"¿Compañera? ¡Oligarca!”. Así respondió Ana María Romero de Campero en una ocasión, cuando era Defensora del Pueblo (1998-2003), al ahora presidente Evo Morales, cuando éste salía de radio Fides y la saludó indicando: "¡Hola compañera!”. El entonces diputado y dirigente cocalero había mencionado públicamente que la defensora era "oligarca”. Después Evo se disculpó.
Anamar, su nombre de batalla, fue nombrada –tras ser nominada por las organizaciones periodísticas- como primera Defensora del Pueblo en el Gobierno de Banzer por dos tercios del Legislativo. Entonces, parlamentarios del MIR hicieron campaña contra su designación al mencionar que estaba enferma. Lo anecdótico vino cuando fue posesionada y evitó que un exdictador de los 70 la abrace por su nuevo cargo y para ello se apresuró en agarrarlo de sus antebrazos y hablarle otros temas.
En una ocasión, un expresidente le pidió que escribiera un prólogo para su libro. Aceptó encantada y le entregó al poco tiempo. De inmediato el expresidente la visitó para decirle que en realidad el texto tenía características de una reseña. Al rato le pidió el escrito y al señalar que "¡entonces no sirve!”, lo rompió en mil pedazos y los tiró al tacho. Posiblemente el contenido no halagaba.
En los años que Robert Gelbard fungía como embajador de EEUU en Bolivia consiguió en una sola estocada tres cabezas: Faustino Rico Toro, jefe antidrogas; Felipe Carvajal, comandante de la Policía, y Guillermo Capobianco, ministro del Interior. Al primero lo acusó de estar vinculado al narcotráfico, al segundo de una supuesta protección a narcos y al último porque recibía dinero "sucio”. Entusiasmado con esta victoria, la Embajada de EEUU en La Paz distribuyó fotografías relacionadas con los tres casos a diarios bolivianos y esperó su publicación. Presencia, del cual Anamar era directora, no las publicó. Gelbard la llamó furioso para reclamrle y Anita, que no soportaba autoritarismos, colgó el teléfono.
Cuando Condepa vivía sus glorias, Jaime Reyes fue elegido alcalde de El Alto, tenía mayoría de concejales, pero los opositores lo criticaban. Un día salió a decirles "ratas”. Presencia publicó las declaraciones. De inmediato visitó a Anamar para negar todo y como prueba entregó un casete con sus declaraciones. Enojada, pidió transcribirlas e imprimirlas, entre tanto la charla era amena. Cuando leyó el texto, había más de una mención de la palabra "rata”, entonces le pidió abandonar su despacho y al día siguiente ratificó la versión. A los pocos días, Reyes renunció al cargo. Luego vino la era de Flavio Clavijo.
Anamar, que siguió los pasos de su tío (Carlos Romero, que fue director de El Diario), sin ser de izquierda ni hablar de esta ideología, tenía la sensibilidad y solidaridad cristiana católica y por ello practicaba lo que un día le dijo su esposo (Fernando Campero) que "el mejor poder es la función pública” para hacer realidad una aspiración que beneficia a muchos.
Participó de la IV Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam-Santo Domingo), que agrupa a los obispos de la Iglesia Católica de Latinoamérica y el Caribe, no como una prelada en las deliberaciones, sino en la redacción final del documento pastoral.
Como Defensora visibilizó a sectores sociales, mujeres golpeadas, prostitutas, niños de y en la calle, haciéndoles conocer sus derechos, pues Anamar decía que "los derechos hay que conquistarlos, no tienen que ser regalados por el poder”, porque sino la persona o el grupo social no valora un derecho. El derecho es como el amor que tiene que ser fruto de una conquista mutua, no puede ser impuesta.
Decía que "en la función pública la cortesía es difícil de practicar”, sin embargo, "las cosas duras hay que decirlas con altura” y que "el deber de los líderes es enseñar cómo se hacen las cosas”.
Anamar se fue a los 69 años, tras presidir la Cámara de Senadores del gobernante MAS. Estudió periodismo en la UCB después de ser madre (Fernando, Marcia y Natalia). Ejerció la profesión en agencias de noticias, periódicos, ministra de Información del Gobierno de Wálter Guevara (1979), primera Defensora del Pueblo y creó la Fundación Unir Bolivia. Cuando se aprestaba a escribir sus memorias, Evo la visitó y la propuso ser candidata a primera senadora de La Paz en 2009. La rechazó. El actual Presidente insistió y le dijo que tendería puentes con organizaciones sociales, pues sabía que eran "tiempos duros”. Finalmente aceptó. Ella creía en la "revolución democrática cultural” y desde hace tiempo que la quería a Evo "maternalmente”, en algunas ocasiones decía "mi Evito”, con ternura y afecto, pues veía en Evo necesitado de una ayuda, por ello pedía que "seamos comprensivos con él”.
Cándido Tancara, periodista.
Gonzalo Mendieta Abogado
Ana María tenía su buena ley y su buena alma a la hora de tomar decisiones. Su gran entusiasmo y su gran autoestima estaban acompañadas de un gran carácter. Era una mujer solidaria con los más necesitados porque de niña y joven sufrió mucho. Siempre estuvo pendiente de los grandes temas y los enfrentaba con sabiduría. En su vida pública no cedía a las conveniencias personales, sino a los grandes intereses de la ciudadanía. Siempre estaba presta al servicio.
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