Rokhsar comenzó a conducir para evitar el acoso que padecía en la calle cuando esperaba cada mañana que un taxi quisiera llevarla a su trabajo.
Sin embargo, conducir su propio vehículo no la protege de las miradas furibundas de algunos hombres que prefieren confinar a las mujeres en casa. "Como muchos hombres nunca han visto a una mujer conducir, me acosan”, explica Rokhsar.
"A veces, quieren entablar una conversación. Uno de los modos que han encontrado es provocar un accidente”, cuenta la mujer.
Luego, Rokhsar recuerda el día en que se dio cuenta de que un coche de gran cilindrada con cuatro o cinco desconocidos a bordo la seguían.
Los hombres llegaron a bloquearla en una calle medio desierta del centro de Kabul, pero cuando empezaron a bajar del vehículo, Rokhsar dio marcha atrás y pisó el acelerador a fondo y logró huir. "Una experiencia horrible”, asegura.
El islam no prohíbe a las mujeres conducir, pero las leyes y las reglas culturales son muy diferentes en todo el mundo musulmán. Las conductoras son para muchos la encarnación del imperialismo occidental y la negación de los valores islámicos, explica Babrak, un afgano de unos 50 años.
Los ultraconservadores en Afganistán consideran que el hecho de conducir fomenta la independencia de las mujeres y esto implica riesgos. Sin la tutela de un hombre pueden mantener relaciones extramatrimoniales, estiman.
"Si las mujeres conducen, sobre todo las más jóvenes, el libertinaje aumenta y esto puede incluso conducir a la prostitución en las sociedades islámicas”, asegura Babrak. "Las conductoras incitan a nuestras hermanas musulmanas al libertinaje. Esto es intolerable”, según él.
Una opinión extendida en Afganistán, pero que cada vez más mujeres buscan combatir a los mandos de un vehículo.
Según la dirección de tráfico de Kabul, casi mil mujeres se inscriben cada año en una autoescuela en la capital, una ciudad de unos cinco millones de habitantes.
"Las mujeres tienen derecho a aprender a conducir, el derecho de conducir y nosotros las animamos a ello”, destaca el general Asadullah, jefe de la Policía de Tráfico.
Los avances son palpables, pero el camino es aún muy largo, si se tiene en cuenta el resurgimiento de la insurrección de los talibanes en todo el país, que hace temer un retroceso en materia de derechos.
Con el cabello al viento y la radio a todo volumen en su Toyota, Rokhsar no pierde la esperanza. "Estoy orgullosa”, dice "porque desde que conduzco sirvo de ejemplo a otras mujeres”.
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