Richard, una autora teatral y poeta de 40 años, vive ahora en una cabaña de la región pirenaica de Ariège, alejada de la civilización y de las corrientes eléctricas de las que huye: las de teléfonos, redes wifi y antenas.
Dinero para leña
Ella y su abogada han conseguido una sentencia histórica en Europa: una jueza francesa ha dado la razón a Richard, quien cree sufrir la denominada hipersensibilidad electromagnética. La sentencia, dictada por un tribunal de lo contencioso de Toulouse el 8 de julio, aunque pasó desapercibida, reconoce una discapacidad del 85% a la afectada y obliga a las autoridades locales a pagarle 800 euros al mes para, entre otras cosas, “comprar leña para calentarse” en su refugio de las montañas. El Consejo Departamental de Ariège ha recurrido el veredicto.
“Creo que no hay precedentes en Europa”, explica su abogada. Si crea jurisprudencia, el caso Marine Richard hará temblar a las administraciones y a las empresas de telecomunicaciones. Miles de personas aseguran sufrir hipersensibilidad electromagnética, una etiqueta reconocida por la Organización Mundial de la Salud para referirse a “un abanico de síntomas inespecíficos que difiere de individuo a individuo”.
Cada supuesto afectado es diferente, pero “los síntomas son ciertamente reales”, según la OMS. Richard habla de insoportables dolores de cabeza, insomnio y problemas cardiacos en presencia de “ondas electromagnéticas artificiales”, pero no si se trata de fuentes naturales como los campos eléctricos de las tormentas o el campo magnético de la Tierra que mueve la aguja de la brújula.
“También sufrimos un síndrome de tipo alzhéimer en caso de exposición prolongada: por ejemplo, aparcas tu coche y un cuarto de hora después te has olvidado completamente de dónde está”, aseguraba en 2013 en su blog.
Los síntomas, en ocasiones muy graves, existen, pero la OMS sugiere que su origen puede estar en la propia mente de los afectados
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