domingo, 7 de octubre de 2012

Es cruceña y es la primera trabajadora sexual en Bolivia, en haber exigido que figure su profesión en su carnet de identidad.

Era una cita a ciegas, la entrevista había sido pactada por teléfono y decidimos encontrarnos en la exterminal de buses, ubicada en la avenida Irala y primer anillo. Eran las 8 de la mañana y a esa hora la zona lucía completamente abarrotada de gente, micros, trufis y vehículos particulares, era un caos.
Nos encontramos en medio de la muchedumbre. Ella traía puesta una blusa negra y un pantalón azul y estaba acompañada de su compañera de trabajo, de muy parecida facha. Después de un saludo cordial, nos fuimos a tomar un café a un snack de la calle Cañada, justo al frente del inmueble Nro. 126, donde se ofrecen servicios sexuales.
Estoy sentado con Evelia Yucra, la primera trabajadora sexual, en Bolivia, en haber exigido que figure su oficio en su carnet de identidad.
Ella es cruceña de nacimiento, pero actualmente radica en Cochabamba, donde preside la Organización Nacional de Activistas por la Emancipación de la Mujer (Onaem). Fue en la "Llajta" donde el pasado 27 de septiembre tramitó la renovación de su cédula en el Segip. Ese día representa para ella la fecha en que logró que se reivindique el oficio de la trabajadora sexual y ahora apunta que a sus compañeras de trabajo sean visibilizadas en la sociedad.

De empleada doméstica a trabajadora sexual. Nacida el 16 de febrero de 1975 en el municipio El Torno, a 32 kilómetros de Santa Cruz de la Sierra, Evelia Yucra proviene de una familia numerosa de seis hermanos, de padres oriundos de Llallagua (del norte de Potosí). Migraron a Santa Cruz en busca de mejores condiciones de vida. Desde pequeña dice que era discriminada doblemente, por el hecho de ser "pobre y ser colla". A sus 14 años decidió escaparse de su casa para trabajar de empleada doméstica y poder ayudar a su familia. “Me llevaron a trabajar a una casa de La Paz y ahí fui explotada y acosada sexualmente por el patrón. Trabajé un año entero y jamás me pagaron nada, porque según ellos, me compraban algo de ropa y yo debía conformarme con eso”, comenta. Ante tanto maltrato, Evelia decidió escaparse de ese trabajo y se fue a Cochabamba, donde encontró otro trabajo y siempre era lo mismo: era acosada sexualmente. "Allá conseguí amigas y me iba con ellas a los bailes los domingos a tomar chicha o cerveza. La verdad, ya no quería trabajar como empleada doméstica por todos los acosos y explotación que padecía", recuerda. Al salirse de su trabajo, vivió en la calle un par de meses con sus amigas. Paraban en la plaza y los taxistas les ofrecían Bs 5 a cambio de relaciones sexuales. "No los aceptábamos", dice. Sin embargo, algunas veces les invitaban algo para comer y, como dice el dicho, "boquita que come, colita que paga". "Accedíamos a tener sexo con ellos a cambio de comida y así empezaron a ser muchos de nuestros días. Si queríamos comer, teníamos que pagar con la única moneda que disponíamos", sostiene.

Evelia cambió la celda por la cama y su nombre por Yessica. Su vida estaba condenada, entre la calle y las fiestas. Un día fue detenida junto a sus amigas por la Policía y en la celda fue donde conoció a una trabajadora sexual. "Nos dijo que a ella le pagaban por tomar y por tener sexo y que ganaba mejor que trabajando como empleada doméstica", comenta. De hecho, la idea no era mala después de todo, ya habían pasado la barrera de intercambiar sexo por comida… "Entonces tenía 17 años. Y ese día decidí dejar de ser Evelia y empecé a llamarme Yessica (el nombre con el que se identificó). Hasta hoy Yessica tiene 19 años trabajando en el rubro. ¿Por qué escogiste ese nombre? le preguntamos. "La verdad porque me gustaba y en ese tiempo en las telenovelas sonaba como un nombre poderoso, de una mujer valiente y decidida", indica. En realidad, esas fortalezas necesitaba para emprender la vida que le esperaba. Al cumplir sus 18 años, abrió una cuenta en el banco para ahorrar el dinero que ganaba para ayudarle a sus padres. Aunque al principio le mandaba poco dinero, con el tiempo juntó lo suficiente para comprar una carroza y dos caballos para que sus padres pudiesen sacar los productos de la huerta a la venta. Después les ayudó a construir una casa de material y compró un camión.

¿Por qué decidió seguir esta vida? Por necesidad. Porque quería ayudar a mi familia a salir de la pobreza, porque sufrí muchas necesidades cuando era niña y no quiero que mis hermanos sufran lo mismo que yo. Tengo el apoyo de ellos, siempre lo he tenido. (Ella no tiene pareja actualmente, tampoco hijos).

¿Cuál es la diferencia entre estos conceptos? Se confunde mucho el significado de trabajadora sexual y prostituta o puta, ambos conceptos son diferentes. Desde que nosotros empezamos a trabajar tuvimos bien claro cómo teníamos que identificarnos, porque lo que hacemos lo consideramos como un trabajo. La prostituta es aquella mujer que ofrece su cuerpo porque le gusta y se vende; en cambio, nosotras, las trabajadoras sexuales, lo hacemos porque son más fuertes las ganas de mantener a nuestras familias.

¿Qué tipo de mujer te consideras en la sociedad? Soy una mujer tan digna como cualquiera y disfruto de mi vida y de mi sexualidad. No tengo pena en reconocerlo. Basta de hipocresías; si un hombre disfruta de su vida sexual y la hace pública, está bien, él es muy macho y debe comportarse como tal. En cambio, si una mujer disfruta de lo mismo y nadie se entera, puede seguir considerándose digna. Pero si la gente se entera, sea o no trabajadora sexual, entonces la sociedad la llama puta. Yo soy trabajadora sexual, no puta ni prostituta.

Durante los 19 años de trabajadora sexual, ¿Alguna vez fuiste maltratada? Gracias a Dios, nunca. No corrí con los mismos riesgos de mis compañeras. Como usted me ve, estoy sanita, vivita y coleando. Siempre he sido una mujer pasiva, nunca me altero cuando el cliente está aburrido. Le hablo, le hago un chistecito, lo calmo y después seguimos sin problemas. Esa siempre ha sido mi técnica para no ser maltratada.

¿Cómo cuidas tu salud del VIH-Sida? Sí, el VIH-Sida es preocupante. Siempre les pido a mis clientes que usen condón. Incluso cuando tenía mi novio, él siempre usó el preservativo para evitar enfermedades contagiosas.

¿Cómo te animaste a ser activista? Al comienzo, jamás pensé en ser activista, pero al ver a mis compañeras asesinadas y sobre todo cuando teníamos que lavar sus cuerpos, porque no teníamos dinero en ese momento para un servicio de la morgue, me daba mucha rabia, mucha impotencia. Al tener que estar en las autopistas no tenían ningún valor para las instituciones del Estado, por el simple hecho de ser trabajadoras sexuales. Entonces descubrí que solo dando la cara públicamente nos podíamos hacer respetar.

A propósito, ¿Cómo hiciste para que tu trabajo figure en tu C.I.? Desde que me acepté como trabajadora sexual empecé a no tener miedo. Hace dos años intenté sacar en Oruro y me negaron porque me dijeron que no estaba en el sistema. Hace dos meses se me perdió mi carnet y volví a ser el trámite en el Segip de Cochabamba. Entonces, me preguntaron si algo quería cambiar en el sistema y yo les dije que sí, que cambien la profesión. Les dije que no era empleada que era trabajadora sexual. "Espéreme un momento voy a preguntar", me dijo un funcionario. Cuando salió, me dijo que sí. Y en ese momento me sentí la mujer más feliz.

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