domingo, 10 de junio de 2012

Feminicidios no resueltos

Iris Montevilla tenia un pequeño hijo y estaba embarazada cuando murió.
“No puedes obligar a estar contigo a una persona que no te corresponde. Pero no te pongas así. Recién estás empezando la vida, tiendes un futuro que va ser bueno. Te enviarán a otros destinos; vas a conocer muchas cosas, maravillas. Tu vida no se acaba aquí”, le dijo en tono paternal Valentín Apaza al muchacho que lloraba desconsoladamente en la puerta de su casa. El joven pareció entender y le dio razón. Se dieron la mano y un abrazo a modo de despedida. “Fuerza y adelante”, fue lo último que Valentín dijo. No volvieron a verse.

Valentín Apaza estaba en lo cierto cuando le anunció a G.A.C. que su vida no acabaría ahí. Lo que jamás se imaginó es que la vida que pronto llegaría a su fin sería la de Gladys, su hija, la ex novia de G.A.C. Pero Gladys no murió sola. Junto a ella pereció también su sobrino, Nilo Fernando Apaza.

Gladys y G.A.C. eran enamorados desde hacía tres años. Ella tenía 21 años, era auxiliar de enfermería y estaba estudiando para obtener una licenciatura. Él era un flamante subteniente egresado del Colegio Militar, había pasado por la Escuela de Cóndores de Sanandita, en el Chaco, y lo habían destinado a Uncía, pero viajaba a La Paz para ver a su novia cada vez que podía.

Sin embargo, los sentimientos de ella ya no eran los mismos.

“Hemos terminado”

El día que Valentín vio a G.A.C. por última vez su hija lo había llamado a la puerta, donde estaba conversando o discutiendo con él. “Hemos terminado”, le informó ella a su padre y se fue a su habitación. Valentín conocía a G.A.C. desde hace tiempo y se condolió de él al verlo tan desesperado, por eso le habló de una manera amigable, con la experiencia de un hombre mayor.

Poco después, el 12 de abril del 2010, Gladys y Nilo Fernando de 13 años, nieto de Valentín, fueron asesinados a sangre fría. Se presume que G.A.C. es el asesino.

Nilo Fernando vivía en casa de su abuela, madre de Gladys. Los padres del niño se encontraban en España y habían dejado a su hijo al cuidado de los abuelos.

Los Apaza están separados. Gladys se había ido a Villa Victoria, con su padre; el chico de 13 años permanecía junto a su abuela, en Alto Obrajes. El 12 de abril, Día del Niño, Gladys decidió ir a buscar a Nilo y pasar el día con él, para festejarlo. En la mañana, cuando estaba con su madre, recibió una llamada de G.A.C. Gladys puso el teléfono en altavoz y su madre pudo escuchar cómo Gary pedía entrevistarse con ella. “Necesito verte con urgencia, pero que nadie lo sepa, no les digas nada a tus padres”, le dijo. A pesar de la extraña solicitud, nadie sospechó el peligro. Gladys se fue de la casa junto a su sobrino.

Esa tarde, Valentín se fue a sus clases de informática, después de las cuales se reuniría con Gladys y Nilo en su casa de Villa Victoria. Volvió alrededor de las 20:40. La puerta estaba abierta. Adentro todo estaba oscuro, sólo llegó a ver el cuerpo de su hija tendido en el piso. Quiso levantarla;el piso estaba mojado, regado de sangre. Gladys tenía un balazo en la cabeza. Cerca del cuerpo de ella se encontraba Nilo. También estaba muerto. Había recibido un disparo en el hombro y otro en la cabeza. Seguramente quiso defender a su tía del agresor. Valentín habla poco. Sólo pone en la mesa las fotos que la policía tomó de la tragedia.

“Mi desesperación era grande”, dice en una frase corta y sorda. La Policía apareció una hora más tarde.

Sólo después supo que G.A.C. había maltratado a Gladys con anterioridad. Se enteró que había regresado con el carácter cambiado, violento, de la escuela castrense de Sanandita, un sitio de entrenamiento extremo conocido porque allí los jóvenes incluso, según se vio en videos de denuncia, matan perros. “Parece que perdió todos los valores humanos en ese lugar”, afirma. Le contaron que desde entonces acosaba a Gladys, la perseguía. En una ocasión estuvo a punto de destrozar su computadora laptop y no aceptaba que ella ya no quisiera seguir a su lado.

Hoy G.A.C., hijo de un coronel de ejército de situación económica acomodada, está prófugo de la justicia. El padre afirma que no sabe nada de su hijo, pero hay indicios que llevan a sospechar lo contrario. Valentín lo denunció por encubrimiento. Está decepcionado de la justicia. Afirma que la investigación fue deficiente y que el proceso avanza a paso de tortuga, como si algo o alguien impidiera que siga su curso. Hay testigos que declararon haber visto a G.A.C. esa tarde con Gladys cerca de la casa, discutiendo. La puerta del domicilio fue violentada. Las huellas aún están ahí.

“Mi hijo me pidió que cuidásemos a mi nieto, y mire lo bien que lo hemos hecho”, dice con la voz ronca.

“Por mi gran culpa”

“La culpa es algo sentimos todos los familiares de las víctimas”, interviene Carla Uscamayta, una de las tres personas, familiares de víctimas de feminicidio, que fueron entrevistadas por Miradas en el Centro de Información y Desarrollo de la Mujer (CIDEM). “Sabemos, nos explican, que no tenemos la culpa, pero no es fácil dejar de sentirse culpables”, agrega.

“Es así”, dice Nelly Choque, quien perdió a su hija en 2009. “Yo quería que mi hija reaccionara cuando la encontré, pero los policías me sacaron de ahí y no le pude dar respiración boca a boca. ¿Por qué no le di respiración boca a boca?”, se autorreprocha. En realidad, ya no había nada que hacer cuando encontró muerta a su hija Iris Montevilla, de 25 años, en la casa que habitaba con su marido. Entiende que, como en el caso de Valentín, lo que sucedió no fue su culpa, pero su corazón se resiste a comprender. Por eso pregunta una y otra vez: ¿Y si le hubiera dado respiración? ¿Y si la hubiera forzado a dejar a ese hombre?

“Tu hija acaba de ahorcarse”, le había dicho por teléfono el esposo de Iris, W.L., poco antes. Nelly cuenta que junto al cuerpo de su hija había alcohol; todo parece indicar que también él había intentado “hacerla reaccionar” al darse cuenta de que ya no respiraba, antes de llamar a su madre para darle la noticia. La causa de la muerte fue “asfixia mecánica”. Iris estaba embarazada y tenía un pequeño niño que se encontraba en la casa cuando se produjo la muerte de su madre. Hace mucho que su marido la golpeaba.

“Cara de adobe, cara de llama, cara de abarca, ¡india!”, eran las palabras que usaba para insultarla. “Es que, aunque nuestros hijos hayan nacido en La Paz, nosotros somos de provincia; por eso él creía tener el derecho de decirle esas cosas”, explica Nelly, como si existiera algún justificativo para la conducta de W.L.

“Alejáte de ese hombre”, le pedía Nelly a Iris. Pero Iris siguió con él, a pesar de los ojos morados, de las humillaciones y de las manos, que a veces, como en alguna oportunidad vio su hermana, le apretaban el cuello.

Lo que sí había hecho Iris fue ir a la Policía después de una de las golpizas que había recibido. Aún así, el hombre está libre. Pudo pagar el dinero para salir de la cárcel bajo fianza.

Las estadísticas obtenidas por el CIDEM demuestran que sólo una de cada tres mujeres denuncia a su agresor cuando ejerce violencia sobre ella. Después de casarse con él, Iris dejó de arreglarse, él no la dejaba usar blue jeans y tampoco sostenes. El maltrato acabó con la autoestima de la joven. “Andaba con unas chinelas viejas, se olvidó de su imagen personal “, dice la madre. Además de golpes e insultos, también pasaba necesidades económicas. Para calmar la violencia del marido, los padres de ella les prestaron una pequeña casa que tenían. Querían aliviar a la joven pareja y evitarles la presión de tener que pagar alquileres.

“ ¡Qué quieres todavía! ¡Si está muerta!”, le decía con desdén a Nelly el viudo y presunto asesino de su hija. Pero ella no se conformó y recurrió a Mujeres Creando y también al CIDEM. “Me atendió la doctora Leslie Paz y me contactó con Valquiria Lira, que hasta ahora es mi abogada. Pero el juicio avanza con lentitud. Ocuparse de un juicio es como tener un trabajo. “Si no voy a pararme ahí mañana, tarde y a veces hasta en la noche, nada se mueve. Pero yo estoy buscando justicia. Mi hija falleció en 2009 y hasta ahora no hay nada; las audiencias se suspenden. No es fácil hacer todo eso, desgasta y uno se acuerda de todo. Cansa. Yo estoy buscando justicia. Mi hija ha muerto, pero hay otras mujeres que vienen atrás”, afirma Nelly.

Hace tiempo que Valentín Apaza se ocupa solamente de los asuntos legales que conciernen al asesinato de su hija. “Me siento fuerte otra vez, ya no tengo el mismo sentimiento de impotencia de antes”, dice Valentín, pero el dolor que aún soporta puede leerse claramente en su rostro. “Ahora tengo que seguir peleando”, dice.

Karim

Después de muerte de Ana Karim Andrade Vacaflor, S.P. P. ofreció su ayuda a la familia de la joven. Durante el sepelio había estado nervioso, escondía las manos en los bolsillos y hubo quienes vieron que las tenía arañadas. “Si quieres ayudarnos, hazte una prueba de ADN”, le dijo Carla Uscamayta, prima de Karim “Yo me haría las pruebas, pero alguien las podría cambiar”, respondió S.P.P.

Karim fue asesinada en un alojamiento; como Iris, también ella murió por asfixia mecánica. Según Carla, el administrador del lugar reconoció a S.P.P. y sostiene que fue él quien ingresó junto a la joven al alojamiento. S.P.P. sí fue detenido preventivamente, pero también este proceso avanza con una lentitud inverosímil y es posible que quede en libertad por retardación de justicia. Hay memoriales que se pierden o desaparecen misteriosamente del cuaderno de investigaciones.

“¿Cree usted que éste es el único caso?”, le contestan a Carla en el juzgado cuando reclama. Aunque el abogado del presunto asesino accedió a una prueba de ADN, ésta no se ha llevado a cabo hasta ahora. Karim murió hace poco más de un año. Uno de los reclamos de Carla concierne a la deficiente recolección de muestras y pruebas biológicas, a cargo del Instituto de Investigación Forense. “Si se trata de casos de asesinato las cosas tienen que ser rápidas, porque las pruebas se pueden contaminar”, dice Carla quien es la apoderada legal de los padres en el proceso que busca esclarecer el asesinato de Karim, debido a que ellos no se encuentran en La Paz.

La madre de S.P.P. es abogada. La defensa alega que el acusado padece esquizofrenia e intenta trasladarlo a un hospital psiquiátrico. Gracias a las amigas de Karim, Carla supo que al novio de su prima le gustaba apretarle el cuello a ella; decía que estaba “jugando”; sin embargo, Karim sentía que la lastimaba.

En los últimos años, los asesinatos de mujeres están creciendo de una manera vertiginosa. En los tres últimos casos, fueron asesinadas 283 mujeres en Bolivia, según datos del CIDEM. Por eso, la gente de CIDEM cree que se debe dar un trato especial a los asesinatos de mujeres.

Patricia

Uno de los casos más duros de feminicidio infantil es el de la niña Patricia, que después de 12 años no ha llegado a término. Patricia tenía 10 cuando murió. Fue violada y torturada. Su madre la había mandado al colegio y se la devolvieron muerta.

Patricia Bráñez, coordinadora de proyectos de CIDEM, lo califica como un caso “perverso”. Janeth Nogales, abogada de esta institución, explica que el caso de Patricia se anuló en la Corte Suprema de Justicia, después de la inicial sentencia a Odón Mendoza.

El caso giró por distintos juzgados, los jueces se excusaron en incontables oportunidades y tanto que cayó a un juzgado comercial. Hoy el caso de Patricia se retomó una vez más. Se encuentra en el Juzgado Tercero Liquidador. Los juzgados liquidadores, según explica Nogales, son los juzgados que se ocupan de los procesos que fueron iniciados con el antiguo procedimiento penal. Pero también el juez de este juzgado se excusó, pero sólo hay tres de ellos. “Esto implica que va a haber una nueva retardación porque no se sabe dónde va a caer el caso ahora”, comenta. Se había conseguido que peritos colombianos vean el caso, pero no llegaron debido a la excusa del juez.

Además de Odón Mendoza , el portero del colegio en aquel momento, existen otros imputados y coimputados . La abogada del caso de Patricia, Pamela Barriga, denunció ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a donde se llevó el caso, que la entonces directora del colegio de Patricia es prima de Yolanda Prada de Banzer y que el acusado de violar a Patricia es hijo de la directora.

Ésa es una posible razón por la cual el caso de Patricia Flores no se haya resuelto hasta el día de hoy.

Hoy el presunto autor, hijo de un coronel de ejército de situación económica acomodada, está prófugo de la justicia. El padre afirma que no sabe nada de su hijo, pero hay indicios que llevan a sospechar lo contrario. Valentín lo denunció por encubrimiento.


El feminicidio no está en el Código Penal
CIDEM y otras instituciones luchan para que el feminicidio sea tipificado en el Código Penal, con 30 años de presidio sin derecho a indulto.

“Al mirar los datos, vemos que el asesinato de mujeres está creciendo mucho en este país. Queremos ponerle el rostro de mujeres, para que no pasen desapercibidos”, dice Patricia Brañez , del Cidem, pero otra de las razones es que se suele calificar a los asesinatos de mujeres como “homicidios por emoción violenta”.

“Cuando estos casos ingresan al sistema jurídico, los convierten en homicidio por emoción violenta. Dicen que la mató por celos o fue un arranque el que lo encegueció. Buscamos que se derogue el homicidio por emoción violenta porque no hace más que justificar los asesinatos contra las mujeres”, afirma.

Según la penalista Rosario Baptista, la figura del feminicidio ya existe en el Código Penal de otros países. “Se trata de visibilizar los asesinatos que son motivados por una desproporcionada violencia de género; esta propuesta tiene origen en la excesiva tolerancia social a este tipo de violencia. Cuando un hombre es asesinado, por lo general el crimen es cometido por otro hombre. Cuando mueren las mujeres, por lo general el asesino es un hombre. Claro, existen mujeres que asesinan a hombres, pero estadísticamente ésas son excepciones”, explica.

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