalidad y actitud para comprender la magnitud que representa para la humanidad la igualdad plena de género; de ello resultará un hombre nuevo sin sentimientos de supremacía o discriminación hacia la mujer.

Sensiblemente el poder del hombre que se manifiesta ineluctablemente en el ansia de prevalencia mayoritaria en los órganos de poder, trata de distorsionar, retrasar y hasta impedir que la sociedad ingrese a esta necesaria nueva cultura de paz, exenta de desigualdad de género y, peor de discriminación y racismo. Esta mutación debe redefinir las relaciones entre mujeres y hombres en un ámbito o marco jurídico estable y perfectible.

Es lamentable que, con las innumerables muertes de mujeres acaecidas, el triunfo de las mujeres sea siempre inherente con pérdidas de vidas, aunque se debe reconocer que el proceso reivindicativo para las mujeres que luchan con estoicismo puro, es más acelerado que en otras épocas. Debe producirse, sobre todo en los jóvenes y hombres logrados, un decisivo impulso para el derrumbe definitivo de las sociedades patriarcales, tanto en Occidente como en Oriente.

Lo importante es obrar jurídicamente y alcanzar una solución ecuménica que sitúe a la mujer con plenitud de derechos y oportunidades sin restricción alguna; acción deseada que esta enmascarada por la hipocresía, pues se crean leyes pero no se hace nada en la implementación activa y el peor enemigo es esa irrefragable ansia del hombre de mantener su prevalencia. Existen todavía hombres que, cuando lean este artículo, pensarán que el columnista ha enloquecido, al proclamar y desear con diáfana sinceridad y admiración por la mujer, las reformas políticas y participativas, pues pocos se imaginan todavía el cambio sustancial y positivo que generaría una verídica proporcionalidad y equidad en los puestos de dirección en nuestro país y en el resto del mundo, empero, esto se niega sistemáticamente y la prueba es la estadística local y mundial, con el bajo índice de mujeres en puestos de poder de decisión, esta posibilidad de un mundo dirigido por la mujer en equidad con el hombre produce emoción genuina de cambio.

No es así, pues la indolencia, en relación con las violaciones a los derechos humanos de la mujer, trasuntadas en vejámenes, persecuciones, lapidaciones, torturas y muertes a la mujer que un somero análisis espanta al espíritu menos sensible. Aún estas expresiones de violencia cotidianas contra la mujer son pletóricas y el patriarcado se resiste a admitir lo inevitable y se siguen oponiendo desde el poder; por ello los hombres desembarazados de sentimientos recónditos de dominio o prevalencia del machismo y que anhelan una plena igualdad de género, debemos impedir que esta transformación de la humanidad se demore más tiempo, pues la mujer y los más débiles son los más afectados.

En este día, este columnista escribe unos cortos párrafos de un poema dedicado a la mujer:

"Mujer, en sí no vives sino en la persona que amas y te olvidas de ti misma para identificarte con dimensión de empatía completo al amor por la igualdad.

Punto de inflexión fueron el baño de Arquímedes, el árbol de manzano de Newton y el camino de Damasco de San Pablo, para la mujer, hoy, el valor supremo de la igualdad y la justicia".

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