domingo, 27 de mayo de 2012

Las madres primerizas suelen ser las más sobreprotectoras

Con frío o calor, de mañana o de noche, Vannesa Mendoza, de 21 años, solía envolver con mantas a su pequeña Valentina, de dos. “Prácticamente, no la dejaba que le dé ni el aire”, reconoce.

La progenitora sin experiencia actuaba así para sobreproteger a su primera hija y librarla de enfermedades. No es el único caso; dos psicólogos reconocen que las madres primerizas suelen ser sobreprotectoras debido a la inseguridad y a la falta de experiencia en la crianza de los niños.

“Como este hecho trascendental que convierte a la mujer a madre implica un proceso de adaptación, que muchas veces se traduce en inseguridad por parte de los conocimientos que tiene la mujer, entonces eso conllevará a que la madre adopte un comportamiento de excesiva sobreprotección al hijo”, explica la psicóloga Margaret Hurtado, docente emérita de la carrera de psicología de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).

Mónica Rodríguez, de 27 años, es otra de las madres primerizas que se reconoce como sobreprotectora. Ella optó por trasladar su empresa de producción audiovisual a su casa para así poder vigilar constantemente a Matías, de cinco meses.

“Está mi computadora y al lado la cuna. Es una ventaja tenerlo cerca, así estoy con él todos los días”, dice Rodríguez quien recalca que es una progenitora “súper cuidadosa”.

“Me tuvieron que hacer una cesárea de emergencia por un problema de placenta. Nació muy pequeñito y estaba delicado. Creo que desde ahí supe que tenía que protegerlo”, afirmó

Pamela Gamarra, de 29 años, también cambió su rutina de trabajo para estar más tiempo con su hijo Fabricio, de seis meses.

“Trabajo sólo en las tardes. Después, todas las mañanas le dedico a mi hijo”, afirmó la abogada independiente quien reconoce que desde que nació su pequeño “se enamoró” de él.

En ese sentido, el psicólogo y terapeuta familiar Alfredo Molina explica que es “indudable” el contacto físico y emocional de la madre y el niño. Sin embargo, “la presencia, el estar siempre ahí, es confundida con la sobreprotección”, comenta.

Según Molina, la sobreprotección es buena “hasta cierto punto” cuando el bebé no tiene ni un año. “Pero ya cuando cumplen los dos años hay que comenzar a darle más libertad, sino creamos hijos dependientes”, dice.

Conocimiento

La inexperiencia y desconocimiento juegan malas pasadas. Por ejemplo, Vanessa recuerda que a Valentina le diagnosticaron displasia de cadera, una anomalía que se da en la articulación de esta parte del cuerpo que se produce cuando la cabeza del hueso del fémur y la cavidad de la pelvis donde éste se aloja no encajan de una forma correcta.

La joven madre, sin embargo, pensó que el problema se debía a que ella envolvía a su bebé de forma excesiva.

“Me sentí culpable. Lloré mucho; sin embargo, días después el médico me explicó que al nacer por vía cesárea era normal que le dé este problema”, relató la progenitora de 21 años.

La pequeña Valentina tuvo que usar arnés para corregir su cadera. Esto desató más la sobreprotección de la madre quien, según cuenta, la seguía envolviendo como un “tamalito” para proteger la cadera de la pequeña, que en ese entonces tenía tres meses y medio.

La sobreprotección, en ocasiones, no sólo es de las madres con los niños, sino también de las parejas de las mujeres.

Tal fue el caso de Alexandra Saravia, de 33 años, quien intentó por más de seis meses quedar embarazada. El año pasado consiguió su anhelo y durante su gestación ella y su pareja extremaron los cuidados.

“Ya exagerábamos con mi novio. Que cuidado con las gradas, que cuidado con la puerta del trufi, cuidado aquí, cuidado allá, pero es que estábamos muy ilusionados”, cuenta.

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