martes, 28 de mayo de 2013

Madres “anónimas” son las heroínas del hogar


Para muchas mujeres de las áreas rurales esta fecha especial pasa desapercibida. además, no se valora su trabajo que se inicia cuando se asoma el sol.

Mientras las calles de la ciudad de La Paz y el país se llenan de rosas, tarjetas, chocolates y demás regalos para las madres existen otros lugares donde los pétalos no llegan, sólo el afecto de una progenitora es la que llena esos ambientes de vida.

Vilma Casas Mayta, madre de tres hijos, vive en un cantón de la provincia Murillo del departamento de La Paz, ella relata que en el campo el ‘Día de la Madre’ pasa desapercibido como un día común y lleno de tareas.

“Me levanto a las 5.00 y hago cocer papitas, ocas, chuño, depende y a eso le acompaño con queso o charque, así les mando a mis hijos y yo también me llevo eso para merendar. Lejos tengo que ir, a veces es difícil volver por eso me llevo la merienda”, relató.

Como todos los días y ajena a los festejos de las grandes ciudades, Vilma por lo menos debe caminar media hora para llegar a su fuente de trabajo donde se encuentran sus tierras o chacras. Ella se dedica al cultivo de verduras y tubérculos, típicos de la región.

Su sacrificado trabajo dejó sus huellas en sus manos callosas de tanto labrar la tierra y su rostro quemado por el sol, la lluvia y el viento de tantos años de soportar las inclemencias que trae el tiempo. Ella debe velar porque a sus tres hijos no les falte nada.

“A veces es cansador, la espalda duele, pero ese es nuestro trabajo, debemos seguir así. Una madre da todo por sus hijos”, cuenta mientras su mirada se pierde.

Voltea la manta y se remanga las mangas de la chompa para iniciar su trabajo. Vilma sabe que si no acaba de arar la tierra en su debido tiempo puede perder parte de su producción.

“Hay que tener mucho cuidado con las heladas, a veces pesca a la papa, pero a veces también cuando no hay helada no hay como hacer congelar el chuño, ahora es difícil saber porque el tiempo cambia mucho”, indica Casas.

Cuando enferman sus hijos ella los acaricia entre sus rodillas, su colosal pollera de colores desgastados, en ocasiones les prepara parches naturales hechos de yerbas típicas de la región, las distancias para llegar hasta un hospital son muy lejanas, entonces las trasnochadas y el rol de enfermera se las lleva doña Vilma.

Al igual que mucha gente, ella pareciera que está en el anonimato de la población, pero es una pieza fundamental en su familia.

Cuando no está un médico de cabecera, está ella, cuando no existe una consejera, cuando necesitan comer o cuando las pesadillas envuelven a la familia, Vilma siempre está en el momento preciso, es una heroína para sus hijos.

Tan sólo las paredes de su hogar hechas con adobe, de gruesa extensión son los testigos de las noches de desvelo que tuvo doña Vilma Casas cuando piensa en el futuro de sus hijos y ella no estará al lado de ellos al pasar los años.

“Cuando pienso en mis hijos a veces me pongo triste y digo que va ser de ellos cuando sean más grandes, a veces lloro. Yo no quisiera que sufran”, señala melancólica.

El 27 de mayo en los sectores alejados de las áreas rurales las mamás no ven tarjetas en cada lugar a la venta, ni rosas, menos chocolates. Ellas deben continuar con el trabajo arduo, para estas mujeres valerosas el ver a sus hijos contentos es el mejor regalo que pueden recibir día tras día.

Por eso un homenaje a las madres de Bolivia, no sólo el 27 de Mayo, sino todos los 365 días del año.

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