lunes, 17 de marzo de 2014

La rebeldía de la mujer sin tutela se expresa en una pasarela feminista

Fue un silencio fuerte -dice Greta Vargas-. La gente comenzaba a aglomerarse frente al atrio de la catedral, donde cuatro mujeres se habían quitado la ropa en medio de discursos feministas. Un murmullo, reproches, comenzaron a crecer remplazando al silencio. De pronto, Greta escuchó una voz de apoyo, un argumento religioso que las defendía: “Adán y Eva también estaban desnudos”, dijo alguien, un católico, supone Greta. Eso bastó para torcer la tendencia. El murmullo se transformó en atención y tolerancia, algo que solo se rompió cuando algunos gendarmes pretendieron cubrir la piel desnuda, acabar con la protesta. Greta -flaquita, morena, larguirucha y vestida con traje de novia- se sentía satisfecha. El mensaje había llegado.
Eso, la desnudez y que había sido una protesta de Mujeres Creando, fue lo que se supo. Eso fue lo que se difundió, debatió y criticó en las redes sociales, no lo que hubo antes, ni lo que se dijo y se mostró antes de que la piel aflorara frente al edificio de ladrillos descoloridos que, para la mayoría católica, simboliza la fe de un pueblo.
“Pasarela Feminista es parte de un proyecto audiovisual de María Galindo”, dice Carolina Ottonello, sentada en la cabecera de una mesa con mantel rojo, rodeada de trajes que llevan cosidos condones, rosarios, púas, partes de muñecas y grafitis feministas. Está en Los deseos de la Virgen, la sede de Mujeres Creando en Santa Cruz, el lugar donde se gestó la pasarela y el espacio en el que María Galindo, la lideresa de la organización, entrevistó a 35 mujeres para definir cómo sería la acción de calle. En esa entrevista, las mujeres -jóvenes, flacas, feministas, católicas, viejas, pobres, de clase media, jipis, activistas y amas de casa- hablaron sobre los principales problemas y clichés que les molestan de la sociedad cruceña. Insultos al conducir, la violencia física, sexual, económica; los cánones de feminidad que impone la moda, los preceptos de lo que debe hacer una mujer que impone la educación y los límites ordenados por la fe salieron a relucir. Cada cliché, cada problema, terminó plasmado en un traje.

Tradiciones cruceñas
La fe, el ícono monumental de ladrillo visto, fue defendida por la Iglesia y el Comité Cívico Femenino. Las damas cívicas lo consideraron “una agresión a la moral” y la Iglesia opinó que con “actos obscenos”, “además de denigrar su dignidad, violaron la libertad religiosa”.
Para Arleti Tordoya, católica practicante y activista, ya es hora que la Iglesia cumpla con los mandatos de Francisco y salga a las calles a ocuparse de su pueblo. “El cardenal se ha pronunciado sobre el narcotráfico, la corrupción, la política, pero no sobre la violencia contra la mujer. Como dijo su pastor, los curas deben dejar de obsesionarse con el aborto, los anticonceptivos y los homosexuales”, argumentó.
Ottonello no comulga con los criterios institucionales. Para ella, la Iglesia y el Comité se olvidan de que Santa Cruz ya no es un pueblo. Cree que es una pena que sus opiniones sigan siendo tomadas como un referente de las mayorías. “Las mujeres ya no soñamos con casarnos por la Iglesia, la virginidad dejó de ser una virtud y el amor monógamo y para siempre dejó de ser un objetivo”, resume la activista.

Travesía
Ese día, el 8 de marzo, a las 6:00 se reunieron en Los deseos de la Virgen y comenzaron a vestirse. A Tordoya le tocó un traje largo perforado por tachuelas que apuntaban hacia el exterior. Su cabellera crespa de corte afrancesado fue coronada por un gorro africano -también con tachas- que decía No. A otra, una mujer mayor, le tocó un tipoi con la frase “Cunumi explotada”.
Después de vestirse, abordaron un micro que las llevó hasta una calle de la Villa 1º de Mayo. Allí fue la primera estación de la pasarela. La gente escuchó los discursos y no hubo escándalo. Tampoco hubo problemas en el parque El Arenal.
“Atravesamos la plaza, subimos a la catedral, porque ese espacio es público”, cuenta Greta. Allí, Carolina, que portaba un traje rojo hecho de lenguas que reivindicaban el derecho a la mujer al placer, comenzó a desnudarse. Carolina dedicó cada prenda, cada lengua, a los prejuicios. Dedicó la primera a la doble moral, al deseo del hombre de tener una puta en la cama y una santa en la casa, otra a su colegio religioso, donde en la única educación sexual que recibió le enseñaron que su cuerpo solo era el basurero del semen de los hombres. “Mi cuerpo es para vivir con placer, para disfrutar y es mío. No es para el insulto, ni para el piropo o manoseo de nadie”, alcanzó a decir, antes de que un gendarme trate de cubrir su verdad para salvar la moral del pueblo

Detalles

Parte de un documental
Los actos del 8 de marzo son parte de un documental dirigido por la activista de Mujeres Creando, María Galindo. Tres cuadros se filmaron en Santa Cruz de la Sierra.

El ‘cherry de la torta’
Para las activistas, el broche de oro, el cherry de la torta, fue el precintado que hicieron de Promociones Gloria, oficinas que rodearon de una cinta que decía Peligro.

HORA A HORA

Los ejes de un discurso Diseñado para desafiar

Las imposiciones de conducta
La mujer sumisa, tutelada, limitada por dogmas religiosos y el deber ser de las tradiciones fue uno de los focos de la protesta. El rol de madre, la mala conductora, la apolítica y la novia de blanco fueron cuestionadas.

El corsé estético también molesta
“Cuánto mide y cuánto pesa mi libertad. No necesito ser flaca para ser hermosa”, se leía en un traje. Las cirugías estéticas, los cánones de belleza y la cosificación de la mujer también fueron puestos en cuestión.

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