Una sobreviviente de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las torres gemelas en Nueva York, protagonista de unas fotos más icónicas de aquellos ataques, falleció de cáncer de estómago a los 42 años.
Al momento de los atentados, Marcy Borders, que tenía entonces 28 años, acababa de ingresar hacía un mes a trabajar en las oficinas del Bank of América en el World Trade Center (WTC).
Al desplomarse una de las torres, Borders se refugió en un edificio cercano, donde el fotógrafo de la AFP Stan Honda le tomó una inolvidable fotografía en la que aparece cubierta por una espesa capa de ceniza, que le granjeó el apodo de "The Dust Lady" (La dama de polvo).
En la foto, el aire luce espeso y una consternada Borders aparece como un espectro en medio de una nube de polvo e iluminada por una inquietante luminosidad amarillenta.
"No puedo creer que mi hermana haya muerto", escribió su hermano Michael Borders en Facebook.
Su primo Elnardo Borders afirmó en las redes sociales: "Ella descansa en paz ahora!!!".
Tras los atentados, Borders ingresó en una profunda depresión que incluyó abuso de drogas y alcohol, aunque logró recuperarse tras más de una década.
Perdió su trabajo en el Bank of America, ignorando reiteradas ofertas para ser transferida.
Pasaba la mayor parte del tiempo recluida en su departamento de dos ambientes en una de las zonas más pobres de Bayonne, ciudad de Nueva Jersey al otro lado del puente de Manhattan.
"Todavía vivo con miedo"
Algo dentro de ella murió aquel terrible día: "Todavía vivo con miedo. No puedo pensar en estar allí, en esos blancos, eso puentes, esos túneles, esas estaciones (de metro)", afirmó a la AFP con voz baja en una entrevista en marzo de 2012.
"El padre de mi hija se la llevó. No puedo ocuparme de mí, así que no puedo ocuparme de ella", confesó.
Su heladera estaba vacía y su televisión apagada. "Solía mirar mucho la televisión. Pero ahora tengo miedo de que lo que pasa en Jerusalén pase aquí.
Toda esa violencia. Así que la dejo apagada", explicó.
En aquel momento Borders era ayudada por su madre para tener comida y decía que nadie la había contactado en los meses que siguieron los ataques, que dejaron un saldo de unos 3.000 muertos.
Ninguna organización la ayudó ni nadie le dijo que los sobrevivientes del 11-S podían contar con tratamientos psicológicos gratuitos.
"Básicamente no hago nada. Me quedo en casa. Me siento segura adentro", dijo.
"Siento que tendría que haber muerto para que mi hija tuviese algo. A veces pienso que hay que ser la esposa de un bombero o policía para recibir dinero.
Es tan deprimente. A veces estás listo para suicidarte", agregó.
Tras ser diagnosticada con la enfermedad, Borders dio a entender que la exposición a sustancias químicas contaminantes emitidas por la caída de las Torres Gemelas habría tenido un papel en su salud.
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