miércoles, 10 de agosto de 2016

Un espejismo de igualdad

Miles de mujeres marchando por las calles de Egipto, Túnez o Siria constituyeron una imagen común durante la Primavera Árabe a la que el ojo occidental no estaba acostumbrado; pero, tras la revolución, todo quedó en un sueño al que pusieron fin abruptamente gobiernos represivos o conflictos abiertos que postergaron indefinidamente la lucha de la mujer por sus derechos.

“Tras una participación igualitaria con los hombres en la revolución, que produjo un cambio que parecía muy natural, se volvió a la dura realidad”, señala la periodista e investigadora egipcia Sahar Talaat en entrevista con dpa, con motivo de la presentación en Madrid del ensayo “Mujeres, comunicación y conflictos armados” (editado por La linterna sorda), del que es coautora.

La obra coral, coordinada por Isabel Tajahuerce, arroja luz sobre el papel de las mujeres en los conflictos armados, no sólo como víctimas, y en la comunicación de los mismos, con el objetivo de disipar la invisibilidad y los estereotipos a la que a menudo las condenan los medios. Entre ellas, las grandes desconocidas son las mujeres árabes, con frecuencia reducidas a un papel de ocultación y sumisión estereotipado y alejado de la realidad.

“En el mundo árabe se está viviendo un gran cambio, pero poco se sabe de ello”, asegura Talaat, afincada en España y profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona. Pese a enfrentar enormes problemas, como la falta de organización o una sociedad conservadora y religiosa opresora, la mujer árabe moderna está siendo protagonista de un activismo en parte heredado de la conciencia y la seguridad adquirida durante las primaveras árabes.

“Las mujeres superaron el miedo durante las revueltas, donde se vieron participando en unas condiciones de igualdad que ellas mismas desconocían, viendo reconocido su poder y adquiriendo la conciencia y confianza en sí mismas para seguir adelante”, explica la investigadora sobre su experiencia más directa de la revolución egipcia.

A raíz de ahí, asegura, siguen denunciando su situación en libros, artículos, teatro callejero o cine, en el que están trabajando muchísimas mujeres directoras en Egipto, Líbano, Siria, Túnez o Marruecos, dice ella.

También ha aumentado su participación en política en países como Egipto, donde ocupan cargos en los ministerios, la administración o las alcaldías, están en los cuerpos directivos de partidos políticos —por primera vez dirigen el partido liberal l Dustur— y en los sindicatos. Un logro nada desdeñable si se tiene en cuenta que tras las revoluciones árabes en algunos países se vieron obligadas a partir casi de cero en la lucha por sus derechos.

Así ocurrió en Egipto, donde el Gobierno postrevolucionario islamista de los Hermanos Musulmanes, con Mohamed Mursi a la cabeza, las condenó a una única mención en la Constitución y con un papel muy limitado, el de madres, eliminando todos los logros conseguidos durante las décadas anteriores, como la igualdad a la hora de solicitar el divorcio, y bajando la edad para contraer matrimonio.

La Constitución posterior aprobada antes de la llegada de Abdel Fatah al Sisi a la presidencia volvió a reconocer la igualdad de derechos y deberes, que ahora sin embargo el Parlamento debe plasmar en leyes concretas, considera Talaat. “Tenemos 78 diputadas que están luchando por ello”, indica. Una lucha que no siempre se hace desde la confrontación directa y quizá por eso es menos visible, apunta.

Pese a los contratiempos, la mujer egipcia está activa en un entorno de relativa paz, mientras muchas otras se ven obligadas a hacerlo en medio de conflictos que parecen posponer indefinidamente el logro de una mayor igualdad.

En países como Libia, Irak o Siria las mujeres se ven obligadas a llevar a cabo una lucha integral. “Primero luchan por existir y sobrevivir en conflictos permanentes en los que conviven con la muerte; después para conseguir trabajo, una vida decente, un transporte normal y una mayor visibilidad social”, además de la igualdad de derechos. “Las mujeres árabes libran todas las luchas en una”, afirma Talaat.

En Siria, las mujeres están luchando continuamente desde la oposición. "Siria es un país laico donde las mujeres contaban con muchísimos derechos y donde ahora los integristas luchan por imponer un Estado teocrático", apunta la investigadora. Aquí sin embargo las mujeres también están siendo parte del obstáculo, con la aparición de un influyente grupo conocido como las Hermanas Musulmanas Qubaisi, que trabaja por la islamización de las niñas y su vuelta a un papel más tradicional y sumiso.

Una lucha similar se estaría dando en Turquía, donde el laicismo lucha contra las ideas islamistas que buscan acabar con los derechos adquiridos durante siglos por las mujeres, señala.

Excepcional es el caso kurdo, donde la guerra no parece haber parado sus ideas igualitarias y donde las mujeres luchan codo a codo con los hombres. Pero Talaat huye de modelos: “todos los pueblos tienen luces y sombras”. Como también existen en Túnez, un país al que Occidente quiso convertir en modelo de las primaveras árabes.

“Túnez es un estereotipo. Occidente va buscando el ejemplo más parecido o más cercano a la cultura europea, pero hay muchas cosas que se han logrado impuestas desde arriba por las autoridades pero que no estamos viendo reflejadas en las calles”, considera. “La cultura de la igualdad debe ir más allá de la élite”.

El papel de las mujeres árabes es además fundamental para lograr la paz en la región, donde es necesario que se le permita una mayor implicación y participación.

Pero sobre todo es imprescindible una nueva perspectiva de género en los medios de comunicación que visibilice, contextualice y no ofrezca de forma incompleta la imagen de la mujer árabe. “Ante las crisis de los medios tradicionales, las redes sociales se erigen para dar voz a una realidad más amplia de la mujer árabe”, dice Talaat. Porque, como coreaban en las manifestaciones kurdas, ninguna sociedad es libre hasta que sus mujeres lo sean.

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