lunes, 18 de abril de 2016

El feminicida íntimo, una víctima de violencia que puede cambiar

En Cochabamba y en Bolivia ocurren dos tipos de feminicidio: íntimo y no íntimo. El 90 por ciento de los crímenes contra mujeres en el país es perpetrado por feminicidas íntimos. Sin embargo, es importante conocer el perfil de ambos.

La psicóloga clínica forense experta en feminicidios del Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF), Lorena Cox Mayorga, es la profesional que sometió a peritajes a la mayoría de los acusados de feminicidio en Cochabamba y ella describió cómo se forman los feminicidas, desde su niñez.

FEMINICIDAS ÍNTIMOS

Cuando el feminicidio es cometido por el esposo, pareja, expareja o una persona conocida del entorno de la víctima, se llama feminicidio íntimo y puede definirse como el resultado final y trágico de un proceso de abuso de poder que daña la integridad física, emocional, psicológica, sexual y económica de una mujer, antes de ser asesinada. Pero, ¿por qué los autores de estos crímenes actúan así?

La experta asegura que todos ellos desarrollaron ciertas características de personalidad a raíz de su crianza, de su relacionamiento social y de cuadros fisiológicos que incidieron en que se conviertan en criminales.

Los feminicidas íntimos, antes de matar a sus parejas o exparejas, fueron sus agresores. Pero lo que pocos saben es que antes de convertirse en agresores, ellos también fueron víctimas de la violencia.

Todos tuvieron una niñez difícil. “Crecieron en ambientes de familias desestructuradas donde la violencia se ha reproducido de manera activa. Los golpearon tanto, que varios sufrieron lesiones cerebrales, tornándose impulsivos y agresivos. Los niños y adolescentes agredidos en la cabeza suelen golpear a sus hermanos todo el tiempo y pueden llegar a agredir a sus madres. Si además estos menores no acceden a una red de contención social, familiar y educativa crecen con un pobre repertorio conductual, internalizan y naturalizan la violencia vivida como parte de su ser y reproducen esa violencia con la familia que forman.

Sociodemográficamente, las personas más violentas tienen edades que oscilan entre la juventud y la adultez, debido a que en esta etapa se desarrolla el instinto sexual, el atractivo físico, y si ese desarrollo no fue el adecuado, la violencia, como una forma de ejercer poder, es la opción elegida por varios factores. La violencia psicológica y física a la que los agresores han sido expuestos, desde niños, les hizo crecer con inseguridad y baja autoestima. Esta inseguridad causa que su atractivo físico esté pobremente desarrollado. “Sus comportamientos agresivos son una forma de llamar la atención, de sentirse con algún poder”.

Son personas que al no haber desarrollado contención, no procesan la información y reaccionan directamente con violencia. Al tener una pareja, su inseguridad se proyecta en el aspecto sexual. “Los varones se ven apocados, reducidos y hacen este ejercicio de poder para reafirmarse en su personalidad”. Estos agresores justifican el ciclo de violencia culpando a sus parejas o exparejas de conductas que ellos consideran que atentan contra su seguridad sexual. Desarrollan un trastorno paranoide celotípico que consiste en tener pensamientos irracionales recurrentes con respecto al comportamiento de su pareja. “En su inseguridad, le atribuyen cualquier comportamiento de coquetería y hasta de infidelidad; aunque no existan tales”. El motivo esencial de la violencia intrafamiliar es el ejercicio de poder ante la propia inseguridad sexual.

Cox ha escuchado que varios de los acusados de feminicidio culparon a las víctimas de sus propias muertes. “Hasta el último momento les dijeron: ‘Te estoy matando porque te lo mereces, porque tú te lo has buscado’”.

Las mujeres que aceptan relaciones con estos agresores también son inseguras. Dependen emocional y económicamente de ellos. Les entregan a ellos el poder de decisión sobre sus vidas y así les ayudan a reafirmar esa personalidad machista. El trastorno celotípico no es una alteración mental y como cualquier trastorno, incidirá en el tipo de relacionamiento de pareja que tendrá el agresor a lo largo de su vida.

El ciclo de violencia tiene etapas. Una es la de la seducción. Al principio pueden darse microviolencias que van en aumento hasta llegar al control económico, sexual, psicológico y las golpizas. Luego, la etapa de la seducción retorna. Los agresores se sienten culpables al ver las secuelas de su maltrato. Y son transparentes al expresar arrepentimiento y pedir perdón. “Es real que se sienten culpables. Este tipo de personalidad está más del lado de la psicosis; tienen ideas delirantes, irracionales que el agresor las asume como reales y por eso actúa como actúa”. Sin embargo, este tipo de comportamiento irracional solo se expresa con la pareja, por lo que difícilmente será percibido por el entorno social, laboral, académico.

El 30 por ciento de las personas que cometen feminicidio no cree poder lidiar con la culpa ni asumir la responsabilidad del crimen y opta por quitarse la vida.

Los feminicidios íntimos, de manera general, no son planificados, sino circunstanciales. Estos crímenes son producto de una escalada de violencia irracional. “A veces las matan sin la intención de hacerlo y después, cuando ya han cometido el delito, pueden intentar tramar una historia que brinde una explicación lógica a lo sucedido”.

En muchos casos, los agresores amenazan con matar a sus víctimas y con matarse ellos también. Y aunque lo dicen en un estallido de irracionalidad, pueden cumplir esas amenazas en un momento álgido de la escalada de violencia. Es tanta su rabia, que esa frustración convertida en violencia no se detiene con la muerte. Después de muertas las queman, las mutilan. “Quienes queman a sus parejas, con fuego o con ácido, quieren que ellas pierdan su atractivo sexual ante otros hombres, por su inseguridad”.

Este tipo de personalidad tiene tendencia a las adicciones porque éstas le ayudan a abstraerse de su dolor. Pero, en su mayoría, los feminicidios son cometidos por agresores en estado de sobriedad.

La psicóloga clínica forense explicó que cuando un hombre se refiere a la vida sexual de una mujer de forma ofensiva: “Eres una zorra”, “Eres una p….”, “Ándate con tus machos” y ese tipo frases, esta es la señal más importante de que la vida de la mujer está en peligro. Los celos irracionales; la creencia de que la mujer es un objeto de su pertenencia y los pensamientos o imaginaciones sobre infidelidades hallan escape en la violencia extrema.

A diferencia de los psicópatas, que no tienen cura, los agresores y feminicidas que tienen sentimientos de culpa pueden ser rescatados con un proceso de reeducación conductual, siempre y cuando no hayan sufrido lesiones cerebrales por golpes en su niñez o adolescencia.

Cox recuerda que estos agresores son impulsivos y agresivos debido a que no tuvieron una red de contención social, educativa y familiar. “Si se les provee las herramientas para ayudarles a contener esa impulsividad y agresividad y a reeducar sus conductas, se puede subsanar el comportamiento posterior de estas personas”. Pero, si en lugar de ello la rabia y la frustración en ellos se profundiza, la violencia irá en aumento también. Este tipo de agresores puede llegar a comprender el por qué desarrollaron comportamientos violentos y con ellos funcionan las terapias cognitivas.

“Alguna ONG ha estado trabajando con agresores intrafamiliares mediante una intervención positiva y asertiva. En el proceso se van destacando las cualidades del paciente y tratando de forma paralela sus problemas de violencia.

Los varones diagnosticados con un trastorno paranoide celotípico pueden ser medicados y en los casos de alteraciones mentales, también se debe garantizar la ingesta de fármacos para controlar los pensamientos recurrentes e irracionales. “De no hacerlo, estas personas representan un riesgo social, no para la sociedad en su conjunto, sino para las nuevas parejas que pudieran tener”.

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