Las africanas que desean cambiar sus países desde la política no se rinden ante las dificultades que afrontan a diario, y su progresión es un ejemplo para todas las que luchan por la igualdad de género en un espacio históricamente copado por hombres.
Muchos países africanos se encuentran por encima de la media global del 22% de representación femenina en los parlamentos, entre ellos Ruanda, que con un 64% es la nación con el mayor número de diputadas de todo el mundo, según los datos del Banco Mundial.
Pese a las cifras, ser mujer y política en África no es fácil, es un reto en el que se embarcan mujeres valientes para dar voz a sus reivindicaciones y combatir la desigualdad de género.
Nadifa Mohamed Osman, ingeniera de profesión, entró en 2012 a formar parte del Parlamento de Somalia —donde el 14% de sus miembros son mujeres— porque quería cambiar su país y demostrar que las mujeres pueden tener su sitio en la política.
Tan solo dos años después se convirtió en Ministra de Obras Públicas y Reconstrucción.
“Era la única mujer con un alto perfil en el ministerio. Las mujeres solamente eran limpiadoras y el resto eran hombres. No fue fácil trabajar con esa situación”, cuenta.
Durante el año que ocupó el cargo sufrió el desprecio de muchos de sus compañeros pero, pese a ello, siguió luchando por sus valores e intentó reclutar a varias ingenieras en el ministerio.
“Muchos creían que no estaba preparada, que una mujer no podía liderar un ministerio ni decirles lo que tenían que hacer. Esto dificultó enormemente el trabajo”, explica.
Fuera de su Gabinete, como parlamentaria, Osman mantiene su batalla para equilibrar una sociedad que arrincona en la marginación a las mujeres.
El primer paso, dice, es crear una ley de paridad que garantice la presencia femenina en el Parlamento, “no hay ningún reglamento que regule el proceso de selección dentro de los partidos, sino que es el clan quien se encarga”.
En otros países del continente la situación mejoró en los últimos años, como en Etiopía, donde las mujeres pasaron de tener un irrelevante 2,3% de los escaños en 1995 al 33% ahora.
“No me he sentido discriminada a la hora de acceder a la política”, afirma Chernet Haile Mariam, que lleva cinco años como diputada en el Parlamento etíope.
En otras naciones todavía queda mucho por hacer, como por ejemplo en Costa de Marfil y Botsuana, donde únicamente el 9% de los miembros de sus asambleas son mujeres.
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