lunes, 24 de febrero de 2014

Contar el abuso sexual es paso clave hacia la recuperación

No hablar sobre lo que pasó profundiza más el trauma. Y no solo para la víctima de una violación, sino también para la misma familia. En eso coinciden sicólogos que analizaron paso a paso el trauma y la recuperación de una víctima.

Y es que una terapia no solo debe involucrar a la víctima, sino también a la madre y, si es posible, al agresor, porque en muchos casos este también ha sido víctima de maltrato familiar (golpes) o abuso sexual, así lo advierte la sicóloga clínica Yamile Nazrala. El primer paso para una terapia es asegurarse de que la víctima ya no siga siendo abusada, ya que muchas veces es el padre, un primo u otra persona próxima a la familia.

Luego es importante trabajar no solo con la víctima, sino a escala familiar porque hay familias que están más expuestas al riesgo. Por ejemplo, una vida familiar infeliz, una relación de sumisión por parte de la madre, vínculos afectivos debilitados o ciertas características del agresor como baja autoestima, entre otras, son caldo de cultivo. El nivel económico de la familia o del agresor no es un factor que determine una violación.

Según Nazrala, siempre hay un ‘saber inconsciente’ de la madre sobre la violación. “La madre lo sabe o al menos lo intuye, pero le cuesta reconocerlo, es así que calla, además que privilegia mucho el rol de esposa (buena, trabajadora...) antes que de madre, por eso también se la tiene que ayudar en la terapia para que reconozca su rol protector de la víctima”, dice.



¿Provocaciones?

Cuando la boxeadora Jennifer Salinas subió a las redes sociales un video en el que habla sobre la violación de la que fue víctima siendo niña, recibió un montón de mensajes, entre ellos de padres de familia que dicen haber abusado de sus hijas porque ellas los seducen.

“Hay una alteración sicológica (en el agresor), entonces cualquier movimiento o actitud que tenga la niña o el niño puede ser que se interprete como seducción, pero no la hay, siempre la víctima es inocente y es llevada con engaño. Los agresores, por lo general, son personas que gozan de la confianza”, aclara Nazrala.

Por eso es que la víctima entra en una confusión al ver que la persona que ‘tanto la ama o la aprecia’ también le hace daño, o cuando son adolescentes incluso crean un sentimiento de culpa al creer que son causantes del abuso sexual y no es así. Precisamente, otro de los pasos de la terapia es liberar a la víctima del sentimiento de culpa.

Parte fundamental del proceso terapéutico con la víctima es crear un nivel de confianza, aquella que ha perdido. Esto también le devuelve el control sobre sí misma. “Es importante que la víctima cuente la agresión, porque todo lo que no se dice se lo somatisa (se expresa en lo físico). Hay que reforzar su valentía por haberlo contado”, enfatiza Nazrala.

En muchos casos, como no se animan a contar o denunciar, terminan automutilándose con cortaduras, quemaduras, golpes y hasta suicidándose, explica la sicóloga Fabiola Rojas, de la Casa de la Mujer.



La educación sexual

Para los expertos es muy importante la sicoeducación, que consiste en enseñar a los niños a protegerse, explicarles las posibles situaciones de peligro y que cuando se sientan incómodos o cuando alguien los trata de tocar, deben contárselo a un adulto y si ese no le cree, tienen que buscar a otro hasta que encuentren apoyo, pero nunca callarse.

Nazrala advierte: “Cuando hay sospechas y el niño o niña dice algo, hay que creerle y asegurarle que se lo va a proteger sin importar cómo se porte o se vista, la responsabilidad siempre es del adulto. El trauma de una violación se puede sobrellevar, pero en el fondo se asemeja a estar siempre bajo una cerca eléctrica, es lo más avasallador que le puede pasar a una persona”

Sufren pesadillas o se vuelven agresivos

La pesadilla no termina al cerrar los ojos. Las víctimas de abuso sexual suelen tener con frecuencia pesadillas nocturnas y hasta, aún siendo grandes, se orinan o defecan en la cama. Así explica el trauma de una violación la sicóloga Inés Panoso, de la Casa de la Mujer. Por lo general se presentan dos extremos de conducta: o se deprimen, tienen una autoestima muy baja y se vuelven más callados y sumisos; o se envuelven en las drogas, el alcoholismo, las pandillas y se tornan más agresivos.

Según Fabiola Rojas, otra de las sicólogas de la institución, también se vuelven hipervigilantes y viven siempre alertas al temor de poder ver o rencontrarse con su agresor.

En otros casos se produce la disociación, es decir, para poder sobrellevar la situación aparentan que nada está ocurriendo en ellos y hace creer que su vida sigue normal, van al colegio y mantienen conversaciones con su familia.

Panoso dice que la gravedad del trauma depende de quién es la víctima, la frecuencia del abuso y los mecanismos que se usaron. A menor edad, las secuelas de la violación son más graves por el significado que le van atribuyendo a medida que pasa el tiempo. La sicóloga aclara que un violador de este tipo no puede ser considerado un enfermo mental, porque el abuso es planificado: selecciona a su víctima y ve cómo se le va a acercar.

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