miércoles, 17 de septiembre de 2014

Tolerancia cero el freno a la violencia no solo lo pone la mujer

Soportar un piropo vulgar por la calle, reír chistes machistas de los jefes hasta ser acosada o agredida verbal o sexualmente por la pareja son algunas de las situaciones por las que casi todas las mujeres hemos tenido que atravesar en algún momento de nuestras vidas.

Pero esto se puede detener; ponerle un alto a estas situaciones depende de nosotras para dejar atrás esas costumbres enraizadas que nos hacen creer que estas cosas son ‘normales’ porque así siempre ha sido.

Comienza con la denuncia
Cualquiera sea la situación de violencia (física o sicológica), la abogada especialista en violencia de género, Janeth Nogales, explica que todo se puede llevar a los tribunales de justicia.

Muchas mujeres no se animan a denunciar a sus victimadores porque creen que sin testigos del hecho es más difícil. “No es como antes, ahora piden evaluaciones sicológicas para demostrar el estado mental de la mujer que ha estado sometida a cualquier tipo de maltrato”, cuenta la jurista.

En este punto, la sicóloga del Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF), Rosmery Calizaya, explica que existe un perfil en las víctimas de violencia. “Son mujeres que sufren de una baja autoestima; piensan que no hay nadie que las pueda defender, que no les queda más que adecuarse a la situación; tienen ansiedad; depresión y se aíslan socialmente”, detalla.

La abogada y consejera de SOS Feminísima, Silvia Suárez, acepta que si bien hay mucho por hacer, la figura es distinta a hace 20 años. “Que falta mucho por hacer es verdad como también es cierto que a las mujeres nos falta coraje para denunciar, por eso es hora de decir basta a la violencia”.

No darse por vencida
Uno de los motivos por los cuales muchas de las víctimas dan un paso al costado en las denuncias es porque estos procesos son morosos y tienen un costo económico.

Según su experiencia, Nogales explica que entre las cuatro etapas del proceso penal (acusación, investigación, juicio y ejecución final) se tarda, en casos menores, de uno a dos años. “En los casos de feminicidios se han dado resultados hasta después de ochos años”, lamenta.

Esto ocasiona un estrés en la mujer, pues debe prácticamente ‘demostrar’ que fue víctima del hecho.

Además, hay otro elemento importante, el tema de la dependencia emocional. “No olvidemos que la mayoría de los agresores son la pareja, la dependencia emocional genera que le intimide”, dice Calizaya.

En los casos de denuncias por acoso laboral, la situación es aún más crítica, porque la mujer teme perder su fuente de empleo. “Una persona que tiene una buena autoestima, a pesar del riesgo, va a decir lo que piensa y siente”, detalla la sicóloga.

El entorno es importante
Para Suárez, el entorno debe ser el principal aliado para una mujer que es víctima de violencia.

“Debemos generar con nuestras amistades una cultura de paz y de solidaridad, apoyar a la amiga, a la mamá, a la tía, a la vecina, debe ser un compromiso de solidaridad de género y estar atenta a cualquier situación de violencia, ya sea en el hogar, en el trabajo o en la calle”.

Y justamente en el entorno, es que Nogales cree que se debe comenzar a romper con ciertos mitos sobre el hombre y la mujer.

Cuenta que en muchas ocasiones le ha tocado ver casos, hasta en las mismas defensorías, cuando una policía le dice a una mujer maltratada: “pero mirá, tu marido está llorando”, como para que esta se retracte.

Asegura que hace falta mucha sensibilización en los actores de la justicia, porque las autoridades llamadas a denunciar e investigar estos casos lamentablemente tienden a ser machistas. “Y no es que estemos hablando de que falten mujeres en la justicia, porque conozco a muchas que son más machistas que los mismos hombres”, acusa desde su experiencia atendiendo casos.

Haciendo una reflexión final, la profesional hace énfasis en que hay que descartar la creencia de que las mujeres no podemos salir adelante sin el hombre, de que no podremos conseguir un trabajo. Frenar la violencia está también en nosotras, en no callarnos, en decir ¡basta!

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