Cuando alzó su voz en la tribuna de la Conferencia Mundial sobre la Mujer de México, realizada por Naciones Unidas en 1975, Domitila Chungara era apenas conocida en los medios sindicales y políticos de Bolivia. Fue su conmovedor testimonio sobre las dramáticas condiciones de vida de los mineros el que la convirtió en una mujer símbolo. Ante un auditorio dominado por la naciente corriente feminista, afirmó que la lucha de la mujer no podía ser contra el hombre, sino contra el sistema de dominación de los pueblos.
Una de las delegadas que asistieron al evento, la educadora brasileña Moema Viezzer, quedó impresionada por el testimonio de la boliviana y la convenció de que le contara su vida ante una grabadora. De esa conversación nació Si me permiten hablar…. Editado por Siglo XXI en México en 1977, el libro se convirtió en un best-seller y su protagonista en un ícono de las luchas sociales.
Nacida el 7 de mayo de 1937 en el distrito minero de Pulacayo, no conoció otra cosa que la pobreza. Cuando tenía 10 años perdió a su madre y tuvo que hacerse cargo de cinco hermanas menores mientras su padre se ganaba la vida como sastre.
"Mi vida se volvió bastante difícil, porque por la muerte de mi mamá, mi papi se dedicó mucho a tomar. Él sabía tocar piano, tocar guitarra y entonces la gente lo invitaba a cualquier fiesta para tocar. De esa manera comenzó a beber mucho. Y cuando venía mareado, nos pegaba bastante. Vivíamos solitas, casi sin nada. No tenía mis amigos, no teníamos juguetes”, es el recuerdo de su niñez.
Como esposa de un trabajador minero, en 1952 ingresó en el Comité de Amas de Casa de Siglo XX. Allí empezó su leyenda. En 1961 asumió el liderazgo de la organización.
Su repudio a la masacre de San Juan del 24 de junio de 1967, ordenada por el gobierno del general René Barrientos Ortuño, le costó la libertad y la vida de un hijo, que murió al nacer en una celda de la policía política, víctima de los golpes de los militares que la habían detenido.
"Le di un sopapo. Me apretó mi cuello y estaba por ahorcarme. Del puño lo había agarrado y lo había estado mordiendo”, relató al escritor uruguayo Eduardo Galeano. "Cuando me desperté como de un sueño, había estado tragándome un pedazo de mi diente. Entonces noté que el tipo me había roto seis dientes”, agregó.
Con cuatro esposas de trabajadores mineros, en diciembre de 1977 inició una huelga de hambre en demanda de amnistía política y elecciones democráticas. A los pocos días, miles de bolivianos, entre ellos los sacerdotes Luis Espinal y Xavier Albó, se habían sumado al ayuno. La protesta marcó el principio del fin de la dictadura.
Madre de 11 hijos, cuatro de ellos fallecidos, salió al exilio en 1980 bajo la dictadura de Luis García Meza. A su retorno se instaló en Cochabamba, donde murió de cáncer al pulmón el 13 de marzo de 2012.
"El enemigo principal, ¿cuál es? ¿La dictadura militar? ¿La burguesía? ¿El imperialismo? No, compañeros. Yo quiero decirles estito: nuestro enemigo principal es el miedo. Lo tenemos dentro”, había dicho a Galeano. Domitila nunca tuvo miedo.
Juan Carlos Salazar,
periodista.
Xavier Albó
Estos tiempos de democracia, por mucho que tengan también sus estridencias y altibajos, no llegan a las brutalidades de entonces. Pero seguimos necesitando gente de tu calibre para seguir soñando y encarrilando ese proceso todavía frágil. ¡Que retornes tú, también, hecha millones!
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