— Soy de La Paz. ¿Usted cuánto estaría dispuesta a pagar?
— No sabría decirle, por eso quiero saber su propuesta...
— La verdad es que no sabría decirle cuánto. Usted dígame y según eso yo le digo si está bien, es poco o es más.
— ¿Hasta el momento usted no ha alquilado su vientre?
— No, es la primera vez. Dígame usted señora... ¿Tiene esposo, no ve?
— ¿Además de darle un monto en efectivo tendría que pagarle una mensualidad durante el embarazo?
— Lo que estaba pensando es no solo ganar dinero, sino ayudar, más que todo porque tengo dos niños. Unos $us 8.000 o 9.000 sería por el alquiler del vientre y una mensualidad para alimentación. Y quisiera que ustedes como papás vivan el embarazo, el tratamiento, que lo pasen junto conmigo, eso me gustaría sobre todo.
— Dice que quiere hacer esto para ayudarnos, pero $us 8.000 o 9.000 no es poco.
— Sí pues, no es poco, pero también quiero abrir un negocio justamente para ayudarme, por mis hijos.
Es parte de la conversación telefónica con Wilma, quien asevera tener 28 años. Ofrece alquilar su vientre a través de su cuenta de Facebook. Tras contactarla, revela el número de su teléfono móvil. Como ella, hay otras mujeres que brindan ese servicio mediante páginas electrónicas. Wilma justifica la decisión de arrendar su matriz porque no cuenta con recursos económicos, un problema que la atormenta desde su infancia, ya que no pudo realizar sus estudios porque sus padres no contaban con dinero.
El alquiler de vientre, también llamado “maternidad subrogada”, “madre de alquiler” o “mamá sustituta”, se presenta cuando una mujer acepta llevar el embarazo en vez de otra que no puede hacerlo. Así, un embrión es concebido en un laboratorio con el óvulo y el espermatozoide de una pareja que desea tener un hijo, mediante la técnica de fertilización in vitro, y luego se lo transfiere a la matriz de la persona que, generalmente, es contratada. También hay casos en que el embrión es germinado con el óvulo de la progenitora que arrienda su vientre y el espermatozoide del padre contratante: es el procedimiento de inseminación artificial (ver infografía de la siguiente página).
Wilma señala que oyó sobre el método de la fertilización in vitro, por lo que argumenta que ésa sería la mejor técnica para engendrar un nuevo ser; la que también deberá ser pagada por los futuros padres (entre $us 4.000 y 7.000). Está dispuesta a llevar la gestación de un pequeño que genéticamente no sea suyo, pero el ofrecimiento no incluye la otorgación de sus óvulos para la aplicación de una inseminación. “No quiero tener ningún vínculo con el bebé”.
Confiesa que los recursos económicos le servirán para montar un negocio que le posibilite generar ingresos para criar a sus dos retoños, de ocho y cuatro años, porque los Bs 1.200 mensuales que gana actualmente por realizar labores de limpieza en una vivienda no le alcanzan para solventar todos sus gastos. Está casada y afirma que su esposo está de acuerdo con que se someta al proceso.
Más todavía, sostiene que evalúa otras ofertas de Cochabamba, Santa Cruz e incluso Argentina. Sin embargo, quiere cerrar el trato con una pareja que viva en la ciudad donde habita porque quiere que ésta goce con ella el periodo de gestación, que lo disfrute paso a paso. “Siento que no van a vivir el embarazo (si no están en la misma urbe), quisiera que lo vivan, que toquen la barriga, al bebé, que le hablen, que le canten, porque así he vivido mis embarazos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario