viernes, 22 de abril de 2011

El Mesías abogó en su tiempo por la igualdad de derechos de la mujer

Una de las religiones más importantes del mundo, con al menos dos billones de seguidores actualmente, habla poco de la relación de Jesús con las mujeres y su afán de darles un lugar preponderante en la sociedad.

Según el libro 15 preguntas sobre Jesús (Documentos La Verdad, gentileza Biblioteca Opus Dei) Jesús inició alrededor de sus 30 años su ministerio público (Lc 3:23) y que durante ese tiempo hay algunas mujeres que le siguen. Pero “en ningún momento se nos dice que fuera un hombre célibe, casado o viudo, los evangelios se refieren a su familia, a su madre, a sus ‘hermanos y hermanas’, pero nunca a su ‘mujer’”.

Martha y María. ¿Era normal que tantas mujeres rodearan a Jesús? Uno de los factores que más sorprende de las prédicas de Jesucristo es que subrayó, en varias oportunidades que el papel de la mujer era igual de importante que el de un hombre de ese tiempo. Esto era nuevo en una época en que ellas eran relegadas y poco valoradas socialmente.

La actitud y las enseñanzas de Jesús, continúa el texto, es que otorgaba a la mujer una dignidad que contrastaba con las costumbres de ese momento.

En los evangelios se descubren muchos ejemplos de esa actitud abierta de Jesús, por ejemplo cuando defiende públicamente a María Magdalena, la ‘pecadora’. Además, muchas de las curaciones las hace con mujeres y a menudo las pone como ejemplo en todas sus predicaciones, como con la viuda perseverante en la oración (Lc 21:2).

Entre quienes le siguieron, se dice que como apóstoles, hubo también mujeres, como las hermanas Martha y María (Lc 10:38-41). De ésta última se dice que “sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra”.

El rostro de Jesucristo es uno de los enigmas

El verdadero rostro de Cristo nos es desconocido y totalmente negado por un testimonio directo y fiable, afirma Juan Cordero Ruiz, doctor en Bellas Artes (conferencia sobre Jesús en la pintura del siglo XX).

En el afán de encontrar una imagen para el Hijo de Dios, se acudió al Antiguo Testamento, donde hay una gran contradicción. El profeta Isaías lo describe como el “varón de dolores”, feo y casi repugnante: “No hay en él parecer, no hay hermosura para que le miremos, ni apariencia para que en él nos complazcamos” (Is. 53:2).

Por otro lado, Salmos (45:3) describe: “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; en tus labios la gracia se ha derramado; por eso te bendijo Dios para siempre”.

Morenos. En un principio, el arte paleocristiano, según J.M. Azcárate Ristori, prescindió de una imagen humana. Se recurrió así, a los símbolos: el pez, el león, el pelícano, el ave fénix, el delfín, el racimo de uvas, etc., o el cordero como alegoría de Cristo, víctima inmolada. Es en el siglo III que el arte comienza a darle un cuerpo y un rostro.

La ciencia estudió el santo sudario, el lienzo de Edesa o el paño de la Verónica de Roma, donde estaría estampado el rostro. El 2001, el forense Richard Meave (EEUU), con el respaldo de la BBC, reconstruyó digitalmente una cara judía en el afán de acercarse al rostro que debió tener Jesús. El resultado es un hombre robusto, de facciones toscas, barba corta, pelo rizado, nariz prominente y piel morena.

Evangélicos y católicos dicen que lo que menos debe importar es la imagen sino su mensaje.

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