lunes, 4 de abril de 2016

Tacones altos y guantes de boxeo

¿Cómo lucen las mujeres en el trabajo? Desde mi escritorio en una oficina abierta tengo una buena vista de ocho de ellas. La mayor tiene cincuenta y tanto años, la más joven alrededor de 25. Algunas parecen haber pasado un buen rato ante el espejo antes de venir a la oficina; otras, no tanto. Una lleva el pelo en una cola de caballo enmarañada y una chaqueta de bicicleta en el respaldo de su silla. La segunda está en tacones sorprendentemente altos y vestida de negro. A una tercera (yo) se le ven canas en las raíces del cabello y una mancha de azúcar en la pierna. Algunas lucen como si fueran con frecuencia al gimnasio, otras como si nunca hubieran ido en sus vidas. Todas están sentadas en sus escritorios, excepto una que acaba de pasar por aquí luciendo distraída y con una taza de té en la mano. Dos están comiendo. Ninguna se sonríe. Todas miran sus pantallas, con la cara en blanco.

Esto no tiene nada terriblemente misterioso o sorprendente. Así lucen las mujeres profesionales que trabajan en la oficina de un periódico en el Londres del 2016. Mi motivo por esforzarme tanto en su descripción es que aunque se escribe y se piensa y se habla sin cesar sobre las mujeres en el trabajo, no recuerdo haber visto nunca una fotografía que capte cómo lucen en realidad las mujeres trabajadoras ni lo que hacen.

La semana pasada por fin llegué a leer un informe de McKinsey de 155 paginas titulado “El poder de la paridad.” En éste, algunas de las mejores mentes en el campo de la asesoría toman el tema de las mujeres en la fuerza laboral y llegan a la alegre (aunque increíble) conclusión que si todo el mundo “priorizara la acción” en el “paisaje de la igualdad de género” se añadirían 12 billones de dólares al crecimiento global.

El informe está realzado por fotografías de página entera. Una muestra tres pares de piernas masculinas en idénticos pantalones oscuros y mocasines ligeramente modernos. En el medio de la línea hay un par de piernas desnudas de mujer metidas en serios zapatos de tacón alto. La foto está recortada un par de pulgadas por encima de la rodilla, así que es difícil saber cuán corta es la falda de la mujer –o si ni siquiera lleva una puesta–.

Una segunda foto es una imagen de una madre trabajadora más deliciosa que una joven Sophia Loren. Carga un niño pequeño, y sólo para probar que tiene un cargo importante, lleva chaqueta y anteojos serios y habla por celular.

En el sitio web de la compañía, las cosas no están mucho mejor. Hay una joven bonita con brillante cabello oscuro, escote, y hombros desnudos. Se sonríe tanto que parece estar a punto de estallar. “No vengas sólo a trabajar. Ven a cambiar”, dice el titular. Cambiar qué, me pregunté.

Quizás la ficción fotográfica que todo el mundo en la vida corporativa es joven y delicioso y está loco de alegría no importaría tanto si a los hombres y las mujeres se les tratara con igualdad. Excepto que no es así. En la página inicial de Goldman Sachs hay siete banqueros masculinos y tres femeninas. La mayoría de los hombres son personas principales nombrados y mostrados mientras trabajan. Ahí está Gary Cohn, jefe de operaciones, calvo, canoso y fotografiado hablando formalmente. En contraste, las jóvenes anónimas son totalmente bellas con mucha piel al aire libre y sonrisas ganadoras.

En mi alma máter, JPMorgan, es el mismo cuento. Mujeres locas de contento, todas capaces de haber tenido una gran carrera como modelos si no hubieran optado por la banca de inversión en vez.

Únete a nosotros, dice sobre un par de fotos de un hombre y una mujer. Ella es bella y negra, con una amplia sonrisa brillante, brazos tonificados y un indicio de escote. Él es un blanco típico, de cuello grueso, de espaldas cortas y una sonrisa poco convincente.

Hace un año, Sheryl Sandberg, jefa de operaciones de Facebook y autora de Lean In, protestó de las ridículas imágenes de mujeres trabajadoras que se encontraban en línea: estaba la mujer en tacones altos subiendo una escalera; la mujer en traje de negocios llevando inexplicablemente un par de guantes rojos de boxeo; y la aún más desconcertante foto en la cual una administradora en tacones de aguja caminaba sobre la espalda de un colega masculino.

Para mejorar las cosas se asoció con Getty Images y lanzó la Colección Lean In. Superficialmente esto es una mejora ya que no se ve un solo tacón de aguja, no hay bebés en maletines, y, lo mejor de todo, algunas de las mujeres son bastante mayores. Pero de otro modo sus fotos son aún más engañosas. En el mundo de Lean In todas las personas son modernas y bellas. Todas las mujeres llevan ropa informal y artística, y son fotografiadas contra fondos creativos. Todas lucen imposiblemente felices, excepto una o dos que tienen expresiones intensas, como para comunicar los grandes actos de creatividad espiritual que toman lugar en su interior.

Miro de nuevo a mis colegas. Todavía ninguna sonríe ni luce espiritual. Están trabajando.

Si una empresa quiere mostrar que en realidad valora a las mujeres y quiere priorizar la acción en el paisaje de la igualdad de género, mostrará imágenes de ellas en las que no siempre lucen modernas y vistosas. Simplemente lucen como mujeres en sus trabajos.

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