domingo, 14 de octubre de 2012

Las chicas del Pesq’e



A las 10.30 de una mañana de octubre, el sol todavía no ha podido disipar el frío que la noche ha dejado en Belén, en el municipio paceño de Achacachi. El patio de la escuela aparece vacío. A un lado está el edificio de Primaria; enfrente, el de Secundaria. En la segunda planta de éste, hay un cartel blanco que, con letras azules, indica 5°B.

Dentro, con el fondo de una imagen del Mariscal Sucre y un póster de una marca de refresco ilustrado por una chica en bikini, el profesor Ovidio Alarcón está dando Filosofía. Hoy toca Karl Marx. Desde la primera fila le escuchan, atentas, Miriam Mamani, de 16 años, y Nataly Chambi, de 14. En la mesa de la derecha está Nancy Canta y, más atrás, Érika Soto; las dos tienen 16 años y, junto a sus compañeras, han participado en un programa de emprendimiento colectivo que la ONG Plan Internacional ha llevado a cabo en su comunidad, dentro de una campaña mundial, “Por ser niña”, que persigue mejorar la situación de las mujeres de entre 0 y 17 años, también en Bolivia.

Siete de cada diez niñas del país sufre algún tipo de violencia: física o emocional, abuso sexual, negligencia, trabajo explotador o explotación comercial. Un informe publicado por Unicef en 2007 señala que “el hogar es el lugar menos seguro en Bolivia para los niños y niñas, seguido de la escuela”. En ésta, el 59% del alumnado (entre varones y mujeres) tanto de colegios privados como públicos, de áreas urbanas y rurales, sufre acoso verbal entre cinco y diez veces al mes. Son datos del estudio “El derecho a una vida escolar sin violencia”, realizado por la Asociación Voces Vitales con apoyo de Plan Internacional.

Sin embargo, en la unidad educativa de Belén se ha trabajado con 5° y 6° de Secundaria para acabar desde las aulas con la discriminación hacia la niñas.

Aunque en Bolivia no hay datos concretos sobre la situación de las menores, la ONG es consciente de que las niñas tienen más desnutrición que los varones de su edad, su exposición a la violencia es mayor (siete de diez frente a seis en el caso de los varones) y, además, la formación escolar suele finalizar, para muchas de ellas en las zonas rurales, a los 12 años. Entonces son llevadas a las ciudades como empleadas domésticas.

“Aquí (en Belén) ya no hay el machismo que había siempre”, dice el director de la escuela, Leoncio Arapita Quelala, que lleva en el cargo desde abril.

Aunque, reconoce, la situación no ha cambiado entre las mujeres de más edad: cuenta el docente que van a las reuniones de la comunidad, escuchan, pero no hablan. “Lo que se trata es de cambiar eso”.

Nancy, Nataly, Érika y Miriam no son así. O no tanto. Al preguntarles sobre su proyecto, Nataly lleva la voz cantante. “Nos han dado orientación para ver cómo podríamos ganarnos la vida viviendo en esta comunidad”. ¿De qué manera? Entre ella y Miriam explican qué han hecho, interrumpiéndose a ratos, mientras sus compañeras aguardan, vergonzosas, y mirando de reojo la cámara de fotos. “Hemos elegido —como en la comunidad hay quinua, también hay leche y queso— hacer pesq’e que, además, tiene un alto valor nutritivo”. Ya sabían cómo se prepara este tradicional plato andino porque han visto a sus madres hacerlo decenas de veces. Entre todas explican el proceso de elaboración y aseguran que les ha ido bien con la presentación de su trabajo en la escuela. No han llegado a vender el pesq’e pero piensan que la feria dominical de Achacachi sería el lugar apropiado, a Bs 7 la ración para que les resultara rentable.

Chicos y chicas

Tal su proyecto, una fuente de ingresos opcional. Porque ellas tienen su imagen de futuro: quieren ir a estudiar y trabajar fuera de la comunidad, piensan que en otro lado tendrán más oportunidades. Y, aquí, ¿las tienen, con respecto a sus compañeros de clase? “Yo diría, a mi parecer, sin ofender a los chicos (risas de las cuatro) que ellos no ponen nada de interés, son tan irresponsables que (más risas) yo creo que las mujeres tenemos más oportunidades que ellos”, opina Nataly.

Desde las 08.30 hasta las 14.05, los alumnos de Secundaria están en clase. Después se van a casa donde, además de hacer sus tareas escolares, ayudan a sus padres. Las niñas se encargan de pastorear y echar una mano con las tareas domésticas. Los niños, de lo primero.

“En mi casa sí ayuda mi hermano, y yo también. Los dos hacemos juntos cualquier cosa”, asegura Nataly. Ellos también cuidan del ganado, pero, ¿ayudan a cocinar? Se miran entre ellas. “Los varones… a veces”, reconoce Nancy. “Ellos no toman interés en cocinar, como no es cosa tanto de hombres…”, opina Miriam. Pero sí pueden hacerlo, dicen, y hay algunos que lo intentan. Sin embargo, aún está presente esa supuesta separación de tareas por sexos. Lo reconoce el director del centro, quien ve que resulta difícil romper con las barreras de la tradición. En el colegio se hacen reuniones con los padres de los alumnos y se trata ese tema, afirma. “Siempre la mujer ha sido relegada y los papás ahora dicen (que) una mujer no solamente sirve para tareas de la casa”, comenta Arapita. Señala que algo fundamental para las niñas (que son mayoría de los 350 estudiantes) es la autoestima y tener consciencia de sus derechos.

El profesor Alarcón, que lleva una década dando clases en Belén, coincide con el director en que se ha ido alcanzado la igualdad, aunque aún no es plena.

Su clase es un ejemplo de la mayoría femenina: los escasos chicos de 5°B ocupan dos de las tres mesas de la tercera y última fila del aula; el resto, son chicas. Y hay competitividad entre unos y otros, asegura.

Yo quiero ser...

“Como me va muy bien en las materias de Matemáticas, Física y Química, yo quiero estudiar Ingeniería Civil”, comparte Nataly. Nancy todavía no sabe a qué se va a dedicar. Miriam quiere ser médico; pero “si no tengo oportunidades, escogeré otra profesión, ir a la Normal”, se plantea. Erika todavía no lo tiene claro, pero también baraja la posibilidad de convertirse en profesora.

Con 14 y 16 años, las cuatro siguen asistiendo a la escuela. Es una de las mejores, destaca Plan Internacional, que tiene presencia en Belén desde hace 12 años. Junto a la instalación y mejora de infraestructuras, la ONG trabaja la sanidad (con niños de entre 0 y 5 años), la educación formal (de los 6 a los 14); y proyectos de vida, entre 14 y 18.

Estas mejoras son posibles gracias al financiamiento que personas de 19 países aportan a las acciones de Plan Internacional en el altiplano boliviano. En el municipio de Achacachi, 60 de sus 89 comunidades se benefician de estos aportes solidarios. En total, hay 2.966 menores apadrinados en la zona, de los que el 46% son mujeres.

Hay aún necesidades en la escuela. Aunque hay computadoras, no llega internet; tampoco hay biblioteca ni parque infantil, señala el director, quien coincide con el profesor de 5° de Secundaria en que lo más necesario ahora es un laboratorio.

“Está muy divertido hacer eso y también nos va a servir de mucho para progresar o salir delante de alguna manera”, dice Nataly sobre el proyecto del pesq’e. Por el momento, retorna a sus clases para seguir atenta la lección sobre Marx.

Las niñas, más pobres de los pobres en todo el mundo

El 11 de octubre se celebró el primer Día Internacional de la Niña, declarado así por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el 19 de diciembre de 2011. Los niños son la población más vulnerable a la violencia y la vulneración de los derechos en todo el mundo, por su edad. En el caso de las niñas, es doble por el sólo hecho de ser mujeres. Un ejemplo: se les encargan las tareas domésticas desde jóvenes, por lo que abandonan antes que los niños la escuela; en otros casos, los embarazos precoces acaban con su periodo de formación. La situación se agrava si se considera el factor pobreza. Es lo que la ONU llama “la feminización de la pobreza”: de aproximadamente 22,7% de la población mundial que vive con menos de un dólar al día (según las Estadísticas Mundiales 2012 de la Organización Mundial de la Salud), es decir, que está por debajo del umbral de la pobreza, la mayoría es de sexo femenino. En esos casos, las mujeres son las que menos acceso tienen a la educación, a un empleo digno o a la creación de su propio negocio.

En Bolivia, el 13,6% de los bolivianos está en esa situación de pobreza extrema.

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