La pesadilla del día del crimen hasta el primer día que pisaron la cárcel la acaba de experimentar Susana, una joven de 30 años, madre de dos bebés a quien la prensa la citó como la “mujer que asesinó a su concubino con 120 puñaladas”.
Tras su detención Susana declaró que el día del crimen estaba encerrada bajo llave, como en varias oportunidades antes. Aprovechando que su pareja llegó drogada intentó quitarle la llave que guardaba siempre en su pantalón y así escapar con sus hijos.
“Cuando ya estaba sacando la llave él despertó y ahí entré en pánico porque una vez que quise escapar me golpeó hasta más no poder. En ese momento lo único que estaba a mi alcance era un martillo y lo golpeé en la cabeza, pensando en dejarlo inconsciente, tomar a mis hijos e irme, pero no surtió efecto y entonces lo volví a golpear y nada... quizo pararse, hizo unos ruidos con la garganta y fui corriendo a la cocina para buscar algo con qué defenderme... Encontré un cuchillo, de esos pequeños para cortar pan y se lo clavé en el pecho... varias veces”, relata.
Luego de su detención una de las internas le mostró una nota de prensa que hablaba de ella. “El periódico decía más de 100 puñaladas... entonces dije ‘deben estar exagerando’, pero nooo... en el examen forense decía que eran más de 100... Yo no recuerdo que fuera tanto, según yo le di unas 13 puñaladas, pero no sé qué paso”.
Según la sicologa forense y clínica Lorena Cox, en este tipo de circunstancias pudo haberse suscitado dos situaciones: el “miedo insuperable” o “un trastorno mental transitorio”, pero todo eso debe ser evaluado psicológicamente.
Si la violencia y miedo extremos serían un detonante, ¿por qué solo algunas mujeres proceden de esta forma?
“Generalmente estas personas han sufrido una pérdida fuerte en su vida, ya sea de un familiar o un ser querido”, expresa la magister en Psicología Forense-Medicina Legal y Ciencias Policiales.
Pero ¿qué pasó en la vida de Susana antes del día del crimen? Su historia de vida muestra que Susana, una joven de baja estatura, delgada, pelo rubio y rizado, fue abandonada por su madre a los tres años y desde entonces su padre fue el único cobijo. “Mi papá murió en 2009 y a la semana conocí a mi pareja... pero estando con él las agresiones empezaron de a poco y se extendieron durante seis años. Seis años de abuso... físico, psicológico, emocional...”, relata.
Ella cuenta que cuando se alejaba de su agresor, las palabras y ruegos de una segunda oportunidad la devolvían a su lado.
Fue en los últimos meses, luego de tener a sus dos hijos, de 1 año y 3 meses, que la violencia pasó a otro nivel.
“Recién había dado a luz y la herida de mi cesárea no sanaba, pero aún así él me violaba... yo tenía que aguantar en silencio porque mis bebés podían despertar y eso lo irritaba más”, cita sin poder contener el llanto.
Bajo los efectos de la droga y el alcohol, las agresiones cada vez eran más frecuentes contra ella y sus hijos. “Como iba al gimnasio y hacía pesas prácticamente hacía lo que quería conmigo. A mi bebé lo agarraba de los pies y lo balanceaba boca abajo por la ventana, solo para provocarme”.
Luego de la reclusión y al no tener padres ni familiares cercanos, los hijos de Susana quedaron bajo la tutela de su suegra. “Me da miedo que les haga algo porque ella también le pegaba a su hijo desde niño, él tenía la cabeza llena de cicatrices. Además, cuando su hijo me pegaba frente a ella (suegra) solo decía ‘aguante pues, usted sabía cómo era mi hijo’ ... Ahora que pasó todo esto ha jurado poner todo su dinero para que nunca salga de la cárcel”, cita angustiada.
Estando recluída algunas de sus compañeras le aconsejan y le dan consuelo, otras sin embargo la atemorizan con sus experiencias y vuelve a entrar en pánico.
“Todas las internas me dicen que no hay justicia, que todo se mueve con dinero o influencias, y yo estoy aquí, encerrada sin poder hacer nada”, dice desesperada.
Según la explicación que le dieron su pena no debería superar los 6 años, al tratarse de un homicidio sin embargo ella teme que, por el dinero o las influencias, la califiquen como asesina. “Me nombraron un abogado de oficio que cuando le pregunté si debía declarar o no el solo me dijo ‘depende de vos, tu tienes que ver eso’. Yo no sé si hice bien o mal”, lamenta.
Ahora que ha pasado más de un mes del día del crimen y aguarda su condena, Susana solo piensa en ver pronto a sus hijos, pero también en el momento en que pudo haber evitado todo esto. “La primera vez que me agredió y lo dejé, jamás debí volver a su lado”, piensa perdiendo la mirada en el bullicio del patio de la cárcel.
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