La investigadora social Giovanna Condarco enumeró varias conclusiones del estudio efectuado en Quillacollo, cuyo objetivo central es visibilizar una realidad que duele:
• Se acepta la violencia como algo natural, las víctimas y agresores consideran que es parte de la vida conyugal.
• Persisten las creencias, prácticas y actitudes machistas que reproducen roles de género en desmedro de las mujeres.
• Pocas campañas para difundir los derechos sexuales y derechos reproductivos de las mujeres.
• La mayoría de mujeres víctimas de violencia no interpone una denuncia por temor a las represalias del agresor, pero también por la presión social que se genera desde distintos espacios como la familia, la comunidad, las propias instituciones públicas, ocasionando que los casos de violencia sexual queden invisibilizados en las puertas de los propios hogares.
• Si bien el conocimiento de la normas por parte de las víctimas es reducido, la burocracia y la falta de recursos económicos obstaculizan aún más la justicia por estos hechos.
• Los mitos que se generan alrededor de la violencia en general, y la violencia sexual en particular, generan temor económico y social en las mujeres, permitiendo y reforzando la naturalización de la violencia como un medio de subsistencia.
• La justicia comunitaria no es una garantía de seguridad y protección para la mujer en el área rural.
Chávez: El maltrato a las adultas no se ve
La violencia contra la mujer se ha naturalizado de tal manera en Bolivia, que el abuso sexual a mujeres adultas no se ve, pasa desapercibido. Los medios de comunicación visibilizan las violaciones a niñas y a adolescentes, pero ignoran lo que les pasa a las adultas, que sufren en silencio las secuelas de vejámenes sexuales dentro y fuera del matrimonio, dijo la coordinadora de Programas de Alianza por la Solidaridad, Magaly Chávez. “La sociedad y las mismas víctimas no quieren visibilizar este problema porque existen prejuicios. Se cree que la mujer adulta consiente, provoca que la violen, lo que no es real.
Ellas optan por sufrir en silencio por miedo a perder respeto de su entorno, por el machismo.
Montaño: Las secuelas son terribles
Este estudio confirma y respalda lo que sabíamos quienes trabajamos con la problemática de la violencia. Pese a que en este tiempo estamos tan cerca de las instituciones, de la información, de los medios, en Quillacollo pervive una cultura machista, patriarcal que no deja que las mujeres levanten la cabeza. La mayoría ni siquiera denuncia las distintas formas de la violencia sexual por miedo a perder su lugar en la comunidad, a ser discriminadas. Y las secuelas van desde daño a la salud mental de estas mujeres, hasta el desarrollo de desconfianza, timidez, daño en su salud sexual, en sus relaciones con otros.
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