Una día, Matilda se cansó de la ceremonia de elegir el conjunto apropiado. Tenía que enfrentarse a una reunión importante y no era capaz de decidir cuál sería la apuesta perfecta. ¿Demasiado formal? ¿Demasiado corto? ¿Demasiado elegante? Probó múltiples combinaciones y, sí, al final falló. Cuando llegó a la reunión pensó que sus compañeros hombres no habían tenido que pasar por ese trance y que, además, no serían juzgados por sus aciertos o errores en el vestir ni por repetir indumentaria. Cuestiones de género al margen, se propuso una meta: zanjar de una vez por todas ese estrés innecesario. Eliminar el prejuicio que le hacía tener que responder con ropa creativa a una profesión creativa como la suya, como si fuera lo que se esperaba de alguien dedicado al arte. Buscaría así un un look que le valiera en lo venidero para todas las mañanas, hubiera o no citas importantes. Hace tres años que tomó la decisión de llevar el mismo conjunto en sus días laborables.
Un pantalón negro, una camisa blanca adornada con una sencilla cinta y una cazadora de cuero han sido sus aliados cada mañana de oficina durante más de 720 días. El resultado es eficaz: chic y sobrio al mismo tiempo; desenfadado pero elegante, no demasiado sujeto a modas pasajeras y válido, además, para cualquier estación del año. Con esta iniciativa, la directora de arte ha logrado no sólo despojarse de la tensión mañanera y de su consecuente desgaste sino reivindicar que en el ámbito laboral una persona debe ser valorada exclusivamente por su trabajo, no por la ropa que luzca.
Eligió un clásico, combinar blanco y negro. Compró 15 blusas de seda idénticas, con la abotonadura en diagonal y las mangas recortadas, para darle un aire moderno. Varios pares de pantalones negros y simples. Finalmente, aportó su toque personal con una cinta de cuero inspirada en la afinidad de su madre hacia los lazos. Para los sofocantes días del verano neoyorquino, buscó una alternativa, dos faldas negras mate muy sencillas e igualmente efectivas. Recientemente, tras una búsqueda intensa, volvió a adquirir, esta vez en Zara, una nueva tanda de blusas, pues tuvo que jubilar las anteriores por uso.
Su caso ha dado la vuelta al mundo a través de las redes sociales gracias un artículo que ella misma escribió en una revista femenina y que ha sido compartido casi 74.000 veces. No era la primera en hacerlo -empresarios de éxito como Steve Jobs o Mark Zuckerberg ya presumieron en su día de las bondades de repetir vestimenta- aunque es pionera en el caso de las mujeres, al menos en el hecho de hacer pública su militancia.
Antes de que llegaran los aplausos, tuvo que soportar todo tipo de bromas en el trabajo: "Matilda, ¿te has metido en una secta? Matilda, ¿es que has perdido una apuesta?", se mofaban sus compañeros. Ella persistió y siguió sintiéndose bien sin tener que volver a pensar en el tema. Una vez que su iniciativa se popularizó, hubo quien la criticó preguntando si no le habría bastado con elegir la ropa la noche anterior: "Eso es sólo trasladar el problema a unas horas antes, me iría entonces más tarde a la cama y perdería un valioso tiempo de sueño", escribió sin vacilar.
No piensa dar un paso atrás, está feliz con su decisión, no sólo por convicciones y por la desaparición del estrés sino también por la importante cantidad de dinero que ha ahorrado este tiempo. No obstante, su cuenta de Instagram nos muestra a una Matilda en su tiempo de ocio muy diferente, una mujer que luce vestidos, faldas atrevidas, estampados... Si llegara el día en que volviera a plantearse vestir cada mañana una opción distinta, ya sabría que, en caso de dudas, podría contar con su heroico uniforme: "Él está ahí para mí y yo estoy aquí para él". La frase con la que remataba su artículo es una reflexión que, sin duda, invita a pensar: "Hoy no sólo me siento genial con lo que me pongo sino que no tengo que pensar en lo que me pongo".
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