Es Diplomada de Estado Mayor y ahora ostenta el grado de teniente coronel. Estuvo en las tareas de erradicación de la hoja de coca, “siempre a la cabeza de los soldados cuando había enfrentamientos”.
Sánchez rememora que cuando en una oportunidad fueron atacados por los pobladores del lugar, en Río Víbora (Chapare), antes de llegar a Yapacaní, ella les arengaba a sus soldados para que se mantengan firmes y no pierdan el valor. En esa oportunidad fueron rodeados por aproximadamente 700 personas y sostuvieron un enfrentamiento duro.
Confiesa que como militar siempre fue “arrojada”, nunca pensó en el peligro ni medía las consecuencias de lo que podía suceder cuando había algún conflicto social.
En una oportunidad, por ejemplo, cuando se encontraba en Villa Tunari con sus soldados, le informaron que un grupo de pobladores se encontraba rompiendo los parabrisas de los vehículos, por lo que instruyó a su sección dirigirse al lugar del conflicto.
Sánchez llegó al sector donde los pobladores lanzaban piedras con hondas y ella empezó a gasificarlos hasta lograr que éstos se dispersen.
Sin embargo, lo que no se percató hasta el último momento, cuando la situación ya estaba controlada, es que apenas ella, un policía militar y un soldado estaban en el lugar del conflicto. El resto de su efectivo se había quedado en la retaguardia, situación que no advirtieron los que estaban atacando su campamento.
Cuando Sánchez fue destinada a la Policía Militar en Cochabamba, con el grado de teniente, tuvo la iniciativa de formar el Grupo de Seguridad y Rescate, similar al SAR de la Fuerza Aérea.
Este grupo estaba conformado por reservistas y premilitares (hombres y mujeres) que pasaban instrucción los días sábados y hacían guardia en el hospital Viedma, “lo que les permitía realizar sus tareas de primeros auxilios en vivo. Los accidentados llegaban con heridas de diversa gravedad y algunos de los postulantes no resistían observar estas situaciones.
La militar lamenta que el grupo no haya tenido continuidad y dejara de operar.
PELÍCULAS JAPONESAS
Desde muy pequeña era aficionada a ver películas japonesas en las que la mujer peleaba en la guerra y eso despertó en ella un sentimiento de ser militar, pero en esa época todavía no existían mujeres en el Ejército.
Una vez que se abrieron las puertas del Colegio Militar de La Paz para las mujeres, Sánchez no lo pensó y postuló para ingresar en 1980. Tuvo el apoyo de sus padres y “del Ejército que me permitió formarme en sus aulas”.
La teniente coronel señala que cuando inició su formación como cadete, la mujer no era totalmente aceptada en las filas de las Fuerzas Armadas.
“Al principio, fue muy duro para nosotras porque el machismo estaba muy vigente. Incluso ahora hay vestigios de él. Persiste la costumbre de creer que la mujer debe estar en el hogar con las labores de casa y como madre de familia y el hombre debe ser el profesional”, afirma.
Las primeras generaciones de cadetes -dice- lucharon contra estos prejuicios del machismo.
Agrega que muchas veces el sacrificio que una mujer realiza tiene que ser el doble para que sea reconocida. “Una mujer trabaja a la par del varón, pero no es reconocida, entonces tiene que esforzarse más. Y nosotras hemos demostrado que tenemos más iniciativa, más dedicación en el trabajo”.
POR VOCACIÓN
A las jóvenes que piensan ingresar a uno de los institutos militares del país, Sánchez les aconseja a que lo hagan por vocación y no solamente por necesidad.
Su primer destino
* La ciudad de Tupiza, al sur del país, fue su primer destino. Empezó como instructora de tropa y se mantuvo como “tropera” siempre, porque le gusta impartir instrucción a los soldados y premilitares.
* Empezó como comandante de sección, con el grado de subteniente, y los soldados que estaban a su cargo sentían bastante curiosidad al ver a una mujer militar, porque ellos no estaban acostumbrados a esta situación.
* En otro de sus destinos, Vivian Reveca Sánchez tuvo a su cargo a 300 premilitares mujeres en Tolata, Cochabamba, y pudo comprobar que la mujer rinde más que el varón,
porque ella ingresa en el servicio por voluntad propia y no debido a que debe cumplir una obligación o un requisito.
Piropos
* La teniente coronel Vivian Reveca Sánchez señala que cuando empezó como subteniente, en Tupiza, debía ser firme para ganarse el respeto de sus soldados.
* Recuerda que en alguna oportunidad, después de dar una orden se daba la vuelta y no faltaba algún soldado que le mandaba un beso. Ella les llamaba la atención, de manera firme, o en alguna oportunidad les decía “muchas gracias soldado por el piropo”.
* La militar afirma que nunca tuvo la necesidad de castigar a los soldados por este motivo.
Se fueron acostumbrando a tener instructoras militares al mando de la tropa y desde que era subteniente siempre la respetaron.
Una amarga experiencia
* La experiencia más amarga que vivió Sánchez en el Ejército fue la pérdida de su hijo cuando tenía el grado de capitán. Reconoce que quiso ir en contra de la naturaleza. Estaba embarazada y seguía haciendo ejercicios, lo que provocó que la bolsa se rompiera. Le practicaron una cesárea, pero el niño no resistió.
* Al principio de su embarazo ella pensaba que iba a tener una niña y le hablaba en ese sentido. Cuando pasaba instrucción con sus premilitares le pedía (a su bebé) que no se asustara y que en el futuro ingresaría en el cuartel.
* Una vez que se jubile, ella piensa dedicarse de lleno a su pasión como rescatista de animales en situación de calle. Quiere abrir un albergue para los perritos abandonados.
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